REAL MADRID-SHAKHTAR | JOVICEVIC
“Entrenamos pendientes del sonido de las sirenas antiaéreas”
La guerra obliga al Shakhtar a vivir entre sirenas antiaéreas. Mañana llegan al Bernabéu dirigidos por Jovicevic, que sabe lo que es vestir la camiseta del Madrid.
Para el Shakhtar, la visita de mañana no es otra más al Bernabéu. El equipo ucraniano se sabe ahora mismo la bandera futbolística de un país azotado por la invasión rusa. El propio Shakhtar lo sufre, exiliado entre Lviv y Varsovia, donde recibirá al Madrid la semana que viene. Al frente, un viejo conocido del club blanco, Igor Jovicevic. El técnico croata, que pasó cinco años en Chamartín a principios de los años 90, atiende a AS para hablar de un equipo que ha tenido que reconstruirse casi desde cero tras el éxodo masivo de sus futbolistas extranjeros...
El Shakhtar ha preparado su visita al campeón de Europa yendo y viniendo entre Lviv y Varsovia, dentro de un contexto salpicado por la guerra. ¿Cómo se manejan en ese caos?
El caos a veces organiza (ríe). Trabajo en un club grande y todo lo tenemos planificado. Dicho esto, es una situación compleja de manejar, especialmente el estado emocional de los futbolistas. También el cansancio. Cuando vives en el hotel, el avión, el tren y el autobús en vez de en tu casa, se pierde mucha energía y concentración, va unido. En la primera jornada un partido de la liga ucraniana se paró por las sirenas de ataques aéreos y tardó cuatro horas en terminarse. Queremos ser competitivos, pero entre partido y partido nadie sabe por lo que estamos pasando...
¿A ustedes les han sonado esas sirenas antiaéreas?
En partidos no, en los entrenamientos sí pasa y tienes que estar pendiente y seguir las instrucciones que nos transmiten las fuerzas armadas. La cabeza sale afectada. No es lo mismo entrenar en Lviv pendiente de un posible ataque que la tranquilidad con la que puedes trabajar en Polonia. Hablamos, además, de que mucha de la gente del club y también de los jugadores son de Donetsk. En 2014 tuvieron que huir de sus casas y hace siete meses les tocó huir de Kiev. Es una situación brutal. Como deportistas al final jugamos también por los soldados que están luchando por defender su país. Sabes que te siguen y que les estás dando una emoción positiva durante el tiempo que dura un partido. Es una responsabilidad enorme. Nos empuja y nos da energía.
“Mis jugadores están muy involucrados en lo político, en echar una mano a su pueblo en lo que puedan”
Le toca, supongo, ser casi más psicólogo que entrenador...
No sabes por dónde va a ir esta situación, genera inquietud, es inevitable. Puedo decir que el grupo que tengo es fantástico. Además del fútbol, están muy involucrados en lo político. En echar una mano a su pueblo en lo que haga falta, una labor social. Yo decidí volver a Ucrania porque he jugado y entrenado aquí y me encanta la mentalidad del país. Son muy bonachones y cuando ven que te involucras, te dan todo. Sentía una deuda, que tenía que volver, casi inexplicable. Mis amigos en Croacia no lo entendían. Tuve que valorar mucho los pros y los contras, pero decidí ver el vaso medio lleno. Y una vez solventada esa pelea interna, me toca generar una enorme concentración para guiar a mis futbolistas. Que aunque estemos mirando al cielo a ver si no nos cae nada, tenemos que competir. Mucha gente no es consciente de lo que sufrimos y genera empatía entre nosotros. Hemos creado una sinergia y somos más fuertes, remamos juntos.
Usted ficha por el Shakhtar el 14 de julio y le toca reconstruir una plantilla en la que casi todos los futbolistas extranjeros (había 13 brasileños sin ir más lejos) habían huido...
El inicio de la guerra generó una situación difícil de roer para los clubes ucranianos. Muchos jugadores se fueron y no querían regresar. Cuando yo llegué el proyecto deportivo estaba casi caído. Sin los brasileños, sin los otros extranjeros... En la pretemporada me encontré con muchos jóvenes ucranianos que volvían de cesiones porque no habían tenido nunca un hueco en el Shakhtar. Ahora la guerra les ha generado un momentum, su gran oportunidad. Les toca crecer rápido, ahora ellos son los brasileños. Y hemos pasado a llevar a doce jugadores con la selección ucraniana. Logré traer dos extranjeros que ya conocía, el brasileño Taylor, que estaba en PAOK y le entrené en Dnipro, y el croata Djurasek, que lo tuve en el Dinamo de Zagreb. También está Lassina Traoré, burkinés, que sí quiso quedarse. Sólo tenemos tres extranjeros.
El Madrid tiene gente con mucho olfato. Tienen una opción de compra y si sigue apuntando estas maneras, seguramente querrán comprarlo. Le deseo lo mejor porque es un buen jugador, con recorrido y buenas maneras. Vamos a ver cómo se desarrolla él y la situación.
Usted ha levantado un grupo capaz de ganar 1-4 en Leipzig e igualar 1-1 contra el Celtic. ¿Su equipo juega con una dosis extra de corazón?
Hay un componente patriótico, está ahí. Ya no jugamos por el dinero, se juega con el corazón. Nuestro dueño es uno de los más ricos del país, pero sus negocios se han visto muy afectados. La cabeza interviene en los partidos, pero jugamos desde las emociones y más cuando te vas a enfrentar a plantillas que valen 500 millones de euros. Es el vernos en la Champions. Para mí, un sueño de siempre que pude cumplir. En Leipzig estaba tan entusiasmado y mis jugadores tan emocionados que era imposible perder (ríe). Seremos la Cenicienta del grupo, pero hemos demostrado que nadie nos ha regalado nada, que somos un equipo que pertenece por derecho propio a la Champions.
El Madrid ha ganado nueve de sus diez partidos de la temporada y el otro ha sido un empate...
Somos los outsiders y nos medimos al mejor club del planeta. Si les analizas en lo táctico, ves errores donde los puedes pillar... pero no les hacen goles. Y si les marcan, el Madrid responde con goles a pares. Es una fuerza individual tan brutal que aunque a veces parecen algo anárquicos, tienen tanta experiencia que dominan el tiempo, el espacio, saben sufrir y están convencidos de que van a ganar. Tienes que rozar la excelencia y que a su portero se le cuele entre las piernas (risas).
Mucha gente no lo recordará o no lo sabrá, pero Igor Jovicecic fue durante cinco temporadas futbolista del Real Madrid en los años noventa y además con un fichaje de esos de película...
Yo tenía 17 años. Más tarde mi admirado Del Bosque me dijo que me tenían desde hacía tiempo en su agenda. Yo venía de ser subcampeón de Europa Sub-17 y fui elegido el mejor del torneo. Tenía ofertas y estando en Verona ultimando mi fichaje por ese club en un hotel... Veo entrar un equipo. Reconozco a Radomic Antic, que en paz descanse. Era el Madrid, habían ido allí para jugar un torneo.
Eso fue sólo el inicio...
Conocía a Prosinecki y charlé con él y con Antic. El Madrid estuvo muy vivo y me propuso volverme con ellos a España. Fui, jugué un par de partidos con otro nombre y estuve escondido en un hotel de incógnito hasta que un periodista me descubrió... Al final se cerró el fichaje.
¿Por qué se sigue a veces mirando de reojo a ganadores como Del Bosque o ahora Carletto por entrenar con mano izquierda?
Si con mano izquierda ganas todo, para qué cambiar, con mano dura sólo puedes estropearlo... A Zidane le pasaba lo mismo, pese a ganar tres Champions consecutivas. Si a ellos les criticaban, imagínese a mí. Tengo claro que esos entrenadores de los que hablamos son muy inteligentes emocionalmente. En lo táctico, todos tenemos ayudantes que trabajan además con ordenadores y te preparan sistemas, contrarrestan los sistemas contrarios... Lo que no puede hacer un ayudante es lo que hacen Vicente, Ancelotti o Zidane. Entrar en un vestuario y que los jugadores reconozcan en ti una bondad y sobre todo esa sabiduría. Es respeto, y el futbolista lo siente. No hace falta ser elocuente, basta con ir al grano, porque el jugador lo entenderá y morirá por ti. Recuerdo mi debut con Jorge Valdano...
Cuénteme.
Era un partido en Oviedo en el debut de Prosinecki con ellos. El Madrid no tenía a los internacionales, Laudrup entre ellos, por eso me dieron el dorsal 10. En el túnel, Jorge me dijo algo que nunca olvidaré: “Igor, en cuanto puedas tira un caño”. Quiso, con eso, que yo me relajase. Sabía que con ese caño, si me salía, yo ya iría todo el partido volando. Le admiro, Valdano es un sabio del fútbol, está en otro nivel.
Hábleme de su buen amigo Sergio Scariolo...
Hablamos hace unos días. Con Sergio he vivido mucho en Marbella y es una persona top. Inteligentísmo, esas palabras medidas... Y como entrenador, qué decir. Chapeau. Mire esa nueva generación a la que ha hecho campeona. Un poco como lo mío. Vamos a ver si llegamos tan lejos como ellos (risas). Su gestión, esa manera de hacer un grupo, es un ejemplo porque es lo más difícil para un entrenador.
“¿Modric? Jugar a este nivel a su edad no lo hizo nadie, ni Iniesta ni Xavi”
Sé que Modric le debe una camiseta, es el momento...
Ya creía que nunca iba a suceder (suelta una carcajada). Fue por 2017 o así, estuve viendo a mi amigo Ramis en Valdebebas y pude hablar con Luka. Le pedí la camiseta. Aunque estamos en contacto nunca llegamos a coincidir, así que le dije en broma la última vez que ya me la daría cuando tuviese 40 años y estuviese jugando en Los Ángeles Galaxy... Pues el destino ha querido que pueda ser ahora. Lo que está haciendo Modric, jugar a este nivel con su edad y en el mejor club del mundo, no lo ha hecho nadie. Ni Iniesta ni Xavi, por ejemplo, que se fueron muchísimo antes a otros clubes. Le adoro y es un orgullo verle con Croacia, es la definición de un líder.
De Modric a Mudryk. ¿Es tan bueno como parece?
Siempre destacaba, desde años atrás, el que conoce el fútbol ucraniano lo sabe. Sus habilidades, su velocidad, ese dribbling y ese desparpajo... A todos les llega su hora y esta es la suya. El año pasado despuntó, pero le faltaron oportunidades. Sé que el Bernabéu se quedó con su nombre. Ahora tiene la responsabilidad de que es el que tiene que ser decisivo. Vamos a ver de qué material está hecho.
Cada entrevista que le hago le pregunto lo mismo, así que insisto. ¿Cuándo le veremos entrenar en España?
España es como mi casa. Viví allí desde 1991 y mi hermano trabaja en Valladolid. Nos quedamos allí desde que mi padre fue como asistente de Rafa Benítez. Luego estuve muchísimo en Marbella, mi base de operaciones. Adoro España, la manera de vivir, de tapear (ríe). LaLiga es un sueño para mí y trabajo para conseguirlo. No lo logré como futbolista por una grave lesión de rodilla. Ahora saldré en el Bernabéu y en la Champions. Me sentiré como cuando debuté como madridista siendo un teenager, en 1991, en un 2-1 al Figueras. Me veo realizando lo que no pude entonces y es emocionante. Si se da hasta la coincidencia de que nos vamos a alojar en el hotel Eurostars, una de las cuatro torres donde estaba la vieja ciudad deportiva... Es maravilloso.