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Rey de Reyes. Europa entera vuelve a rendirse admirada ante una nueva exhibición del mejor equipo de todos los tiempos. Cuando suena el himno de la Champions, suena el himno del Real Madrid. Un matrimonio indisoluble. La actuación de la tropa de Ancelotti (gran lección de compromiso de Carlo, que llegó a tiempo a Londres para dibujar una lección táctica que tardará en olvidar Tuchel) quedará grabada en la memoria de una afición que sabe que su equipo no tiene límites en esta competición. Fue un partidazo coral de todos, desde el mejor portero de este planeta (la parada de Courtois a Azpilicueta ya está en el Museo de la Champions), pasando por el revival de la ‘Santísima Trinidad’ (Casemiro-Kroos-Modric), por el vuelo desatado del Halcón Milenario (Fede Valverde), por las incursiones imparables de Vinicius en su jardín (pobre Reece James) y por la magia y el poder devastador de Benzema, el futuro Balón de Oro. Karim honró al fútbol en Stamford Bridge. Todo fue maravilloso. Mi amigo Antonio Chaves, que en el Congreso de los Diputados es una institución (fue el ujier que aguantó el tipo junto a las taquígrafas cuando Tejero intentó el Golpe de Estado del 23-F de 1981), me dijo un día que el Madrid es tan grande que nació incluso antes del Big Bang. Ya saben que hace 13.800 millones de años se forjó el principio del universo, el punto inicial en el que se formó la materia, el espacio y el tiempo. Pues la esencia del Madrid ya andaba por ahí. También recuerdo lo que escribió The Times en su editorial tras la memorable final del 7-3 al Eintracht Frankfurt (Glasgow, 1960). El prestigioso rotativo británico dijo esto sobre ese equipo de blanco que en aquella época era imparable: “El Real Madrid se pasea por Europa como antaño se paseaban los vikingos, arrasándolo todo a su paso”. De hecho, el Eintracht ha estado vagando perdido y errático durante varias décadas. Este jueves podrán verle jugar contra el Barça en la ‘prestigiosa’ Europa League. Otro mundo.

El show de Karim. Ni el ayuno del Ramadán ni la presencia de centrales fornidos (Christensen), experimentados (Thiago Silva) y barbudos (Rüdiger) alteraron la hoja de ruta del mejor jugador de fútbol que pisa ahora mismo la Tierra. Que no se me enfade Mbappé, pero cuando firme dos hat-tricks seguidos en la Champions hablaremos de otra cosa. Kylian es el hermano pequeño de Karim y seguro que ya sueña con aprender a mejorar aún más su fútbol a partir de julio en la pradera del Bernabéu. Benzema metió dos goles de cabeza imperiales, desquició a Mendy en el 1-3 (la cuarta vez que lo consigue) y acumula 37 goles en un curso para la posteridad. No tiene techo. Karim lleva con orgullo el brazalete de capitán y le adoran por igual en el vestuario y en la grada. No hay delantero más determinante que él en este mundo convulso. Karim nos enseña el camino.

La fiesta de Londres. Muchos de mis amigos estaban entre esos 2.200 fieles madridistas que desafiaron a la crisis económica y a la lluvia londinense para disfrutar de una noche que jamás olvidarán. Stamford Bridge bailó al grito de los olés taurinos que despertaba el impresionante juego de sus héroes, acabando con el grito que nos identifica a todos los que respetamos y amamos, en la salud y en la enfermedad, el escudo que ha guiado nuestras existencias desde niños. Esto no ha acabado y el martes hay que completar la faena ante el vigente campeón de Europa. El Bernabéu sueña con otra noche para enmarcar. ¡Vamos Real!