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ENTREVISTA - MANUEL ESTEBAN

"Manolete es la mejor herencia que puedo dejar para el futuro”

Manuel Esteban recuerda y se recuerda en AS. Toda una carrera dedicada al periodismo que comenzó en la Plaza del 2 de Mayo. De su padre, ferroviario, le viene el Atleti.

Madrid
De izquierda a derecha: F. J. Díaz, jefe de la sección de Diario AS; Vicente Jiménez, director; Alfredo Relaño, presidente de honor; Manuel Esteban; Enrique Cerezo, presidente del Atlético; y Patricia Cazón, redac
De izquierda a derecha: F. J. Díaz, jefe de la sección de Diario AS; Vicente Jiménez, director; Alfredo Relaño, presidente de honor; Manuel Esteban; Enrique Cerezo, presidente del Atlético; y Patricia Cazón, redacINMA FLORESDIARIO AS

Manolo abre el cajón. Ese gesto cotidiano, tan de cada día, hoy lleno de emoción. Lleva tiempo sin pisar AS. Ese trombo en enero de 2020 ha derivado en una incapacidad permanente, su jubilación, a los 64. Puede que hoy sea la última vez que lo haga. Abrir ese cajón lleno de papeles, bolis sueltos, libros y unas gafas para ver de cerca. "Estoy feliz por veros pero mustio", suspira, cerrándolo. Echa mucho de menos lo que ha terminado. El ruido, la redacción, el periodismo.

 -¿A qué se dedicaban sus padres?

-Mi madre a las labores de casa y mi padre era ferroviario. Trabajaba en Atocha, era el que arreglaba todos los trenes porque era ferroviaro-tapicero.

-Nació en 1957, ¿dónde?

-En la Plaza Dos de Mayo. Una de las cosas de las que más presumo.

-¿En su casa hubo fútbol de siempre?

-Sí. Mi padre fue el que me metió los genes atléticos desde el principio. Uno de mis primeros recuerdos más bonitos, con ocho años, tuve la suerte de visitar el viejo Metropolitano. Un Atlético-Córdoba. Jugaba Mendonça. Aquello me impresionó, me encantó para los restos. Con ocho, diez años, me empecé a aficionar al mundo del periodismo también. Era mucho de transistor. Me aficioné a meterme en la cama y a dormirme escuchando la radio. A partir de ahí se me metió en la cabeza que esta tenía que ser mi profesión.

-¿Era hijo único?

-Tengo un hermano al que saco casi dos años, que también está de ferroviario, de maquinista. Yo soy el mayor. Aquí en Madrid teníamos tíos, primos y mis primeras andanzas fueron por todo el barrio de Chamberí. Cuando yo tenía cuatro, cinco años, por cuestiones de trabajo, porque mi padre se trasladó a la estación de Atocha, nos fuimos a vivir a Pacífico, donde he vivido el resto de mi vida.

-¿Era ser ferroviario su destino, como su hermano?

-No. Mis padres me daban libertad. Los estudios de joven fueron buenos, tenía buenas notas y, cuando tuve que elegir la carrera, periodismo. Ellos al principio se mostraron un poco recelosos. Veían economista, abogado…, otras cosas para que el futuro fuese mejor. No veían como que el periodismo fuera algo que pudiera darme una vida agradable. Pero siempre estuvieron conmigo, siempre apostaron por mí.

-¿De aquellas ya existía la carrera de periodismo?

-Sí, yo llegué a ir a la facultad de Ciencias de la Información en la Complutense. Fíjate, me acuerdo que era en los inicios de la democracia y, cuando cogía el metro a Moncloa, me bajaba andando. Llevaba El País en la mano, y cuando un Policía te veía, se ponía nervioso, como diciendo: "Ay este rojo, dónde irá".

-¿Ya quería ser periodista deportivo o periodista a secas?

-Sí, sí. Siempre he querido ser periodista deportivo. El modelo era José María García.

-¿Su padre por qué era del Atleti?

-Pues, fíjate, su padre, mi abuelo, no creo que fuera del Atleti. Porque le gustó desde el principio la Delantera de Seda: Juncosa, Silva, Vidal, Campos y Escudero. Y también porque mi padre era un poco luchador e ir a la contra. Y, claro, todos eran del Madrid y le gustaba tocar las narices.

-¿A usted le pasaba? ¿Qué era el único de su clase del Atleti?

-Tampoco en aquella época recuerdo que no era un tema, el fútbol, del que se hablase mucho. Jugar al fútbol sí jugaba mucho, siempre que podíamos.

-¿Era bueno jugando a fútbol?

-Pues (ríe) más que bueno me gustaba lo de ser entrenador. Con los compañeros y amigos del barrio, ahí en Pacífico, hicimos una vez un torneo organizado por la Federación Castellana de Fútbol. Llegamos a la final. La perdimos contra el Rayo Lourdes y, ¿sabes quién jugaba en el Rayo Lourdes…? Juan Señor. Que luego fíjate lo que consiguió con España. Y, a partir de ahí, me gustaba más los cachivaches del 4-3-3 del 4-2-3-1…, la táctica. Más que la pelota. Tampoco era bueno. Aunque en fútbol sala sí llegué a jugar de portero. Pero enseguida vi que lanzaban unos pelotazos que asustaban y dije: 'Fuera'.

-¿Cómo entró en una redacción?

-Muy fácil, te lo digo. Un día me senté con una guía de teléfonos y busqué las direcciones de todos los medios. Escribí a todos. Periódicos, agencia Efe, todas las radios. A ver si había una oportunidad para las prácticas de verano. El que me contestó fue Efe, el primer medio en el que yo estuve. Y muy bien. Llegué incluso a coincidir con unos Juegos Olímpicos en Estados Unidos, Los Ángeles, incluso, me tocó el turno de madrugada para ir pasando todos los resultados.

-¿Y cómo eran esas cartas? ¿Manuscritas?

-A mano escritas. Había máquina de escribir pero yo las escribí a mano. Y gracias a Dios parece que había gente interesada y lo conseguí.

-Tras Efe ¿cómo sigue su carrera?

-Sigo allí hasta que me contestan del Diario Marca. No. Miento: no era del Diario Marca, era del Diario Arriba, que en aquella época Prensa del Movimiento. Entonces yo voy a Arriba a preguntar y es cuando me dicen que ven que ya está todo el cupo cubierto y que pruebe en el Marca. Subo al Marca, me dicen que vale y empiezo allí.

-¿Cuánto tiempo estuvo en el Marca?

-Ocho, diez años. Primero en prácticas, después como colaborador. Incluso, como curiosidad, estando en Marca llegué a tener mi primer contacto con AS. Me lamó Manuel Sarmiento Birba. Me convocó a una comida para hacerme una oferta que no me convenció y seguí en Marca.

-¿Ya hacía la información del Atlético?

-¡No! Lo había hecho con Goles con Parrado, en la radio, pero en Prensa yo me especialicé en cosas de despachos. Es decir, la AFE, hice la primera huelga con Quino, en la Federación de Fútbol, en Alberto Bosch, que era mi segunda casa, con Antonio, el conserje, que ya decía: "Qué pesado eres". También en el Consejo Superior de Deportes… Todas las cosas de despachos. Me lo pasaba bien, disfrutaba. Y hacía eso que más siempre me ha gustado del periodismo: el reporterismo. Salir a la calle a buscar noticia.

-¿Cómo eran esas primeras redacciones?

-Había máquinas de escribir. A mí al principio me tocó estar junto a Manolo Saucedo que en aquel tiempo hacía baloncesto. Y, claro, como persona de prácticas lo que más me costaba encontrar una maquinita que en ese momento estuviera libre y pudiera hacer las cosas.

-Después de Marca, llegó el AS.

-Sí, en 1996. Cuando lo compró PRISA y llegó Alfredo Relaño me hizo una oferta. Ya estaba entonces en la SER. Justo después de los Juegos Olímpicos de Barcelona, los últimos que yo hago con Marca, me llamó De la Morena, para El Larguero.

-¿Cómo era la vida de enviado especial entonces?

-También apasionante. ¿Ya te he contado mi anécdota con Di Stéfano en Río de Janeiro?

-No.

-Fue en la Copa América de Río. Una televisión le llevaba y pude comer con él. Y que te contase catorce mil anécdotas de lo que era el Madrid de Santiago Bernabéu.

-Tendrá mil anécdotas.

-Buf. En un Mundial recuerdo venir en coche desde Francia, después de que nos eliminaran, del tirón. En los Juegos de Barcelona me vine después del oro en fútbol con José Vicente Hernández y nos cayó tal tromba de agua que nos tuvimos de parar en un túnel porque si no nos inundábamos. Después como Maradona, en Río, intentando hablar con él y era absolutamente imposible porque se levantaba a la hora de Dios quería. Antes también había mucho más contacto con los jugadores, con los protagonistas.

-¿Cómo eran las relaciones?

-Yo no tengo queja. Tomando cervezas. Yo he llegado a ir con Iñaki Cano, su mujer, mi mujer y yo a cenar en la casa de Míchel. Pero cuando Míchel era Dios en el Real Madrid. Y tan bien y tan ricamente. Y en el Madrid, cuando me tocaba hacer alguna vez entrenamiento íbamos antes a la antigua ciudad deportiva y en la cafetería coindiías con los jugadores y hablabas con ellos de manera más normal que ahora.

-Eso se echa de menos.

-Muchísimo. Ahora hablar con ellos es casi imposible. Es más fácil hablar con el presidente de Estados Unidos.

-¿Quién ha sido la persona dentro del fútbol que mejor se ha portado con usted?

-No puedo tener queja de casi nadie. Por ejemplo Santiago Bernabéu me llegó a decir: "Hombre, manolo, qué pinta de Satanás tienes" (ríe). Pero luego muy bien (ríe).

-¿De dónde vino lo de Manolete? ¿Quién se lo puso?

-De la Morena.

-¿Y por qué?

-Por los toros. "Manolete, si no sabes torear pa'qué te metes".

-¿Fue nada más ficharleSER?

-No. Al año o así. Empecé a ser su mano derecha delante del micrófono. Yo intentaba siempre poner el tono de broma, crítica ácida y por eso empezó con  ‘Manolete’, ‘Manolete’.

-Y hasta hoy.

-Es algo que llevo a mucha honra y lo seguiré llevando como bandera.

-¿Cuándo empezó a hacer la información del Atlético?

-Aquí en el AS. Tuve la época de Jesús Gil. Estaba más en sus oficinas que en la redacción.

-Un personaje irrepetible.

-Sí. Que sirvió un poco para que el Atleti volviera a sacar pecho. Aunque lo mejor fue que se llevase a Enrique Cerezo como segundo a bordo. Y ahora la pareja Cerezo-Miguel Ángel Gil creo que están haciendo una labor encomiable.

-¿Desde cuándo no trabaja?

-Desde el 6 de enero de 2020.

-¿Qué pasó ese día?

-Simplemente que estaba en la SER, bajé a por la cena y, cuando volvía, me empecé a marear y no podía andar, me caía al suelo. Me tuve que sentar en un banco de la parada de autobuses, bajaron dos compañeros, me metieron en un taxi y me llevaron a Sanitas a la Moraleja donde me operaron de un trombo en la pierna izquierda que me subió al pulmón y al corazón.

-Tuvo un trombo.

-Sí, un trombo en la pierna izquierda que me subió al pulmón y al corazón. Dejó secuelas. Tengo que llevar unas medias en las piernas. Vigilar el corazón. Tomarme pastillas. Y régimen. A mí que me gustaban las pizzas…, eso, olvidado.

-Es como aquel socio número 1 del anuncio de Rushmore, Agustín de la Fuente Quintana. Pero el Atleti no se lo quita.

-No, eso nunca. Imposible. Yo espero y confío que gane la Champions, tengo esa convicción. Y la retirada la voy llevando. Me siento mustio. El periodismo lo sigo llevando en la sangre. Y lo extraño bastante.

-Siempre dice que el fútbol que a usted le gusta es el de Brasil de los 70.

-Porque me gusta la calidad por encima de la condición física. Por eso en España es para mí es imborrable el Barça del tiqui-taca. Soy de paladar exquisito.

-Usted que pisó el viejo Metropolitano. ¿Cómo ve el nuevo?

-Poco a poco creciendo. La magia que tenía el Calderón no la tiene. El fútbol lo que más necesita de manera urgente es volver a colocar a los aficionados en el lugar que se merecen. Parece que los aficionados son meros accidentes. Y para mí el fútbol son los aficionados.

-¿Qué es el Cholo Simeone para usted?

-Una figura emblemática. Junto con Luis. Los mejores que han existido. Yo desde para el futuro el Wanda Metropolitano haría una encuesta entre los aficionados para que pudiera llamarse o estadio Luis Aragonés o estadio Cholo Simeone. Y si al final cayera la Champions el estadio debería ser Cholo Simeone.

-Como era Luis. ¿Tenía mucho trato con él?

-Sí. En el Mundial de Italia coincidió que también la Ser lo llevó de comentarista. Tuvimos muchas conversaciones y era diferente. También una vez aquí me llamó una vez, por algo que había publicado y que decía que era una filtración de Jesús Gil. ¡Incluso me hizo que le pusiera al teléfono a Relaño!

-¿La noticia o reportaje del que más orgulloso se siente en su carrera?

-Cuando en el Tour de Francia se detectó un positivo y se hablaba de que le iban a quitar el título a Perico. Y yo salí en Marca diciendo que Perico iba a ser el rey, que no había problema. Se presentó una portada doble: “Amarillo hasta París”, con Perico. No voy a olvidar. Quizá ahí por exceso de ego.

-Se hizo especialista en mercado y fichajes... Aunque muchos después no se cumplían.

-(Ríe) Muy fácil. Primero con las llamadas con los agentes, que te intoxican mucho. Luego con la llegada de internet, entraba en webs especializadas. Fichajes.net, fichajes.com. Lo que más buscaba era lo que se decía en el extranjero y que afectase al fútbol español.

-¿Cómo ha vivido en estos últimos años la irrupción de las tecnologías en las redacciones?

-Yo la tecnología, el ordenador, lo veo sensacional. En cambio, soy un enemigo irreconciliable del móvil y las redes sociales. Creo que han sido perjudiciales. Mira, en mis tiempos, cuando los clubes se transformaron en sociedades anónimas, estuvimos en el CSD hasta las cinco de la mañana. Ahora, por desgracia, la información en la calle no se hace. Estás con las redes. Mira qué hace este, mira qué hace el otro. Eso es algo que no puedo.

-Muy alejado del periodismo que usted hacía.

-En el que yo creía.

-¿Qué echa más de menos?

-A toda la gente, a todos mis amigos. Desde que la Ser me dijeron el homenaje, lo que más me está gustando de todas las llamadas, de todos los contactos, es que no he debido de ser mala persona.

-¿Tenía pensado contarlo así?

-No, no. Fueron ellos, Pacojo. Cuando me dieron la incapacidad permanente, les dije: ¡Si queréis, en La Barra Libre puedo seguir. No cobro pero para mantenerme en el candelero'. Mi asesor me avisó: 'No lo hagas. No vaya a ser que le llegue a la Seguridad Social y tengas problemas'. Fue al decirles que lo tenía que dejar cuando lo contaron.

-Y llegó la avalancha de Twitter.

-Eso es lo que más me enorgullece. Es el mejor regalo que me deja la vida.

-¿Y ahora? ¿Manolete queda atrás y será sólo Manuel Esteban?

-No. Los dos son ya Manolete. Y estoy contento con ello. Viendo el cariño que me he dado a la gente creo que es la mejor herencia que puedo dejar para el futuro. A Manolete.

(Cuando cruza la puerta de la redacción, para irse, decenas de fotos con compañeros después, sus cosas en el cajón quedan intactas. Los bolis, los folios, los libros, las gafas de cerca, como testigo mudo de esa figura que ninguno de los trabajadores del periódico olvidará).