Luis Helguera, dura gestión en tiempos víricos
Hoy se cumple un año desde que asumiera la Dirección Deportiva de Las Palmas. Tuvo que lidiar con la pandemia y reconstruir sin Pedri ni Rubén Castro.
Ni que el destino le jugara una broma macabra, que cantara Joaquín Sabina, maestro de maestros, la segunda etapa de Luis Helguera en los despachos de Las Palmas no pudo empezar peor. Hasta se podría decir que este segundo comienzo fue incluso peor que la despedida de su etapa inicial, con aquel sonrojante descenso a Segunda División siendo él secretario técnico y con Toni Cruz en la silla que hoy ocupa el propio Helguera.
Ocurre que, hace justo un año, con el COVID-19 ya en ebullición, la UD anunció la llegada de Luis Helguera como respuesta al órdago lanzado por Rocco Maiorino, director deportivo anterior que había condicionado su continuidad a la salida de Toni Otero, el secretario técnico por aquel entonces, con el que tenía sonoras discrepancias.
Helguera fue presentado el 5 de marzo de 2020, y 11 días después el país entero quedaba confinado hasta nuevo aviso. Así pues, tocaba iniciar la transición desde casa, solo por vía telemática, y el trabajo se acumulaba. Ponerse al día parecía tarea imposible. No solamente tocaba lidiar con la incertidumbre que vivía toda España, por supuesto también el fútbol profesional, sino con la propia confección del equipo. Se asumía que ascender era imposible, y tocaba centrarse en no pasar apuros en la lucha por el descenso, lo que hubiera significado la ruina total de un club que ya venía lastrado por la deficiente gestión de la plantilla que afrontó el regreso a Segunda División, confeccionada a su antojo por el propio Otero.
Otero se sabía no renovado a final de temporada, por lo que esta fue otras de las transiciones con las que tuvo lidiar Helguera antes de que el puesto del gallego lo ocupara Tino Luis Cabrera. Con Pedri traspasado al Barça desde el verano de 2019, tocaba reconstruir el equipo, todavía más tras la imposibilidad de mantener a Rubén Castro y Juanjo Narváez, dos de los favoritos de Pepe Mel, que prefirieron las ofertas de Cartagena y Zaragoza, respectivamente, ambas muy superiores económicamente a lo que Las Palmas podía ofrecer.
Tocaba, una vez más, hacer malabares a coste cero. Bajo este prisma llegaron por ejemplo importantes activos como Óscar Clemente y Pejiño, y valores emergentes como Rober, cedido por el Betis. No se le encontró acomodo ni a Christian Rivera ni a Raúl Fernández, a los que el club quiso en verano mantener en un ERTE que ya era imposible de justificar, por lo que hubo que retractarse. En un panorama de nubes y claros, en el haber de Helguera figura el fichaje de Sergio Ruiz, un mirlo blanco para Las Palmas, y en el debe la fallida apuesta por Iemmello, que ni siquiera permanece en el club. Tampoco es que hiciera mucho en la llegada de Jesé, pues ya sabe que el presidente del club, Miguel Ángel Ramírez, entra todavía más en escena cuando de fichajes mediáticos se trata.
La gestión en tiempos víricos implicaba apostar aún más por la gente de la casa, que tan bien conocía de su trienio anterior (2015/2018) y por Pepe Mel, de quien no hay noticias de una posible renovación. Como hace un año, cuando el COVID-19 nos atenazó a todos. Tocaba, además y pese a ser una herencia, amarrar la permanencia sin apuros. Como ahora. Helguera vuelve al punto de partida.