Los siete pecados por los que el Barça ha perdido siete puntos en una semana
De los nueve puntos que el Barcelona podía haber sumado ante Girona, Leganés y Athletic, los de Valverde suman sólo dos…¡y siguen líderes!.
1. Una defensa que hace aguas
Tiene un serio problema el Barcelona en defensa. En siete jornadas de Liga ha quedado demostrado que le marca cualquiera. Y que si no llega a ser por Ter Stegen, un porterazo con buena o mala defensa, el registro podría ser mucho más dramático. En lo que va de Liga, el Barça ha encajado ya en siete jornadas ocho goles, uno menos de los que encajó en toda la primera vuelta de la temporada pasada. Y lo peor de todo es que no ha jugado aún contra sus hipotéticos principales rivales en la lucha por el título. La buena noticia es que, a pesar de hacerlo tan mal como saben, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Y el Barça, que va muy tuerto, sigue siendo el líder cuando ante un Madrid medio bueno ya tendría la Liga perdida.
2. No se puede vivir sin Messi
El argentino, ajeno al ruido de los premios, sigue demostrando día a día que no hay un jugador como él ni de lejos. El problema está para el Barcelona en lo que pasará cuando no esté. Todavía falta, pero las señales que se emiten cuando no está a tope o no juega son alarmantes. Contra el Athletic de Bilbao se comprobó a la perfección el axioma. 35 minutos de Messi dieron para impresionar al equipo de Berizzo, que hasta ese momento fue superior y pudo irse al descanso con un premio mucho mayor. Fue salir Messi y asediar la portería de Unai. Los compañeros no le secundaron, pero da igual. Se inventó en cada acción una jugada de gol. Lo que hizo Leo ante el Athletic Club en poco más de media hora es ambivalente: sirve para constatar que el mejor jugador del mundo viste de blaugrana. Y también que sin él, el Barça parece un equipo del montón.
3. ¿Fichajes? ¿Qué fichajes?
De nuevo el Barcelona ha vuelto a gastarse un pastón que ha quedado en el albur de las inversiones perdidas o por confirmar en el mejor de los casos. Vamos a separarlos entre nuevos y novísimos. Los nuevos son Dembélé, que la temporada pasada apenas compareció y Coutinho que llegó en el mercado de invierno. Ambos son el Guadiana, alternando en el mismo partido jugadas de gran mérito con desapariciones igual de prolongadas. Los novísimos son los que llegaron este verano, a los que no se les ha visto el pelo más que en ocasiones de emergencia. Hay grados de poca participación, pero en los casos de Arthur y Malcom, la cosa roza el desprecio, mientras que el de Arturo Vidal es la nada con pan y en el de Lenglet, que a la fuerza ahorcan. Sin la lesión de Umtiti, no hubiera jugado nada.
4. Rotaciones de ticket regalo
Las rotaciones de Valverde son como los tickets regalo de los presentes de Navidad. Cuando tu cuñada te regala esa espantosa bufanda (y lo sabe) siempre apunta aquello de que “tiene ticket regalo, se puede cambiar”. Eso es lo que hace Valverde con las rotaciones en el Barcelona. Obsesionado con el desgaste físico que, según su parecer, desmontó al equipo en los cuartos de final de la Champions, ahora reserva a jugadores como si gestionara un plan quinquenal. El resultado es un buñuelo que se deshace en cuanto sale del horno. Cada vez hay que corregir las rotaciones y los titulares que se quedaron en el banquillo tiene que salir en plan ticket regalo. Se puede cambiar.
5. La sombra de la Champions
Empieza a ser obsesiva la fijación por la Champions cuando únicamente se está a punto de jugar la segunda jornada de la fase de grupos. De acuerdo que el grupo que le ha tocado al Barcelona es complicado y hay que estar atento, pero la dejación de funciones del equipo en la Liga respecto a la máxima competición europea (marcada por el éxito del Madrid en las tres últimas ediciones) resulta contraproducente. El Barcelona vive queriendo ser el Madrid jugando contraculturamente a su tradición que indica que si no se juega bien, y el Barça no juega bien, en la Liga, no se gana la Champions. Una aventura arriesgada que tiene su origen en el discurso de un Messi cansado de ser el mejor de largo y perder los títulos individuales por culpa de la poca producción en Europa.
6. Debilidad institucional
El Barcelona está también en jaque en cuanto a la credidibilidad de una directiva que cambia de director técnico como quien se cambia de calcetines, en el que los vicepresidentes renuncian al cargo de tres en tres y en el que cuando se nombra a los nuevos directivos hay debate. Si a eso se le suma la reforma del escudo, que no ha caído bien en sectores de la afición, la situación política ante la que el club no acaba de definirse y, por encima de todo, la gestión de una cantera en la que cada curso se van los más prometedores y que parece tener un tapón generacional y técnico para acceder al primer equipo, pues no parece que la situación aporte un parapeto a los jugadores. Estos, por su parte, siguen exigiendo a la directiva que cumpla su parte económica para con ellos sin ganar la Champions. Eso, cuando no se ausentan del equipo para tratar asuntos personales como organizar la nueva Copa Davis.
7. El estilo y sin noticias del centro del campo
El centro del campo fue la referencia que construyó el Barça más exitoso de la historia. A día de hoy, es la línea que parece sobrar. Molesta. Da la sensación que donde hace muy poco tiempo sólo podían jugar los elegidos, ahora es zona de paso para cualquiera que pueda entrar en la primera plantilla. Obviamente, los que juegan son muy buenos, pero no responden a una tradición del estilo que hizo grande al club. Y además, no hay manera de que un centro del campo se asiente y tome confianza. La que era la línea más seria del equipo, la médula espinal de un proyecto, se cambia cada día en un 90 por ciento. La delantera se mantiene, la defensa también, pero la sala de máquinas es un trabajo temporal que depende del rival. Donde antes se edificaba el cuartel general que decidía los partidos, ahora es un hostal de paso para que juegue una semana uno y otra, otro. Y nunca los de la cantera, que parecen estar vetados. Atrás, en medio y delante por mucho que Munir evitara el drama el sábado ante el Athletic a jugada de Messi. Dos canteranos, por cierto.
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