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BARCELONA

Crónica de un jueves negro

Se cumple un año de la ruptura con Messi. Esta es la crónica de lo que pasó en esos días en los que el Barça cambió para siempre. A cambio, hoy, sin ser casualidad, se presenta Lewandowski.

Messi en su despedida.
Messi en su despedida.JOAN M. BASCUDiarioAS

El jueves 24 de octubre de 1929 pasó a la historia como el ‘jueves negro’. Ese día se desplomó la Bolsa de Nueva York provocando una tragedia que nadie vio venir. Hoy hace un año el Barça vivió su particular jueves negro. Nadie lo sospechaba. Es más, como en Nueva York, el miércoles anterior fue un día feliz, de planes de futuro, de proyectos ambiciosos y en el que el futuro parecía estar planificado. Ese jueves de hace un año, el Barça y Leo Messi separaron sus caminos y la historia nunca volvió a ser la misma. Esta es la historia de cómo se llegó a un colapso, que repasadas la hemerotecas a toro pasado, sigue teniendo lagunas, pero no fue un acontecimiento imprevisto. Repasemos, que en este caso más que nunca, la hemeroteca es cruel.

Leo Messi había quedado desvinculado del club blaugrana el 30 de junio de 2021 al no renovar el contrato que ya intentó romper mediante un burofax el 25 de agosto del año anterior. La resistencia de Bartomeu a aceptar la petición del mejor jugador de la historia del club abrió una herida que jamás se cerró. Messi, once días después de enviar el burofax concedió una entrevista a goal.com en la que afirmaba que aceptaba quedarse porque “no voy a ir a los tribunales contra el club de mi vida”. La onda expansiva de estas declaraciones aceleraron la caída de la junta de Bartomeu y se convocaron unas elecciones en las que el ‘caso Messi’ fue el centro del debate. Ganó Laporta los comicios, que en campaña había asegurado que “lo de Messi lo arreglo con un asadito”. Messi, por cierto, protagonizó la imagen de la jornada electoral cuando acudió a votar como un socio más junto a su hijo.

Que Laporta no lograra renovar a Messi antes de que acabara su contrato no levantó sospechas en el barcelonismo. El argentino acabó la temporada, se fue de vacaciones primero a Miami y luego a Ibiza y en el club blaugrana se daba por hecho que todo respondía a un guión que necesariamente iba a acabar bien. El cielo se encapotaba, pero nadie pensó en coger un paraguas.

El día 2 de agosto, Messi no tenía problema en dejarse ver por Ibiza donde estaba de vacaciones con Luis Suárez y Cesc Fàbregas. Ese día, Messi si hubiera renovado estaba citado para reincorporarse a los entrenamientos del club. No lo hizo. A nadie le pareció raro. Al contrario. “Es una cuestión formal”, dijeron desde el club. No podía entrenarse mientras no firmase el contrato.

El día antes, Joan Laporta, abordado por los periodistas cuando llegaba al club declaró sobre la continuidad de Messi que “todo va bien, según lo previsto. Todo prospera adecuadamente, todo va bien”. Ni una nube en el horizonte. Ni siquiera un experto rastreador de tormentas como Javier Tebas vislumbró una alteración en el ambiente. “Creo a Laporta si dice que va bien”, declaró el presidente de LaLiga entonces.

Se daba tan por segura la continuidad de Messi, que repasando la prensa de esos días los temas de debate en el barcelonismo eran dos cuestiones que hoy, un año después de la catástrofe, causan sonrojo: la presentación de Emerson Royal y el desafío de Ilaix Moriba, que se negaba a renovar.

Lo que pasó y se dijo en presentación de Emerson Royal cobra, un año después, una importancia que a todo el mundo le pasó por alto. Fue el lunes 2 de agosto y allí el presidente Laporta modificó su relato sobre el curso de las negociaciones con los Messi. Consciente o inconscientemente su optimismo del viernes anterior se había rebajado. “Estamos haciendo todo lo posible. Aún no está resuelto, pero todo progresa. Haremos todo lo posible para que Messi continúe dentro de las posibilidades del club. Tenemos muchas posibilidades de que siga porque él quiere continuar”, dijo cuando le preguntaron por el argentino. Nadie detectó los matices de “dentro de las posibilidades del club” y del “haremos todo lo posible”. Dos frases que un año después despiertan interpretaciones que por la cercanía nadie contempló. Probablemente, porque la frase que triunfó del presidente ese día fue la de “tengo dulces sueños con Messi”. Como titular, era imbatible.

Con todo aparentemente bajo control, Messi seguía en Ibiza, el Barça perdía su primer partido de pretemporada contra el Salzburg y Koeman en declaraciones tras el encuentro quitaba hierro a la derrota y declaraba que “lo más importante es que Leo siga aquí, veremos si puede jugar el Gamper”. En el club estaba todo preparado para anunciar a lo grande la renovación. El departamento de comunicación estaba alerta, los vídeos preparados, el auditorio reservado, las camisetas listas para llenar los estantes de la tienda oficial. La renovación era tan inminente que incluso, según publicó Joan Poquí en Mundo Deportivo, se controlaba el parte meteorológico por si había alteraciones que pudieran retrasar el vuelo privado (de menos de media hora) que trasladaría a Leo de Ibiza a Barcelona, donde ya había llegado su padre.

Messi aterrizó en Barcelona el miércoles después de haber cenado en Ibiza con Neymar, Di María, Paredes y Verratti. En esa cena les dijo que seguiría en el Barça y en ese contexto ninguno de los comensales tuvo inconveniente en publicar en las redes sociales las fotos del feliz encuentro. No se podía malinterpretar, nadie pensaba que diez días después esa imagen de una cena sería una foto de equipo.

Al día siguiente de la llegada de Messi a la terminal corporativa de El Prat, Sport titulaba en portada “Acuerdo total” y se detallaban los detalles de un acuerdo que parecía pendiente de firma: cinco años más de contrato, con opción de cortarse al segundo y una rebaja del 50 % del sueldo del argentino, consciente de la crítica situación económica del club.

No obstante, ese día pasó también otra cosa que vista en perspectiva, podría explicar muchas cosas: LaLiga anunciaba a bombo y platillo el acuerdo con el fondo de inversión CVC. De entrada, en Barcelona todo el mundo lo interpretó como una señal definitiva para que Messi se quedara en el Barça y en LaLiga. Un ‘win-win’ para Tebas y para Laporta. Pero la euforia duró escasas horas.

Ferran Reverter, por aquel entonces director general del club no vio claro el acuerdo. Esa noche pasaron cosas que siguen en la sombra.

El caso es que desde el mediodía del jueves 5 de agosto, los teléfonos de los periodistas empezaron a hervir. Llegaron informaciones que negaban lo que parecía incontestable hacía sólo unas horas. El drama se consumó a las 19,45 horas del jueves cuando el Barça, en un comunicado más que austero anunciaba que Messi no iba a renovar.

A esa hora de aquel jueves, ya nada en el Barça volvió a ser como antes. Ni lo sería. Y el miércoles optimista que le precedió pareció tan lejano como el puerto que uno deja atrás cuando se lanza sin rumbo a la aventura. A un año de ese drama, hoy se presenta a Lewnadowski. No es casualidad