El centinela de Cornellà no juega con España: es un albanés
Nacido entre la Rebelión en Albania y la Guerra de Kosovo, con 11 años Keidi Bare dejó el país y a su familia. Pasó por Atlético de Madrid y Málaga, y es fijo en el Espanyol. Una vida de lucha.
Encaramado en lo alto de un muro, el que separaba la explanada del RCDE Stadium de los aficionados ávidos de festejar el retorno a Primera División del Espanyol, el pasado 9 de mayo, Keidi Bare (Fier, Albania, 28-08-1997) fue terriblemente feliz. Y temerario: varios compañeros y el legendario Tommy N'Kono tuvieron que sujetarle los pies para que no cayera al vacío, a unos 20 metros, en una imagen ya simbólica. "A lo bruto", así cuenta también que aprendió castellano este internacional albanés y perico –y por tanto, anfitrión paradójicamente mañana ante la Selección, más si cabe después de la baja de Raúl de Tomás–, que llegó a España a los 15 años y al que tristemente algo le suenan penurias como las que ahora sufre el pueblo ucraniano.
"Fueron tiempos muy duros, mis padres lo pasaron muy mal y siempre le doy gracias a Dios por que estén con vida", relataba a AS este balcánico nacido justo entre la Rebelión en Albania –que en el primer semestre de 1997 sumió al país en el caos– y la Guerra de Kosovo, que discurrió entre 1998 y 1999. "La lucha me viene de familia", certificaba un Keidi Bare que afortunadamente no recuerda la barbarie pero sí sus secuelas. Como la de tener que abandonar su país, y a su gente, con solo 11 años porque "en Albania no tenía futuro". Lo reclutó el Panathinaikos, en Grecia, donde a pesar de ser un niño se fue a vivir solo. Muy poco antes había pasado una semana en Barcelona, a prueba cosas del destino con el Espanyol y con el Barça, de la mano del también albanés Albert Stroni, exjugador de Compostela, Mérida u Ourense.
"Sacrifiqué muchísimo por el fútbol, mi niñez sin amigos y a la familia, para llegar donde estoy", asumía en este periódico. "Yo no sabía lo que era tener amigos, no salía a jugar con otros chicos porque todo lo era el balón. Lo pasé muy mal, fatal, por estar lejos de mi familia a los 11 años, pero tenía que pensar en mi futuro", razonaba, con una inteligencia sobrecogedora. Y la jugada le salió bien. En 2013 recalaba en las categorías inferiores del Atlético de Madrid, y con 19 años debutaba en la Copa del Rey bajo la tutela de Diego Simeone: "Me venían a la cabeza los momentos que pasé de pequeño, que sacrifiqué y lo pasé mal, y me decía a mí mismo 'ha valido la pena lo que he hecho". Una sanción por sus disputas con un árbitro desencadenó su salida del club rojiblanco.
No fue hasta su salto al Málaga, hace apenas tres años y medio, cuando el mediocentro pudo reunirse con sus padres, que en Barcelona viven con él. Firmado por el Espanyol en verano de 2020, tras el descenso, volvió a ofrecer otra clase de lo que es vivir al límite cuando, por encajes del tope salarial, no pudo ser inscrito hasta la última semana de mercado. "El fútbol es tomar decisiones, trabajar duro y tener en mente llegar lejos", resumía. Hoy el 'pitbull', como lo llaman, es indiscutible en el Espanyol y mañana liderará a Albania ante España en su casa, el RCDE Stadium.
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