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Un símbolo antes que hombre de despacho

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Sucedió con Esteban. O con Cervero. Ha pasado con Michu. El Oviedo, que desde 2012 se encuentra en las mejores manos en lo económico (Slim, como aval) tiende en los últimos años a descuidar sus símbolos. Porque Michu, al margen de su labor en el despacho, es un símbolo. Y se va por falta de cariño. También de claridad de un consejo que no sabe por dónde tirar. Un vacío de poder tras la salida de Del Olmo amenaza la estabilidad de un club propenso a los seísmos. Aunque detrás esté uno de los hombres más ricos.

Michu deja una plantilla con claroscuros, descompensada en algunas líneas, con carencias y un rumbo que ha empezado a enderezarse con Rozada. También se le debe apuntar aciertos en su breve currículum como secretario técnico. Tres de sus cuatro fichajes (Ortuño, Nieto y Sangalli) rinden y del cuarto (Arribas) se espera un paso adelante. La marcha del equipo (con el legado que recibió en forma de renovaciones como atenuante) condiciona cualquier juicio. Michu explicó en el verano cuál era la situación del Oviedo. Nada de ascenso o de luchar con los grandes de Primera a corto plazo, como se escucha desde México. Se trata de formar jugadores, de crear un bloque. El Oviedo, con el undécimo tope salarial, no puede enarbolar otro discurso. Pero solo Michu fue capaz de explicarlo con las consecuentes dosis de realismo.