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ESPANYOL

El ‘pichichi’ de Marañón que se extravió por el camino

El delantero del Espanyol se situaba líder de los goleadores de Primera el 10 de abril de 1977. Kempes se lo arrebató en la última jornada. Pero siempre bailó un gol de esa Liga...

FOTO COLOREADA 
 RAFA MARAÑON FUTBOLISTA DEL ESPANYOL
DIARIO AS

Un tiro muy ajustado al poste a pase de Manuel Fernández Amado y dos lanzamientos de penalti en que engañó al guardameta Pedro Corral le valieron a Rafa Marañón, el 10 de abril de 1977 en un Espanyol-Málaga (5-1), para encaramarse a lo más alto de la clasificación de goleadores de Primera, cuando solo restaban cinco jornadas para el final. 18 dianas sumaba, por las 17 de Mario Alberto Kempes, en el Valencia, y de Manolo Clares, con el Barcelona.

La gloria fue efímera, como sucede a menudo en las historias pericas, pero pudo resultar distinta. Marañón acabó aquella Liga con 22 dianas (más otras cinco que había anotado entre la Copa UEFA y la Copa del Rey) y se quedó en la orilla del premio ‘pichichi’ sencillamente porque Kempes despidió la última jornada con un doblete en el Atlético de Madrid-Valencia (3-2), lo que le situó con 24, mientras que el navarro no marcó en el Sevilla-Espanyol (0-0). Incluso Clares, con un tanto en el Barcelona-Betis (1-1), acabó igualando al atacante

Sin embargo, y a pesar de que no hubiera cambiado finalmente el destino del premio, entre el ‘Matador’ y el delantero culé a quien su peña (el Fórum Manolo Clares) pretendía beatificar, siempre bailó en aquella Liga un gol de Marañón. “Ante el Salamanca hice uno de cabeza que el árbitro (Orrantia Capelastegui) le contó al defensa, quien incluso reconoció que el tanto era mío”, explicaba el delantero perico en el libro ‘Gloria a los Héroes'.

En efecto, las crónicas consignan cómo en el minuto 35 del Espanyol-Salamanca del 5 de diciembre de 1976, un 4-0 en Sarrià, un centro de Fernández Amado lo cortaba Juan Alberto Bustillo, defensor salmantino, para introducirlo en la portería del Espanyol, con Marañón justo detrás suyo dispuesto a cabecear. No había VAR, tampoco repeticiones en ‘slow motion’, así que aquel ‘pichichi’ que estuvo tan cerca siempre quedará extraviado en la galaxia de aquel fútbol menos científico pero más genuino.