Fernando Torres, la leyenda interminable
AS premia la brillante carrera del Niño, sobre la hierba y ahora también el banquillo, con el AS Trayectoria 2025.


Siempre será el Niño, aunque sobre todo sea leyenda. Una historia que continúa. “Siempre seré atlético, volveré”, que prometía en 2007 cuando se fue al Liverpool. Y lo cumplió. Como su siguiente promesa, esa que enunció cuando definitivamente colgó las botas en el Atleti, y en la élite, antes de un último bocado de fútbol en Japón y pasar a la siguiente pantalla. “No quiero volver para ser una cara, si vuelvo es para ayudar a ser al Atleti mejor”, decía en 2018. Y, de nuevo, lo está cumpliendo. El camino a seguir aún estaba en nebulosa. Quizá dirección deportiva, quizá banquillos. Eligió lo segundo para seguir agrandando su leyenda. Y desde abajo, como en un reflejo de su propia historia en la hierba. Desde abajo y, claro, de rojiblanco. Cuatro años después regresaba como entrenador en las categorías inferiores del club de su vida. Cuatro años después en su currículum hay ya dos ligas Juveniles, una Copa de Campeones y algo en estos momentos que puede ser historia mayúscula en mayo para su Atlético Madrileño: lidera su grupo de Primera Federación, lo que supondría un ascenso directo a Segunda División. El 1 de diciembre, Diario AS reconocerá su figura totémica con el Premio AS Trayectoria en los Premios AS de 2025.
Porque las pecas de Fernando Torres siempre recordarán a la época gloriosa del fútbol español. Algo que comenzó amarrado a su bota, en la Eurocopa de de Austria y Suiza de 2008, la del Podemos, lema con el que la cadena de televisión Cuatro envolvió la emisión de la competición. El gol de Marcelino en la de 1964, el único gran título del combinado español en su historia hasta ese momento, se había quedado lejos y en blanco y negro. El color hacía años que había llegado a la televisión y al fútbol, pero España no había renovado sus fotos. Siempre la losa de cuartos, ese muro en el que acababan estampadas las ilusiones de la Selección y su país detrás. Esa misma que aquel 2008, con otro mito rojiblanco, Luis Aragonés, había logrado derribar el primer muro, el de la eliminación en cuartos, para aspirar al segundo. Otro título europeo. “Daría cualquiera cosa por marcar el gol de la final, uno como el que marcó Marcelino”, soñaba en voz alta Torres en la previa. Dicho y hecho. Eso también se cumplió.

Era el minuto 33 de aquella final entre España y Alemania. “Ganar, ganar y volver a ganar”, que habían escuchado los jugadores de boca de su entrenador, con su propia cuenta pendiente con un equipo germano (aquella final de Copa de Europa de 1974 entre el Atlético y el Bayern de Múnich). Torres se lo llevó a la bota, a la zancada, al césped del Prater: recibió un pase en profundidad de Xavi Hernández, superó a Lahm por fuerza y, ante la salida de Lehmann, picó el balón lo justo para enviarlo a la red. Lo justo como una caricia. Lo justo para un bofetón a los gafes y los complejos. Lo justo para iniciar un periodo que dos años después continuó con la estrella de España al pecho, campeones del mundo por primera vez, y cuatro, la tercera Eurocopa, la segunda seguida. Con Torres, por supuesto, presente en todo.
Leyenda
Ese Torres que aquella 2007-08, su primera temporada en Liverpool (33 goles en 46 partidos), fue tercero en podio del Balón de Oro, con el bronce para el chico de Fuenlabrada, localidad en la que nació un 20 de marzo de 1984. El estadio del equipo de fútbol lleva su nombre: Fernando Torres. Después el fútbol le llevó al Chelsea, donde ganó la Champions, y al Milan antes de regresar a casa en otra foto histórica: el Vicente Calderón repleto en una mañana de reyes para abrir un regalo inmenso. Su vuelta. El Niño de regreso. Se llenó. Esa es otra de las fotos en su historia que hablan de lo que era. Una leyenda interminable. En la siguiente abraza un título. Otro de los deseos que verbalizó en voz alta y también cumplió. “Un título con el Atleti”. Esa visita a Neptuno. El niño que se había enamorado del Atleti y saltó a la hierba para repicar el arquero de Kiko en sus goles con la rojiblanca. 130 en 404 partidos, los dos últimos, por cierto, de aquel estadio al que había llegado cogiendo fuerte la mano de su abuelo. El que se agarró a sus piernas en el pozo de Segunda, el más hondo y negro de la historia rojiblanca, y del que emergió gracias a ese niño que irrumpió con su pelo rubio y sus pecas alborotadas. Sus lágrimas en la final de Milán, la segunda perdida frente al Real Madrid en tres años (2014 y 2016) resultaban tan dolorosas que muchos aficionados cambiaban de cadena al topárselas en los resúmenes de televisión. Dolían demasiado. Le brotaban del mismo escudo del pecho. Fue a la siguiente final cuando la logró. La foto que le faltaba. La guinda a su currículum como jugador. El título en Neptuno.

También era su última oportunidad. Ya no habría otra, ya no habría más. La final de la Europa League ante el Marsella en la 17-18. El Atlético la ganó 3-0 y ese trofeo viajó a las entrañas del Metropolitano después de que Fernando Torres lo besara bajo una inmensa lluvia de confeti rojo. Un estadio que gritó el “De Niño a Leyenda” en el último partido del chico de Fuenlabrada en el que, en ese momento, era el nuevo estadio rojiblanco, la 2017-18. Torres también le puso su nombre. En una despedida emocionante en la musitó aquello de haber visto “que los sueños se pueden cumplir de verdad”. Y el “gracias por tanto, perdón por tan poco”.
Pablo Barrios, hoy asentado con el 8 de Luis a la espalda en el centro del campo rojiblanco de Simeone, siempre le señala como uno de los pilares de su carrera. Su confianza. Su trato. Su apoyo en momentos difíciles. Torres ya estaba de regreso, ahora de largo y en el banquillo de la cantera. “Fernando tiene mucha culpa en esto, en todo lo que me está pasando. El año que estuve con él aprendí muchísimo de lo que realmente va esto. Es una leyenda aquí, le quieren todos. Es muy bueno como entrenador. Siempre le estaré eternamente agradecido”, confesaba el mediocentro. Y es que, de todos los títulos, méritos, goles y fotos de Fernando Torres falta la más importante. Y también la que más y mejor le cuenta: su inmensa humanidad y trato.
Autógrafos
Quien lo probó lo sabe. Quién lo vio lo recuerda. Cómo Torres es capaz de pasarse horas y horas firmando autógrafos a los aficionados que esperan a las puertas de hoteles y estadios. Fernando siempre acude y se detiene para las fotos y los rotuladores uno a uno, sin saltarse a nadie. Sin auriculares gigantes sobre sus orejas, sin puertas traseras, sin dejarse a nadie. Resulta emocionante. Y hace Atlético. Como cuando habla.
Porque cuando Fernando Torres habla, la afición tiene nuevos verbos con los que contarse. Ese “levantarse” que esgrimió para definir la esencia del club. Levantarse, intentarlo, una y otra vez, otra vez y una. Aquello que dijo alrededor de los jugadores que querían que le rodearan en el equipo: “Que quieran quedarse”. Que lo deseen. Que mueran por ello. Porque solo así se podría jugar como él lo hizo, matándose por esa camiseta, como les transmite a las generaciones de los Atlético del mañana que deben hacerlo, a morir. Sabio como Luis, elegante como Gárate, Niño como Collar. El 1 de diciembre de 2025 la alfombra roja del Hotel Palace se desplegará a sus pies para añadir un nuevo reconocimiento a su museo particular: el Premio AS Trayectoria 2025.
Oe, oe, oe.
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