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Es Segunda, estúpido

Hace ya muchos años que se elevó al olimpo de frases hechas, siempre a mano para quedar fino en la explicación de según qué cosas, una que se asegura que le dijo un tal James Carville, que asesoraba a Bill Clinton en su campaña electoral para intentar derrotar a George Bush: “Es la economía, estúpido”. Buscaban la clave para dar la vuelta a las encuestas y no sabían como meterle mano al presidente en ejercicio, que presumía de sus logros, indudables, en política internacional y Carville dio la clave: “Olvida la guerra fría, el muro de Berlín y todas esas cosas que preocupan en Washington y que quedan lejos al americano de a pie, habla a la gente de lo que le aprieta el bolsillo. La clave es la economía”. Y ganó. Viene esto a cuento del rapapolvo que me ha echado un veterano profesional del fútbol al respecto de nuestras disquisiciones sobre sistemas, sobre bloques altos, medios o bajos, de cambios defensivos... En esta categoría eso es secundario, me vino a decir. Aquí los partidos se deciden por la mínima, a balón parado muchas veces, el último puede ganar al primero, cada año desciende uno que salía a por el ascenso y el sexto sube a Primera casi todas las temporadas. Solo importa competir. Y José Alberto os saca varios cursos de esta asignatura a todos los opinadores y contertulios de las radios. Solo le faltó decir: “¡Es Segunda, estúpido!”. ¿Será verdad? Lo primero, digo, no lo segundo, claro.

Jordi Mboula, del Racing, en El Sardinero.
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Jordi Mboula, uno de los jugadores más destacados en la era José Alberto.Nacho Cubero

Lo de Pombo, Sangalli y Juergen

No solo los ojos nos dicen que el Racing depende del talento de la tripleta de trescuartistas que habitualmente son titulares, Jordi Mboula, Jorge Pombo e Íñigo Vicente. Es que lo refrendan los números. Obviamente, hay algunos que manejan en la cocina del big data racinguista, lo del número y la calidad de los esfuerzos de alta intensidad y esas cosas, en los que, a lo mejor, les hay más esforzados. No lo discuto. Será. Pero me cuesta entender que cualquiera de los tres sea suplente en este equipo y por eso le doy vueltas a la suplencia de Pombo en Villarreal y Lugo, sin ir más lejos, buscando una explicación. Sé que los entrenadores tienen una gran predilección por los jugadores esforzados, disciplinados y fiables. Y más todavía si los han fichado ellos, que será por algo. Y es el caso de José Alberto con Marco Sangalli. El ovetense da la sensación de quedarse muy tranquilo cuando el donostiarra está en el campo. Algo así como lo de Romo con Arturo la pasada temporada (y al equipo le fue bien, la verdad). Una de las teorías que manejo es que cuando el míster mete en el centro del campo a Juergen en lugar de Íñigo o de Aldasoro, con menos pie pero más despliegue que el de Cartagena de Indias, tiene como un cosquilleo en el cuerpo que se le alivia si mete por delante un currante como Sangalli en vez de tres artistas. Cosas mías. Sigo dándole vueltas.

Yeray Cabanzón, del Racing.
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José Alberto ya tiene claro que Yeray es uno más de la primera plantilla.Nacho Cubero

Yeray es futbolista

Más allá de su golpeo con la izquierda, que es fantástico, independientemente de la precisión con la que pone en movimiento las acciones de estrategia, de primer nivel, y de la clase y el gol que atesora, que no están nada mal, ya tengo más que claro que Yeray Cabanzón es futbolista. Profesional. De Segunda, de momento. Sobre todo por la personalidad que tiene a la hora de competir. No se achanta nunca. Sólo le meten en el campo cuando la cosa está fea, perdiendo, como en Ponferrada o en Lugo, y muchas veces para jugar no en su mejor sitio y desde el primer momento que está en el verde todo lo que hace es para decir: ¡Aquí estoy, dámela! Y siempre produce. No es de los más rápidos, debe mejorar mucho en defensa y calibrar mejor la violencia de sus entradas, pero..., nadie es perfecto. Dicen que a un torero se le descubre antes de que de que se estire en el primer capotazo, solo hace falta verle andar. Vale, pues los andares de Yeray, de Isla, Cantabria, son de futbolista. Y si juega a pie cambiado, de futbolista caro.