Del Celta a Vigo
El duelo de la primera vuelta, que ganó la formación celeste con dos jugadores menos, marcó la temporada de Las Palmas, que reaccionó tras aquel parón.


Lo que pasa entre parones de selecciones. Así ha transcurrido la temporada de la Unión Deportiva Las Palmas, al menos desde que comenzó su mejor momento del curso hasta el peor, el presente, del que todavía ni siquiera se adivina el final de tan mal como anda el equipo grancanario. Casi como ahora, le quedan prácticamente los mismos partidos para arreglar semejante desaguisado.
Resulta que, tras aquel sonrojante 0-1 contra el Celta que trajo consigo la destitución de Luis Carrión, Las Palmas afrontaba la segunda mitad de la primera vuelta con otro entrenador y nueve partidos por delante antes de acabar el año, 10 contando el último de esta mitad de curso, que perdió 1-2 contra el aguerrido Getafe. Contra el equipo azulón empezó a torcerse un rumbo que adquiría velocidad de crucero con Diego Martínez a timón, pues en sus nueve duelos previos a las uvas pasadas acumuló seis victorias, dos derrotas y un empate.
Este serial de éxitos se produjo tras un parón de selecciones. El debut de Martínez se retrasó pero al menos tuvo un par de semanas por delante, lejos así de las urgencias, para afinar la puesta a punto de un equipo que, antes de su llegada, apenas sumaba tres puntos de los 27 que se habían puesto en disputa.
Sin embargo, aquella derrota con el Getafe, en el último partido de la primera vuelta, le quitó los frenos a un equipo que ahora transita en una interminable cuesta abajo. De hecho, en los 10 partidos posteriores al comienzo del presente año apenas ha logrado tres puntos, salidos ellos de los empates ante Osasuna, Valladolid y Alavés. Ahora, de nuevo, convive en la incertidumbre de otro parón de selecciones y 10 partidos por delante.
Del Celta a Vigo, donde el 31 de marzo se reencuentra con la competición, un círculo vicioso de pronóstico incierto. Un cóctel de extremos del que Las Palmas, de momento, sale mal parada. Aquel agónico gol de Moleiro ante el Alavés impidió calcar la situación, es decir, ver cómo reaccionaba la hueste grancanaria con otro general al frente.
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