Un Lemar de claroscuros
Llegó hace cuatro temporadas al Atlético con un rendimiento irregular, marcado por el peso de la camiseta y las lesiones. Sólo en la 20-21 brilló de verdad. No accede a renovar.
Hace cuatro temporadas que Thomas Lemar llegó al Atlético con una vitola que se convirtió en grillete en los pies: fichaje más caro de la historia del club hasta aquel verano, el de 2018, en el que el club rojiblanco pagó 70 millones por su incorporación al Mónaco. Llegaba, además, con recomendación. La de su amigo, compatriota y compañero de selección, Antoine Griezmann, que renovaba aquel estío en el que se proclamó campeón del mundo y tras grabar La Decisión, documental en el que anunció, a lo NBA, que su elección entre Atlético y Barcelona, era "quedarse" (un año después se iría, pero esa es otra historia). Lemar llegó y brilló. Para siempre, su Supercopa ante el Real Madrid en Tallin, donde cada adornó cada jugada con confetti y exclamaciones. Y ya. Aquel Lemar no volvió a asomar por el Atlético hasta mucho, mucho después.
Porque a Lemar empezó a pesarle la camiseta, el dinero que había costado y salía a cada partido como escribiendo su adiós en el club rojiblanco. No daba una, como enredado en su propia ansiedad. Tres goles aquella temporada 2018-19, cero la siguiente, la 2019-20 y una constante: Simeone no perdía la fe en él. Y le ponía. Y le ponía. Y le ponía. Le ponía aunque pocos lo entendieran. "No le veis cómo entrena", deslizan personas que sí, del día a día en el Cerro. Por eso Simeone creía: porque en los entrenamientos, sin público, sin el runrún creciente a su alrededor, Lemar volvía a ser el Lemar que se fichó. Ese futbolista diferencial. El mejor. Aquel verano de 2020 estuvo en el mercado. Pero sin grandes pretendientes. O pretendientes que hicieran que desembolsaran un importe que dejar al Atlético satisfecho. Entonces João Félix ya había llegado al equipo pero Lemar continuaba igual. Perdido en lo oscuro. Y eso que en 2020 los equipos de fútbol ya jugaba sin público, el estallido del COVID, el confinamiento, la pandemia. Lemar no se fue. Y en LaLiga que siguió, esa que ganó el Atleti, al fin de verdad se puso bajo los focos.
No ha respondido a una oferta de renovación
Porque el Lemar de 2020-21 sí fue aquel que se fichó, diferencial, como si al jugar sin público se hubiese esfumado esa presión que le bloqueaba las piernas, que no le permitía destacar, jugar. Uno de los futbolistas destacados de aquel Atlético, ejercía como pegamento entre el centro del campo y la delantera. Volvía a hablarse de su clase brutal y no de él como un fichaje fallido. El Atlético se proclamó campeón de Liga y su rendimiento tuvo que ver con ese título logrado en Valladolid, última jornada. Los galones se apretaban fuerte en su camiseta. Pero esta 21-22 que acaba de terminar le han vuelto a oscurecer las lesiones, que no le han permitido rendir. Cuando ha jugado, ha destacado. La camiseta ya no le pesa. Son sus piernas: cuatro lesiones musculares y el coronavirus. 97 días sin que Simeone pudiera contar con él. El equipo lo notó. El club le ha ofrecido la renovación, acaba contrato en 2023, pero de momento se ha encontrado con el silencio. De momento se le sigue esperando, pero si llegara una buena oferta para todas las partes...