Iribar y Dani rememoran la figura de Rojo I tras el fallecimiento
“Era como el Mozart del fútbol”, resume el exguadameta. “Un caballero”, apostilla el exdelantero. Cañizares: “Beso por cualquier sitio por el que deba pasar Txetxu”
José Ángel Iribar y Txetxu Rojo son los dos leones con más partidos disputados en la historia del Athletic. Las mayores leyendas del club, aunque junto a ellos están los Zarra, Pichichi, Panizo, Gainza... El Txopo y Rojo I fueron compañeros de vestuario entre 1965 y 1980. “No teníamos otra cosa en mente, solo pensábamos en defender este escudo cada domingo y jugar bien”, resume el exguardameta. “Mamó el sentimiento Athletic desde muy joven y siempre ha sido fiel a él. Es un ejemplo para todo lo que representa esta institución”, ensalzó Iribar. “Mucha gente venía a verle jugar a él, disfrutaban con ello. Txetxu era un jugador muy elegante y hábil, ganador, muy bueno, de los mejores. Era fantástico. Carmelo Bernaola lo definió muy bien, era como el Mozart del fútbol”, destacó Iribar.
Iribar y Rojo I vivieron muchos momentos juntos, buenos y malos, deportivos y no tanto. El Txopo recuerda una anécdota muy significativa: “Hay una, que no sé si es el mejor momento para contarla, pero es cuando se quedó tirado en Londres después de un viaje que hicimos a Estados Unidos. Íbamos de Chicago a la capital de Inglaterra, llegamos al avión y resulta que faltaba Txetxu. Se conoce que tuvo un apretón en el aeropuerto de Londres y se quedó allí. Nosotros nos dimos cuenta de que no estaba allá dentro del avión. Digamos que el delegado de aquella época no estuvo muy acertado”.
“Txetxu Rojo era un caballero del fútbol”. De esta elegante manera recuerda otro exleón memorable como Dani Ruíz Bazán a la leyenda rojiblanca con la que tantos momentos compartió. “Es uno de los grandes ídolos del Athletic, de esos que hacen familia dentro de un club”. El excapitán destaca la calidad de la persona, además de lo buen futbolista que era: “Ensalzo más sus valores humanos que los deportivos. Los deportivos han sido extraordinarios, pero imagina cómo han sido los humanos para poder superarlos. Ha sido un fenómeno, un hombre extraordinario, de los que marcan la diferencia en todos los sentidos”.
Cañizares ha revelado una anécdota que descubre la calidad humana de Rojo. Tuvo lugar cuando coincidieron en el Celta de Vigo en la primera mitad de la década de los 90. “Se ha ido un grandísimo futbolista, un buen entrenador, pero, por encima de todo, un gran tipo que tuvo un detalle conmigo en un momento crucial de mi vida y que jamás olvidaré”, manifestó el exportero del Valencia, Real Madrid y la Selección Española, entre otros equipos. Este recordó un episodio personal que narra en su biografía y que sucedió al poco de llegar al Celta en la temporada 1992-93 y que tuvo como protagonista al mítico ‘11′ del Athletic, que en aquel entonces dirigía al club vigués.
“Recién llegado al Celta, en septiembre, tuve un problema familiar de índole económico que suponía perder la casa familiar por una deuda de tres millones de pesetas (18.000 euros) y mi padre recurrió a mí. Pedí ayuda al club en modo de un adelanto para resolver el tema, pero no se atendió mi petición, aunque esta situación llegó a oídos de Rojo”, recordó Cañizares.
“Txetxu, que apenas me conocía desde hacía unas pocas semanas, me llamó a su despacho y, de sopetón, me ofreció un cheque suyo personal con la cantidad que yo necesitaba. Me dijo que no me quería tener en el equipo con problemas extradeportivos y que resolviera la situación. Lo hizo sin marcarme una fecha de devolución del dinero, pedirme documentación o hacerme firmar un papel”, rememoró Cañizares en su biografía.
El ex futbolista manchego envió el dinero a su padre y la ejecución bancaria se paró de inmediato, con la coincidencia de que poco después, en octubre, cobró de la RFEF prácticamente esa misma cantidad en concepto de las primas por el oro de los Juegos Olímpicos, por lo que pudo retornar a su entonces entrenador la cantidad que le había prestado.
“Desde aquel momento, yo beso por cualquier sitio por el que deba pasar Txetxu Rojo”, cerró Cañizares el capítulo del libro en el que recordaba aquel gesto del que considera “alguien especial, muy humano y un grandísimo deportista al que tuve la inmensa fortuna de cruzarme en mi vida”.