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Eskerrik asko, Asier

Es un día triste en la Real Sociedad. No puede ser de otra forma. Se marcha uno de los referentes de los últimos años del club donostiarra. Asier Illarramendi dejará el club de su vida cuando termine la presente temporada, porque no ha llegado a un acuerdo para renovar su contrato. Alguno pensará que el hecho de haberse marchado dos temporadas al Real Madrid le resta relevancia dentro de la entidad. Pero no estoy para nada de acuerdo. Ojalá algún día sea lo suficientemente valiente para contar exactamente todo lo que pasó ese verano y cómo las circunstancias le invitaron a salir. Nos sorprenderíamos. Suele ser muy tibio con todo aquello, porque por encima de todo, Asier es un señor. Lloró entonces cuando ofreció su rueda de prensa de despedida. Y ha llorado hoy. Porque lleva la Real en su corazón. Y no va a poder cumplir el sueño de jugar la Champions League vestido de txuri-urdin. Será siempre una espinita clavada dentro de su carrera, lamentablemente marcada por las lesiones que le han lastrado y han impedido que pudiéramos ver con más regularidad a un futbolista que es de lo mejor que he visto yo defendiendo los colores de la Real Sociedad.

Es un día triste en la Real Sociedad. Se marcha el heredero de Xabi Prieto. Se marcha el único jugador que quedaba en el primer equipo de la generación que sacó del pozo de Segunda división a la Real Sociedad. Porque Illarramendi estaba ya entrando en el equipo de Lasarte, que le dio la alternativa en lugar de Diego Rivas ya en la primera temporada en Primera tras el ascenso. Se marcha el capitán que levantó la Copa del Rey en La Cartuja en 2021, y eso quedará para siempre, es imborrable. Se marcha un futbolista diferente, que llegó a Zubieta con solo once años desde su Mutriku natal y que fue escalando en las categorías inferiores poco a poco, destacando en cada plantilla en la que jugó, siendo el más destacado de la generación los 90.

Un jugador que no le importó jugar en Tercera división para alcanzar el primer equipo, demostrando que la categoría no importa tanto como la calidad del futbolista. Y Asier Illarramendi siempre ha tenido una calidad suprema. Todavía recuerdo cuando se merendó a Verrati en la final del Europeo sub-21 tras cuajar una temporada sobresaliente en la Real y que fue lo que decidió a Zinedine Zidane a llamarle personalmente para que fichara por el Real Madrid. Porque mientras sus agentes empujaban para que se cerrara la venta, Illarra no lo terminaba de ver claro. ¿Cómo iba a dejar su querida Real?

Siempre he pensado que su paso por el Real Madrid fue como un mal sueño. Recuerdo con tristeza su despedida entonces, con lágrimas en los ojos, como dejaba abierta la puerta a su vuelta. Nunca se puede decir que tener una experiencia de dos años en el club blanco sea algo negativo. Para nada. En lo personal le ayudó a espabilar, a darse cuenta de no solo valía con jugar bien, también había que tener personalidad y carácter. En Madrid no le llegaron a conocer. Apocado y tímido al no hallarse en su entorno, no llegó a sacar todo el fútbol que atesora. Ellos se lo pierden. Me rio cuando la gente de allí me dice que Illarra es un paquete. ¡Qué serán entonces los demás! Y no olvidéis que volvió a casa, en una operación con la que la Real ganó dinero. Se fue al Madrid por 32 millones y volvió por 16. Hay que quitarse el sombrero con Aperribay. Illarra regresó habiendo dicho antes que no al Athletic Club. Un canterano de Zubieta que siente muy dentro los colores de la Real no podía jugar al otro lado de la A-8. Puede ser un detalle ínfimo. Pero todo tiene su importancia a la hora de dibujar su perfil.

Y luego llegaron las malditas lesiones, esas que nos han privado de verle en más partidos que esos 251 (por ahora) que ha jugado con la Real Sociedad. Un calvario que no se lo deseo a nadie, una travesía por el desierto de la que salió como un jabato, porque personalidad le sobra al bueno de Illarra. No dejó ni un solo mensaje sin responder de los muchos que le he mandado, y en algunos hasta me animaba él a mi cuando las cosas pintaban más negras con las puñeteras recaídas o con nuevas lesiones que le aparecían. Ha trabajado hasta la extenuación, apoyado por toda la Real y levantado por toda su gente, para volver a ser lo que es, un gran futbolista, que es como se marcha del club donostiarra. Pero todas esas dificultades han moldeado su manera de ser y le han convertido en un gran capitán, un capitán silencioso. Porque Illarramendi no necesita pegar gritos para hacerse escuchar. Es el líder calmado, y todos sus compañeros recurren a él cuando lo han necesitado. Se ha adaptado a su nuevo rol en el equipo, ha cambiado su manera de jugar para poder jugar. Y ha completado un buen año, demostrando que todavía queda futbolista. Pero por encima de todo Illarra deja la Real con lo mejor que se puede decir de una persona: que es una gran persona. Se merece encontrar el destino que le vuelva a ilusionar, aunque bien sabe que nada será como su querida Real. Y volverá, no lo dudéis, otra vez, de otra manera. Porque Illarra es la Real, y la Real es Illarra. Un ejemplo para cualquier canterano. Reconozco que le tengo mucho aprecio, que me siento afortunado de haber podido contar, en estas líneas que alguna vez que otra te han cabreado, toda tu carrera. Y que estoy contento de haber estado más o menos cerca todo este tiempo. Dejas legado Asier, aunque no te lo creas. Eskerrik asko.