Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

VALENCIA

Lo que el Valencia debe esperar de Gattuso

El italiano es un experto en trabajar bajo presión y buscará un juego intenso y ofensivo. Sus últimos años lo demuestran.

Gennaro Gattuso.
MIGUEL MEDINAAFP

Rino Gattuso está a un paso de convertirse en el entrenador del Valencia. Más allá de lo que ocurra en el mercado de fichajes y de su relación con Jorge Mendes, vuelve a ser noticia la imagen que dejó como jugador. Le apodaban 'Ringhio', gruñido, y de él se recuerda sobre todo la fuerza, la dureza de su fase defensiva, la falta de técnica que él mismo subrayó a menudo. Sin embargo, si el Milan de Ancelotti fue tan grande es porque supo juntar la clase de los Kaká, Shevchenko, Seedorf, Pirlo con la enorme inteligencia táctica de Gattuso. La misma que ahora utiliza en los banquillos.

Sus características como futbolista no tienen nada que ver con el estilo de juego que busca como técnico. El italiano no es un amarrategui: quiere equipos ofensivos, que presionen fuerte arriba, que tengan la pelota, que marquen muchos goles. El 4-3-3 es su dibujo favorito, pero demostró que sabe adaptarse a lo que tiene, también en contextos complicados.

A pesar de su palmarés, quiso comenzar en equipos modestos. El Sion, el Palermo de Zamparini, Creta y Pisa, donde acabó pagando a los jugadores por las dificultades económicas de la entidad. Regresó a su Milan como técnico de la Primavera, y el club le pidió sustituir a Montella, algo imprevisto. Ahí se quedó durante dos cursos: en el primero logró una final de Copa (perdida ante la Juve en 2018), en el segundo llegó a un punto de la Champions. Después, decidió marcharse porque el proyecto no le convencía, y renunció a su finiquito para que se pagara todo a su cuerpo técnico, del que siempre forma parte Gigi Riccio, su fiel segundo desde hace una década.

La aventura en el Nápoles fue muy difícil, dentro y fuera del campo. Gattuso llegó para sustituir a Ancelotti, su padre futbolístico, ante una crisis de resultados que culminó con el famoso motín de los jugadores en contra del club. 'Ringhio' llegó en diciembre de 2019, y se encontró plantilla y directiva enfrentadas. El covid complicó todavía más su trabajo, pero el italiano cerró la segunda vuelta del Calcio con 38 puntos (menos solo que Atalanta y Milan) y levantó una Copa italiana, conquistada batiendo a Lazio, Inter y Juventus en la final. Fue un éxito histórico para el club (la ciudad lo celebró con una enorme noche de fiesta), que el técnico no pudo disfrutar del todo. En las semanas anteriores, había perdido a su hermana Francesca, que falleció con 37 años por una grave enfermedad.

En su segundo curso napolitano también tuvo que lidiar con la miastenia ocular, que ya le afectó cuando era futbolista y le obligó a aparecer con un parche en el ojo derecho durante semanas. La enfermedad regresa cíclicamente, y empeora con estrés y cansancio, algo que no le faltó antes del adiós a los azzurri.

Las lesiones (sobre todo las de Osimhen y Mertens) perjudicaron mucho los resultados de una temporada que terminó con 77 puntos, 43 de los cuales sumados en una gran segunda vuelta. La mancha de su gestión fue el partido con el Verona de la última jornada. Con una victoria en el Maradona habría conquistado el pase a la Champions dejando fuera a la Juve, pero los azzurri no pasaron del 1-1. Los napolitanos nunca se lo perdonaron.

Después de este triste final, hubo la aventura relámpago con la Fiorentina, y la negociación con el Tottenham, que se echó atrás por el mal recibimiento que habría tenido el italiano ante la hinchada local. Ahora, salvo sorpresas, le toca el Valencia. Llega con ganas enormes tras un año de espera, y con unos resultados a sus espaldas bastante mejores de los que se suele contar.

Sus ruedas de prensa no serán banales. Hablará, como siempre, de veneno, de oler el peligro, de intensidad, de lucha, pero también de jugar bien. Tendrá que conquistar la confianza del ambiente Ché, que no le está recibiendo precisamente con ilusión, pero no será un problema. ‘Ringhio’ ya está muy acostumbrado a trabajar bajo presión. Lo lleva haciendo toda la vida.