José Galán, el trotamundos del fútbol español
Es el futbolista que ha jugado en más países, un total de 14, defendiendo la camiseta de 23 equipos y pasando por 3 continentes.
Tailandia, Indonesia, Austria, Jordania, Chipre, Rumanía, Finlandia, España, Andorra, Hong Kong, Qatar, Arabia Saudí, Canadá y Gibraltar. “El fútbol me lo ha dado todo, es mi vida”. José Galán (León, 2 de febrero de 1986) empezó a jugar al fútbol en uno de los equipos de su ciudad, el CD San Lorenzo. Participó en el campeonato de España sub-12 por Castilla y León y llamó la atención de la Cultural y Deportiva Leonesa, que le fichó. Con 17 años se marchó al filial del Atlético de Madrid y de allí firmó por el filial del Almería: “Cuando más cerca estuve de debutar en Primera División fue con el Almería”, afirma. “Tenía dorsal con el primer equipo con Emery, y luego cuando vino Hugo Sánchez contaba conmigo para el primer equipo y me llevó a la pretemporada”. Cuando todo parecía perfecto para cumplir su sueño, su carrera dio un giro de 180 grados.
“Con 24 años, me rompí el cruzado”, confiesa. En ese momento, todo cambió para él. “Cuando tienes el sueño tan cerca, lo estás tocando con los dedos y no lo puedes cumplir, me afectó muchísimo”. El presidente del Almería decidió echarle a la calle en mitad de su proceso de recuperación y pasó de estar a punto de debutar en Primera a jugar en la Cultural en 2ªB, que acabó descendiendo a Tercera en los despachos. Esa lesión fue el punto de inflexión en su vida: “Me replanteé los objetivos, iba a ser complicado jugar en Primera por la vía rápida, pero pensé en jugar en primeras divisiones del extranjero”, afirma con una sonrisa.
Le dijeron que el príncipe de Brunéi tenía un equipo, le pagaron el vuelo y simplemente tenía que hacer una prueba. Esa decisión, cambió su vida para siempre: “Fue la mejor prueba que he hecho en mi vida, pero no buscaban un jugador de mi perfil, un mediocentro”. A pesar de ser descartado, descubrió la realidad del país: “Llevaban cuatro meses probando jugadores, cada semana íbamos ocho futbolistas y nos pagaban todo”, afirma. “Tras la prueba, empecé a cogerle el gusanillo” y decidió marcharse a Tailandia convirtiéndose en el primer futbolista español en jugar en el país asiático.
“Elegí Tailandia porque yo había estado de turista, visitando a un amigo y me había quedado enamorado del país”, declara. Al principio, le costó adaptarse: “Me decían que tenía que comer picante antes de jugar, el presidente se entrometía en las alineaciones e incluso nos castigó a correr una semana por haber perdido por tres goles”, pero pronto empezó a disfrutar de la experiencia: “Te sientes profesional, juegas en estadios con 40.000 espectadores y a veces, te tenías que parar media hora a hacerte fotos”, afirma.
Incluso, aprendió tailandés: “Lo hice para sobrevivir en el equipo, es duro porque notas la soledad de ser extranjero”, como máximo hay cinco extranjeros por equipo. Allí notó la exigencia hacia el jugador español fuera de España. “Te exigen mucho. Cuando pierdes, la culpa es de los extranjeros que no han estado bien”, confiesa. La decisión de irse tan joven, con 25 años a Tailandia, le cerró muchas puertas: “Ahora está más normalizado, pero fue una losa para luego firmar en Europa”. Después, se marchó a Indonesia, y tras un año, y a pesar de tener ofertas para seguir en Asia, decidió demostrar a toda la gente que le había dicho que no volvería jugar en Europa, que sí podía conseguirlo.
“La gente me decía que si estaba loco, porque fue a través de una prueba, pero conseguí firmar por el St. Pölten en Austria”, responde orgulloso. Fue finalista de la Copa de Austria antes de convertirse en el primer jugador español en jugar en Jordania. Después, volvió a Europa, a Chipre y a Rumanía, y en ambos países estuvo tres meses sin cobrar: “Estás a 5.000 kilómetros de tu casa sin cobrar ni un euro, es muy frustrante”, confiesa. Desafortunadamente, él no ha sido el único en sufrirlo: “Nos tratan como mercancía y se aprovechan de que si te pierdes seis meses sin jugar, luego igual no vas a encontrar equipo”, denuncia.
En cuanto pudo, abandonó Rumanía para volver a Indonesia, después a Finlandia, regresó a España y fichó por el FC Santa Coloma de Andorra, donde coincidió con Joan Capdevila en su último partido como profesional. “Fueron cuatro países en un año, acababa de conocer a mi mujer y ella diría donde me he metido, pero luego ya a Hong Kong se vino conmigo”, responde entre risas. Después se marchó a Qatar y a Arabia Saudí antes de llegar a Canadá: “Quería un sitio donde ella pudiera venir, dejó su trabajo y se vino conmigo. El mérito es suyo”.
Tras una buena temporada en Canadá, en su segundo año, tocó la época del COVID y tuvo que decidir si aislarse dos meses junto a su equipo en un hotel para acabar la temporada o estar con su familia: “Mi hija había nacido hace tres meses, pero sino iba se me acababa el fútbol”. Decidió ir, empezó como suplente, pero entró en la segunda parte en el partido frente al Atlético Ottawa y marcó un gol decisivo: “Ese gol lo metió mi hija, todo lo que habíamos sufrido había valido la pena cuando metí ese gol”. A partir de ese día, recibió un par de MVP del partido, renovó otro año y recibió el cariño de la afición.
“Mis dos hijas han nacido allí y es muy difícil que me quieran así en otro lugar. Me hicieron una canción y una despedida sorpresa”, recuerda emocionado. A pesar de todo el cariño recibido, decidió lo mejor para su familia, cruzar el charco, pero esta vez de vuelta, recalar en Gibraltar, en el Bruno’s Magpies donde este año ha jugado la fase previa de la Conference League. Y aunque le gustaría ir a Australia, en Gibraltar está muy feliz y ya piensa en la próxima temporada: “Hay que quedar campeones para jugar la previa de Champions”, responde capaz de conseguirlo.
El fútbol le quitó su sueño de jugar en Primera División, pero gracias a eso, pudo recorrer el mundo y enseñárselo a su familia: “De lo que más orgulloso me siento es de que mis padres han conocido el mundo gracias a mí”. En vez de caer, decidió levantarse y seguir haciendo del balón, su propia vida. “Un compañero me dijo, ojalá amara el fútbol como tú lo amas, me quedo con eso”, confiesa. A sus 36 años y tras toda una vida jugando al fútbol, solo le queda un último deseo: “No busco ningún tipo de récord, busco seguir compitiendo a nivel profesional como llevo haciendo casi veinte años”, concluye.