NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

ZORYA-ESPANYOL

El sueño perico se decide en la calle Lobanovsky

En Zaporiyia falleció el mítico técnico ucranio, ganador de 33 títulos y revolucionario en los 70 y 80 con sus métodos científicos.

Shevchenko junto a la estatua de Lobanovsky.
STRINGER/RUSSIA

El Espanyol certificará su pase a la fase de grupos de la Europa League en el estadio Slavutych-Arena, con una capacidad para 12.000 espectadores y donde juega sus encuentros el Central Metallurg. Una de las calles principales de Zaporiyia que confluye en este recinto remodelado en 2006 lleva el nombre de Valery Lobanovsky, el entrenador más influyente de la extinta Unión Soviética y de Ucrania. El mismísimo Andriy Shevchenko acudió a la estatua que homenajea al entrenador en Kiev a dedicarle el Balón de Oro ganado en 2004. "Su influencia es tan profunda que lo veo en sueños", comentó el delantero ucranio para un reportaje de la UEFA de 2016.

Lobanovsky sufrió un problema cardiaco en mayo de 2002 después de que su Dinamo de Kiev ganara al Metallurg en Zaporiyia por 1-3. Fue ingresado y operado por el neurocijano Leonid Yakovenko, uno de los mejores especialistas. Pero el corazón de este matemático de formación no aguantó más, maltrecho por otros problemas de salud. Falleció el 13 de mayo, a los 63 años, y puso fin a una trayectoria en el fútbol exitosa. De 1969 a 2002 obtuvo 33 títulos, contando dos Recopas de Europa y una Copa UEFA, colocándose como el segundo entrenador de la historia con más copas después de Alex Ferguson.

Desde entonces, Zaporiyia, de forma casual, se ha ligado también a Lobanovsky, una personalidad histórica en Ucrania. Antes de ser ese entrenador de aspecto caduco, abuelo y sabio de los banquillos, Lobanovsky fue un joven entusiasta y revolucionario, uno de los mayores analistas de este deporte.

Lobanovsky.
Ampliar
Lobanovsky.

Criado en una familia obrera de Kiev, este extremo demostró una cierta habilidad desde pequeño para las matemáticas. Eso no solo le llevó a doctorarse en esta ingeniería, sino también a aplicar esa ciencia al fútbol, un deporte azaroso que el intentó darle una lógica. Ese afán le llevó al éxito en su primer club, el Dniepropretovsk, un equipo humilde al que logró ascender de categoría con sus métodos.

El salto al club de su vida

En ese momento llamó la atención del Dinamo de Kiev, su club de toda la vida, con el que comenzó en 1974 a formar un equipo de leyenda. En ese primer periodo, ganó ocho ligas soviéticas y dos Recopas, una de ellas al Atlético de Madrid en 1986. Luis Aragonés siempre recordó que fue a ver el entrenamiento previo al encuentro y dijo "vámonos, que perdemos seguro, pero no le digas nada a los chicos antes de la final".

Afiliado al partido socialista, Lobanovsky, apodado el general, era un estajanovista en el césped, tan minucioso que colgaba un listado con todas las tareas que debía realizar cada jugador en el partido. Sus métodos dejaron un legado en muchos entrenadores posteriores. "Es un gurú de los banquillos", dijo Marcelo Lippi. "Era un adelantado a su tiempo", reiteró Franz Beckenbauer en el mismo reportaje dedicado por la UEFA hace tres años.

Estadio del Metalurg.
Ampliar
Estadio del Metalurg.

Uno de los jugadores que pasó por los métodos de Lobanovsky y acabó en el Espanyol fue Vasyl Rats, que solamente jugó 11 encuentros en la campaña 1988-89.

Bajo su paraguas y con sus métodos, infinidad de jugadores crecieron y lograron triunfar en otros países, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín, época en la que Lobanovsky, que también se había encargado de la selección, decidió vivir una aventura en los Emiratos y Kuwait. Regresó al Dinamo de Kiev en 1996 y volvió a arrasar, llegando incluso a unas semifinales de la Champions en 1999. En ese momento, fue cuando quedó prendado de Shevchenko, a quien hizo debutar y lo moldeó hasta convertirlo en uno de los mejores del mundo.

Lobanovsky fue el padre de la última edad de oro del fútbol soviético y ucranio. Ahora, en la ciudad en la que se apagó su vida hace 17 años y junto a ese estadio, el Espanyol puede convertir en realidad el sueño.