Cuando Dibu Martínez se convirtió en Maquiavelo
El psicólogo Geir Jordet, encargado de analizar el comportamiento de los futbolistas en el campo, explica los movimientos del héroe argentino en la tanda de penaltis.
La mente es el corazón más potente del cuerpo hurmano. Y, dentro de esa faceta vital, también ayuda a ganar partidos. Por ello, Geir Jordet decidió analizar los comportamientos del jugador de fútbol dentro de un terreno de juego. En algunos deportes, donde la estrategia es forzar el fallo rival, el elemento psicólogico es fundamental. En el caso de Dibu Martínez, portero de carácter sólido y exclusivo, el poder de la mente fue clave en la tanda de penaltis que decidió la tercera estrella para Argetina.
Martínez llevó a cabo un juego mental diseccionado al detalle por este psicólogo danés. Geir Jordet definió que el portero argentino ganó la batalla mental y forzó los fallos de Kingsley Coman y Aurélien Tchouaméni. El juego de Dibu Martínez arrancó en los prolegómenos de la tanda, tratando de hacerse con el aréa penal contra Lloris. Mientras Lloris miraba cómo caía la moneda que determinaría el orden de lanzamiento, Martínez se dirigía a la portería para esperar allí a Lloris y darle la bienvenida. Como un padre esperando la llegada de la pareja de su hijo. Como si le estuviera diciendo: “Bienvenido a mi casa, Hugo”.
Ya inmersos en la tanda, Martínez arranca su juego particular con el lanzador. Se muestra cordial y cálido. La respuesta mental llama a bajar la guardia del lanzador y provocando vulnerabilidad. Así lo indica Jordet. A Lloris le recibe de ese modo. De la misma forma a Mbappé. Aunque, en el caso de último, no tardó en acudir a su otro elemento del plan: las interrupciones sútiles y silenciosas. Ayudándole a conocer al árbitro. “Con Mbappé insta al árbitro a revisar la colocación del balón. El árbitro amablemente obedece y responde con un ‘pulgar hacia arriba’”.
Llega el turno de Coman y el Dibu sigue con su hoja de ruta con un pequeño giro: aumentar la presión sobre el colegiado. Obliga de nuevo a Marciniak a comprobar la posición del balón. La respuesta es obediente y es cuando Martínez ya sabe que el área es suya. Es momento de parar. Dibu detiene el penalti de Coman.
“Las investigaciones muestran que las celebraciones grandes e intensas indican confianza, dominio y superioridad, lo que afecta positivamente a los compañeros de equipo y negativamente a los oponentes. Martínez capitaliza al máximo su primer salvamento” señala el psicólogo. Martínez no se cortó a la hora de celebrar, algo extraño de ver en tandas tan intensas.
Rebosante de confianza por parar el penalti de Coman, llega el turno de Tchouaméni. Es cuando Dibu empieza a jugar de nuevo su partido particular. En el momento en el que el jugador del Real Madrid se dirige a lanzarlo, Martínez, balón en mano, se vuelve hacia la afición argentina a hacer ruido, a aumentar la presión sobre el lanzador.
Una vez llega Tchouaméni a los once metros, Dibu le lanza el balón, obligando al jugador a recogerlo. Una falta de consideración por el rival cuya representación en el portero es una media sonrisa victoriosa. La respuesta del jugador francés vino en forma de fallo, aniquilado por la presión.
Cuando llegó el turno de lanzamiento de Paredes, Dibu pensó que Lloris podría usar la misma picardía que él, por eso decidió entregarle el balón en mano a su compañero. Imposibilitando así, cualquier tipo de intento de ‘juego mental’ por parte del portero francés.
El cuarto lanzador de Francia fue Randal Kolo Muani. En este caso, “Martínez primero pareció comunicarse y hacer un gesto con alguien del banco de suplentes” de la Selección. Dejando constancia de que le había estudiado, produciendo así un acto de intimidación. El árbitro le sacó amarilla, pero para Martínez fue una amonestación balsámica. Ya se sentía ganador.
Para Jordet esos juegos ‘eficaces y sesudos’ dieron valor a una victoria que acabo imprimiendo la tercera estrella sobre la albiceleste. Dibu fue el Dibu de siempre, pero convertido en su forma más maquiavelica. Algo que bien vale una Copa del Mundo.