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Alfredo y Pedro son historia

De la buena. Sin retintín. No hablo de la historia cronológica, que por ahí pasan todos, hablo del cuadro de honor en el que merecen estar Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, que han mantenido vivo al Racing durante seis años casi en solitario. Y sin casi. Sin su cartera, y sin su voluntad de abrirla cada fin de mes para que todo el mundo cobrara, el club no hubiera cumplido los 110 años de vida, ni los 105. Y lo han hecho sin que nadie les ayudara. Ellos pueden salir con la cabeza alta y el racinguismo agradecerles sinceramente su paso por El Sardinero. Es cierto que se van para casa con un beneficio de entre nueve y diez millones de euros, entre los intereses que les ha generado la línea de préstamo que ha sido una especie de gotero para la entidad y el saldo entre lo que han cobrado y lo que pagaron por las acciones. No está mal. Probablemente, nunca ningún dirigente de los que han pasado por el Racing han acabado con ese saldo entre debe y haber, pero ha resultado lo que ahora llaman un win-win, todos ganan. El Racing se salva de la liquidación (dos veces, cuando entraron en el capital y cuando Hacienda les planteó un órdago tras el incumplimiento del Gobierno de Cantabria, estuvo muy cerca) y ellos salen del anonimato, viven una montaña rusa de emociones, dos ascensos incluidos, y se sacan un pico. Nada que objetar. Por mi parte, como racinguista, muchas gracias, Pedro, muchas gracias, Alfredo.

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Nacho CuberoAS

Les cuesta dejarse querer y se les ha hecho largo

Es probable que aquellos que estén leyendo estas líneas y no sigan muy de cerca el día a día del club se pueden estar preguntando, si han hecho méritos para estar entre la escasa nómina de dirigentes que pueden presumir de salvar al Racing de una situación agónica que ellos no habían provocado, ¿porqué el racinguismo no ha llorado el anuncio de su marcha? Pues, primero, porque son dos personas, muy diferentes, a las que les cuesta dejarse querer. Por el racinguismo, por las autoridades, por sus empleados, por los medios de comunicación. Ellos pagan, dejan trabajar con absoluta libertad, no piden nada, pero tampoco les apetece el roce para que les puedan pedir. Es muy probable que nadie (siempre hay excepciones) tenga nada que echarles en cara, pero muy pocos recuerden un guiño cariñoso. Creo sinceramente que son buenas personas, pero a Pedro por timidez y a Alfredo porque tiene unas 500 cosas más importantes en su vida que el Racing, les ha faltado interactuar con el racinguismo. Incluso, diría, sobre todo en el caso del presidente, dejar notar que se sentía racinguista de corazón, que seguro que ha acabado siéndolo.

Y luego está lo del final. Ha sido como la última temporada de esas series de éxito que parece como que no saben como acabarlas. La última de ‘Juego de tronos’, casi todas menos la primera de ‘Prison Break’, desde la octava o novena, por ahí, de ‘Cuéntame...’. El Racing, pese a volver al fútbol profesional y salvar con una gran segunda vuelta la permanencia, ha estado al pairo. Funcionando por inercia. Dicen los ganaderos que el ojo del amo engorda la vaca, pues aquí los amos ya estaban poco. Y La Albericia da pena, El Sardinero vergüenza (y hablo solo de lo que corresponde al club), las relaciones con la afición son frías, distantes y, en el caso de algunas peñas, tensas, la campaña de socios es más que desganada, casi inexistente... Y lo de las camisetas, elegidas por el enemigo. Y no ha sido por maldad. Ya les faltaba pasión. Y ganas. Se les ha hecho largo. Esas cosas pasan. A todos nos pasa en lo nuestro, a mí el primero, pero no somos tan importantes como el presidente y el vicepresidente del Racing como para que haya miles y miles de cántabros dándose cuenta.

Pedro Ortiz, vicepresidente del Racing, y Mikel Martija, director deportivo.
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La destitución de Romo de fraguó en tres reuniones en La Albericia entre Pedro Ortiz y Mikel Martija.Nacho Cubero

Pedro, el discreto, las mataba callando

Pedro Ortiz, el vicepresidente, el socio y leal compañero de Alfredo Pérez, es el gran desconocido. Más allá de alguna frase lacónica en el césped de Son Malferit tras el ascenso, yo no le recuerdo más intervención pública que en la inauguración de la residencia que tiene el Racing en las Instalaciones Nando Yosu, que se ve que le hizo ilusión. Pero es futbolero. Y tiene recuerdos racinguistas de chaval. Y ha habido momentos en los que se ha involucrado seriamente y ha forzado el cambio de marcha de su socio y amigo. Como en la destitución, tempranera en mi opinión, de Rozada, como en la guerra entre Romo por un lado y los dirigentes de la cantera, por otro, en la que se volcó con Gonzalo Colsa, lo que le hizo romper los puentes con el madrileño, que tampoco se cortó en hacerlo saber urbi et orbi en La Albericia. Y también forzó la contratación de Martija para contraprogamar al romismo que había logrado meter de secretario técnico a uno de los suyos. Y, por supuesto, la destitución de Fernández Romo, que a la larga se demostró un golpe de timón, con el fichaje de José Alberto, que sacó al equipo del camino a la perdición. Es buen tío. Pedro. Aunque no tuve oportunidad de decírselo. No se dejó.