Lamine y la fábrica de chocolate
Así se pasa la Navidad en La Masia, la residencia donde se cuida hasta el mínimo detalle en estas fechas y que lideraban las figuaras actuales
Navidad en La Masia. Un lugar donde un centenar de niños sueñan en llegar a lo más alto en sus deportes. La mayoría, cuando llegan estas fechas se van a pasar las fiestas con sus familias, pero algunos, por motivos de distancia respecto a sus hogares, por competiciones o por otros motivos los pasan en la residencia lejos de los suyos. Y el Barça, ahí, hace lo posible para que se sientan como en su casa.
La mayoría de los residentes se van a casa, pero antes de que se marchen con se les organiza una gran fiesta de Navidad. El director de la residencia les preguntaba a los delegados de los internos semanas antes de organizarla qué era lo que querían los chicos para cenar. Que se dieran un homenaje, vamos. Y ni marisco, ni cordero ni nada de eso. Querían chocolate.
Así que Xavi Martín, que fue director de la residencia decidió hacer una excepción en la dieta habitual y montar una cena de Navidad en la que la atracción estrella era una fuente de chocolate, alimento casi prohibido durante el resto del año.
“Gavi, Lamine Yamal y Fermín me pedían cada año la fuente de chocolate”, explica Martín. Esa noche de cena especial, después del regalo del ‘amigo invisible’ Fernando, el cocinero de La Masia organizaba unos puestos de hamburguesas y perritos en el jardín de la residencia. Un día es un día.
Con el edificio ornamentado de motivos navideños y un abeto decorado que se encargaban de arreglar los jefes de mantenimiento del edificio como en esa época era Andrei Chepkin, actual director del centro, que se ha negado a ser entrevistado por este diario. Después de la cena, los chavales tenían una fiesta sorpresa junto a sus técnicos, educadores y tutores. Una fiesta en la que participaba todo el personal del edificio.
Hace años, en tiempos de José Luis Núñez, el vicepresidente Josep Mussons reunía a todos los integrantes de La Masia (en esta ocasión la de Can Planas, donde creció Guardiola o Iván de la Peña, por ejemplo) en el jardín para cantar villancicos. Ahora, la cosa es diferente.
Se contrató a una compañía de teatro especializada en improvisación (Impro Show) para hacer un espectáculo en base a las ideas que los residentes. El sistema era simple, cada uno de los internos en La Masía escribía una frase en un papel sobre lo que quería que tratara el monólogo (se pueden imaginar los temas hablando de un grupo de adolescentes desbocados) los lanzaban al escenario y los actores los recogían y hacían una intervención delirante que hacía las delicias de los chavales y chavalas que iban y venían de repostar en los puestos de hamburguesas, perritos calientes y, claro está, la fuente de chocolate.
Al día siguiente, la mayoría se marchaba a pasar la Navidad en su hogar con sus familias, pero siempre había alguno que se quedaba. Especialmente, jóvenes africanos o de los Balcanes de la sección de baloncesto que tenían torneos esa semana de fiesta para los demás y a los que no les salía a cuenta regresar a sus domicilios. También era el caso de algunos jugadores de fútbol mexicanos internos.
No es lo habitual, pero hay residentes en La Masia que no pueden volver a casa por Navidad, especialmente jugadores de baloncesto africanos que ya compiten el 26 y que no tiene tiempo para viajar. En esos casos, el Barça disponía un plan de emergencia. Siempre se quedaba un tutor de guardia, conserje, cuerpo de cocina y se montaba una comida o cena en familia con tutores o entrenadores, que en ocasiones, cenaban dos veces: una con sus pupilos para no dejarlos solos en estos días y otra con sus familias. Que se sintieran en casa.
Lo que nunca fallaba, era la fuente de chocolate de Lamine.
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