El Leganés pierde la inercia post Idiakez y se zambulle en el miedo
El empate entre el Málaga y Huesca da oxígeno a los pepineros. Aun así, ganar el sábado no daría la salvación matemática. Signos de relajación en el grupo.
El Leganés ha perdido la inercia del efecto post – Idiakez. Y aún tiene que dar gracias al Málaga por haber marrado la ocasión de ganarle al Huesca (Rubén Castro falló un penalti en el 80′, 0-0 al final), porque su panorama podría haber sido al final de la jornada mucho peor. Los pepineros se lanzaron tras el cese de su ya ex entrenador (dos victorias en dos partidos, ante Ponferradina y Villarreal B), pero frenaron de súbito el ritmo después del último de estos triunfos para zambullirse, de nuevo, en algunos de los males que los lastraron en el arranque de 2023. El resultado: pánico al descenso. Porque, pese a que el panorama pudo haber sido peor, los seis puntos que le saca el Leganés al Málaga no son, ni mucho menos, garantía de nada.
Los andaluces marcan la zona de descenso y le tienen el golaveraje ganado a los madrileños merced a un gol que le metieron en La Rosaleda en el 94′. Broche nefasto a un partido peor si cabe. Así que, con ese panorama, dice la matemática que aunque el Leganés le venza al Huesca el próximo sábado, en el más optimista de los casos aún no habría salvación por aritmética. El Leganés podría quedarse nueve por encima del descenso con nueve puntos por jugarse, pero ese golaveraje perdido obligaría a esperar, mínimo, una jornada más para poder respirar con ganas.
Un equipo a menos revoluciones
El escenario es dantesco. En las entrañas de Butarque los más veteranos en estas lides (directivos, trabajadores, también jugadores) lo venían repitiendo desde hace tiempo como un mantra que se ha tornado en profecía casi autocumplida: “La salvación no está hecha. Cuidado”, repetían con tono y palabras mucho más graves en conversaciones privadas que, en público, no han tenido tanto eco. Sí, Carlos Martínez las ha repetido, pero buena parte del club no lo veía con tanta gravedad. No se lo creían.
Tampoco una parte de ese vestuario que ha bajado el ritmo, aferrado a la idea de una campaña ya finiquitada. Al menos para ellos. Carlos Martínez es insistente en dar una versión diferente, de un grupo cohesionado que sigue trabajando al mismo ritmo que cuando llegó. La realidad que emana desde distintas fuentes dentro del club (incluida el mismo vestuario) es que no es así, esto es, que hay jugadores que empiezan a pensar más en su futuro que en un presente que, con todo, sigue marcado en rojo peligro. En rojo infierno.
A una galaxia del playoff
El resultado es un Leganés zozombrante. Empantanado en una patera de inestabilidad que apunta al miedo de perder la categoría. Que revive fantasmas pasados (aquel improbable y consumado descenso de 2004). Que sobrevive más de mejoras en momentos puntuales y los regalos de los rivales (el del Málaga este lunes ha sido gigantesco), que de su efectividad y buen hacer colectivo.
Y eso que con Carlos Martínez parecen haberse abandonado rutinas en las que la pizarra de Idiakez seguía enquistada. Al Leganés le restan cuatro jornadas pensando en el peligro y no en su objetivo originario del playoff, Olimpo alejado que empieza a dibujarse como utopía futura de una entidad que deberá replantearse sus próximos objetivos. El siguiente es urgente y asfixiante: salvación.