Fallece Javier Cameno, uno de los iconos históricos del Alavés
Tenía 77 años, se encontraba enfermo y apenas salía de su casa en los últimos meses. Estuvo vinculado a multitud de actividades cercanas a la cultura y el deporte.
Javier Cameno fue periodista deportivo cuando la radio vivía casi en la prehistoria, narró multitud de Carruseles y trabajó cuando Radio Vitoria emitía la señal de la Cadena SER, no la autonómica. Fue directivo del Glorioso, convocó el concurso de mascotas del club y bautizó al Zorro Babazorro como emblema de la entidad. Acudía a todos los partidos del conjunto albiazul y también se le veía en los desplazamientos. Siempre a disposición del Alavés para cualquier cosa que le pidieran.
Pero también se le vinculó con la cultura ya que montó la Semana Coral Internacional de Álava. Viajaba por todo el mundo con las corales alavesas y era un referente en el mundo musical. Cada vez que había que representar a la afición alavesista, ahí estaba Javier Cameno. Ya sea con la estatua de Celedón o como embajador de los socios albiazules en las comidas de hermandad con otras peñas. Cada vez que iniciaba una conversación, su primer comentario iba dirigido a la situación del equipo de sus amores.
La fotos que colgaba en su día la Peña Eibar-Alavés eran tan solo un ejemplo. Aitor Buendía, presidente de la misma, invitaba todos los años a Cameno a las comidas que se preparaban en los txokos. A él y a Asun, otra leyenda de la grada alavesista. Javier era un asiduo al poteo por el centro de la ciudad. Los viernes no perdonaba dar una vuelta y tomar unos vinos de Rioja Alavesa con Paco Liberal (hombre de finanzas de Gonzalo Anton) y Agustín Abascal (delegado de José Manuel Esnal, Mané).
El finado tenía 77 años, estaba enfermo y apenas salía de su casa en los últimos meses. “Está muy malito”, nos decía el otro día Gorka Ortiz de Urbina, el actual Celedón, el hombre que da vida al emblema del inicio de las fiestas. No salía de su domicilio pero desde cualquier ventana del mismo se podía ver el estadio de Mendizorroza. Vivía en la calle perpendicular, la que une el parking del campo con la rotonda del olivo, donde Jito (ex-jugador) regenta el bar Verode. Allí solía desayunar casi todas las mañanas. Con un chándal del Glorioso y con una txapela que no se quitaba casi nunca.