La Rosaleda invoca la palabra ascenso para el Espanyol
Habrá reencuentro en Segunda en el estadio, 30 años después de aquella interminable tanda de penaltis que decidió Albesa y que condenó al CD Málaga.
Enfundados en la mítica camiseta Massana roja con rayas blanquiazules en horizontal y la publicidad frontal de Araña (¡una modesta tienda de ropa!). Así vestían los jugadores del Espanyol en uno de los días más eufóricos que recuerdan quienes hace 30 años, el 10 de junio de 1990, vivieron el tercer ascenso de su historia a Primera. Sucedió en un lugar desde entonces mágico para el conjunto perico, La Rosaleda, al que regresa este lunes, de nuevo en Segunda tres décadas después.
A la cita llegaba el Espanyol precedido de una temporada en la que le costó acoplarse a la categoría. Jamás fue líder, lo máximo que alcanzó en bastantes jornadas fue una cuarta plaza y requirió de un cambio de entrenador, de Benito Joanet a Juanjo Díaz, para estabilizarse. Y para acceder a la promoción de ascenso. Acabó la Liga regular quinto, una posición que le hubiera relegado a un año más en Segunda de no ser porque el tercero, el Bilbao Athletic, no podía subir por tratarse de un filial; y también, dicho sea de paso, hizo todo lo posible el equipo blanquiazul en la última jornada, ante el Eibar, para caer a esa plaza y tener como rival en la eliminatoria al Málaga, que había quedado cuarto por la cola en Primera División.
La jugada estuvo a punto de costarle carísima a un Espanyol que en el encuentro de ida, en Sarrià, sí se impuso por 1-0, gol de Gabino, pero al que en La Rosaleda, en la vuelta, no acabaron de funcionarle las cosas. Rivas puso el 1-0 para los malacitanos, que unos y otros no pudieron moldear hasta que se alcanzó la temible tanda de penaltis.
Sin Tommy N'Kono, que llevaba unas jornadas ya con la selección de Camerún preparando el Mundial de Italia-90, la meta perica estaba defendida por Carlos 'Macario' Meléndez. La del Málaga, por Pedro Jaro, quien más tarde sería cancerbero del Real Madrid.
Ante 45.000 espectadores, Antonio anotaba el primero para el Málaga y traslada toda la presión a Zubillaga, que iba a fallar. Los peores presagios para el Espanyol que, sin embargo, veía como los héroes Rivas –autor del gol en el tiempo reglamentario– y Jaro –que acababa de detener la primera pena máxima– erraban sus tiros. Usuriaga, Gay, Escaich, Paquito, Wuttke, Matosas, Maestre, Merino, Martín… Todos fueron acertando, y alargando una interminable tanda.
Hasta que, con el 5-5 en el marcador, Meléndez detenía la ejecución de Villa, previa 'paradinha' y con un tiro muy centrado. Toda la presión para Albert Albesa. Con el '4' a la espalda, y como aislado de un momento tan determinante para el destino de su club, primero alzaba el brazo para animar a los aficionados pericos que se habían trasladado hasta Málaga. Después, y con cara de absoluta concentración, colocaba el esférico en el punto de penalti y, sin vacilar demasiado ni añadir más intriga de la necesaria, disparaba con la diestra a la izquierda de Jaro. Gol. El Espanyol subía a Primera.
Lograron los pericos lo que hoy sigue siendo una obligación: ascender en el primer intento, evitando la necesidad de jugar con el fuego de pasar una segunda temporada en la división de plata. Y eso fue precisamente lo que le ocurrió al Málaga, a aquel Club Deportivo, que bajo tal denominación acabaría desapareciendo solo dos años después, y tras haber certificado un descenso a Segunda B.