Las Palmas

Mucho más que un gol

Cristian Cedrés abrió la cuenta amarilla en Varea. Canterano del Madrid, busca asentarse en Las Palmas tras un 2020 donde lo tuvo todo en contra.

@udlp

Acude cada día a machacarse a Barranco Seco, en cuya colina anida la Ciudad Deportiva de Unión Deportiva Las Palmas, un legañoso impenitente, orgullo de Carrizal, allá abajo, en el sureste grancanario. Siete años en Valdebebas dieron para mucho, y ahora busca asentarse en el fútbol profesional en el equipo de su tierra. Nunca lo tuvo tan difícil.

Ocurre que, ya desde el alba, el 2020 se torció para Cristian Cedrés, el primero de la nueva estirpe de canteranos que debutó en el primer equipo amarillo con Pepe Mel en su banquillo. El menisco de su rodilla izquierda le había obligado a pasar por el quirófano semanas antes, habiendo jugando su último partido el 1 de diciembre en Extremadura (0-1, 17 minutos para él). Pero el hueso no terminaba de sanar y, confinamiento mediante, no vislumbraba una fecha de regreso a la competición.

Parecía que la normalidad, tan caprichosa y nueva en estos tiempos de pandemia, llegaba a la vida de Cedrés, cuando el mundo se detuvo en seco. A mediados de mayo todo se paró cuando falleció su madre, lo que le obligó a empezar de cero. Acaso, más abajo aún. Al calor de su familia, novia y amigos, se encomendó al fútbol para salir del pozo. La luz empezó brillar con más intensidad hasta que el 11 de julio, cuando el Mirandés visitó el Estadio Gran Canaria (1-0), volvió a jugar un partido oficial, apenas 17 minutos que debieron saber a gloria. Siete meses después volvía a entrar en escena.

Si el 2020 empezó de la peor manera para él, lesionado, en cualquier caso nada comparable a lo vivido en mayo, el inicio del presente curso liguero bien pudo alimentar la sensación de maldición sobre el extremo grancanario. Ocurre que, desde el primer día de la pretemporada, estuvo obligado a entrenar apartado del resto de sus compañeros, en todo momento haciendo trabajo en grupo con los futbolistas descartados por diferentes motivos, como Mantovani o De la Bella, o los pibes que subían de Las Palmas Atlético para probarse y ganarse un lugar en el primer equipo. La diferencia es que, en el caso de Cedrés, no había ninguna notificación oficial de que no se contara con él. “Aguanta, que confiamos mucho en ti”, se escuchó que le decían.

Sin embargo, las semanas se sucedían a un ritmo vertiginoso, así como el inicio liguero, y Cedrés seguía sin obtener el permiso federativo, previa gestión de la propia UD, para ser uno más en los planes de Pepe Mel.

“Ya le dicho a Luis Helguera (director deportivo) y Tino Luis Cabrera (secretario técnico) que para mí es una obsesión poder contar con Cristian. Pero hasta que demos salidas no podemos inscribir a nadie más”, insistía el entrenador madrileño. Pero la incertidumbre crecía, pues llegó el último día de mercado, el 5 de octubre, y Cedrés continuaba sin licencia. Se le venía a Las Palmas un problema de órdago, pues la ley impide a los clubes dejar sin ficha a un futbolista con contrato en vigor solo por motivos deportivos. Pero la cuenta atrás, ni que fuera una peligrosa letanía, se sucedía sin cesar. Caía la noche y Cedrés, como también Cristian Rivera, seguían en el limbo. Se mascaba la tragedia hasta que, a menos de una hora para que se cerrara la ventana de mercado estival, llegó la confirmación para Cedrés, que desde el día siguiente, ahora sí, sería uno más para Pepe Mel con todas las de la ley. La cacareada confianza no pudo llegar más tarde. Más rocambolesco fue lo sucedido con Cristian Rivera, al que el club, en una decisión legalmente insostenible, chapucera a ojos de cualquier especialista jurídico, quiso, como a Raúl Fernández, meter de nuevo en un ERTE que carecía de razón de ser.

Mentalidad.

Con la cabeza despejada, el fútbol pasó a ser de repente la única preocupación de Cedrés. Las piezas, poco a poco, comenzaban a encajar. Ganó la paciencia. La mentalidad volaba libre. Regresó a la actividad el 17 de octubre contra el Almería (2-0) y fue titular contra el Albacete 11 días después (1-1). Ya por entonces, según testigos presenciales de la actividad diaria del equipo en Barranco Seco, se empezó a valorar cada día con más seriedad, ante la fortísima competencia que tenía este extremo derecho en el frente de ataque, la posibilidad de que jugase como lateral derecho. Díez estaba lesionado y Álvaro Lemos corría el serio riesgo de romperse por exceso de carga de trabajo.

Su rápida zancada y juego de largo le corrido le abrieron por primera vez la puerta en dicho costado de la defensa el pasado domingo contra el Alcorcón. Además, como titular. Cumplió como el que más en una posición que no es la suya, pero una inoportuna tarjeta se tradujo en su cambio, por Curbelo, en el descanso.

Ayer, en Varea, fue de nuevo titular. Empezó de extremo y acabó de lateral. Larga vida a la banda derecha. Recuperando la confianza, hizo el 0-1 apenas en el minuto siete. Un gol que va mucho más allá de la apertura de marcador ante un equipo de Tercera División y una discreta celebración. Supone completar un ciclo en un 2020 imposible de olvidar, en su caso especialmente, por tantos motivos negativos. La confianza se multiplica. Por el camino quedó la salud, rodilla recuperada después, perdió a su madre y motivos ajenos a él le privaron de la libertad que solo regala la hierba recién cortada. Nunca es tarde si el reencuentro es bueno. La vida vuelve. Por eso, ayer, celebró mucho más que un gol.

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