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REAL MADRID

José Antonio Ariza: “Hubo un antes y un después de Di Stéfano”

José Antonio Ariza tiene, muy posiblemente, la colección de objetos, documentos y fotos del Madrid más grande que está en manos privadas.

José Antonio Ariza
Mariano Pozo

Llama la atención el peso de los libros, no sólo de contenido, sino físicamente…

(Risas). Eso es algo que hay que agradecer a la editorial y a la confianza que han depositado en mí siendo un escritor novel. Están editados con mucha calidad, sí… En los dos libros lo que se cuenta es, en realidad, el periodo de historia del Madrid que realmente le valió para ser designado mejor club del Siglo XX. Es un trabajo de investigación de toda una vida. Y una reivindicación a todos aquellos jugadores que participaron de esas cinco primeras Copas de Europa que son menos conocidos o que cayeron en el olvido.

¿Cómo fue ese trabajo de investigación?

Hubo un momento de mi vida en que dejé todo y emprendí un viaje. Y en él contacté con todos los supervivientes de esas Copas de Europa. Y me entrevisté con ellos, recaudé información, archivos gráficos… Nada más ver la portada del volumen uno se aprecia una foto en color. Pues es la alineación del Madrid que jugó ante la Fiorentina en el 57 la final en el Bernabéu. Es la primera foto en color del equipo. Yo tengo los negativos.

¿Y el contenido literario?

A través de las voces de los protagonistas y estudiando milimétricamente las crónicas de la época he querido dibujar, junto a mi gran archivo privado de fotografías, cómo fueron aquellas grandes gestas. También se recogen las publicaciones de la época de los principales periódicos europeos, La Gazzetta, L’Equipe, France Football, Kicker, Tuttosport…

¿Se cuentan muchas anécdotas?

Ese es el valor, juntos con las fotos que aparecen. Se cuenta, por ejemplo, cómo Paco Gento se tiró hacia míster Ellis y míster Leafe en la comida posterior al Barça-Madrid de semifinales después de que no pitara a favor del Madrid como cuatro penaltis... Sólo pudieron pararlo Canario, Del Sol y compañía…

¿Cómo es su colección?

Soy un romántico del fútbol. Son todas cosas de época. Tengo la camiseta de Pedro de Felipe con la que jugó la final del 66. Otra de Manuel Velázquez del año 66 también. Las hay de Manolín Bueno. Tengo una de River de la época de La Máquina del 47, firmada por Don Alfredo. Tengo documentación histórica de la Fundación del Madrid. Miles y miles de fotografías…

¿Cuáles son las más especiales?

Me apasionan las de Di Stéfano, porque tuve una gran amistad con él y hubo un antes y un después de su llegada. Tengo una de él con el número 10 en el Madrid.

¿Cuándo fue?

En el 53, en su debut en la Liga ante el Valencia. Sólo la tengo yo. Es una pasada. Otra que me gusta mucho es cuando el Madrid ganó la Liga 32-33, firmada por todos los jugadores. Hablamos de Zamora, Quincoces, Regueiro… Y la de la Copa del 35-36. Tengo muchas cosas, la verdad... Pero mi debilidad es Di Stéfano. De hecho estoy preparando un libro que abarca su historia del 44 al 49, su época en River. En él casi seguro que intervendrá Menotti y el presidente de River.

¿Será su próximo trabajo?

No, ese lo voy a reservar para el quinto aniversario de su fallecimiento, que es el año que viene. El siguiente se basará en el Madrid Ye-yé. Con eso terminaré el primer ciclo de la Copa de Europa del Madrid, un homenaje a los Pirri, Pachín, Amancio… Verá la luz antes del final de este año.

¿Y con qué se queda de los dos que acaba de publicar?

Sí que me gustaría recalcar la alegría con la que siempre me recibieron los veteranos. Los libros son, sobre todo, un homenaje a los que están más olvidados. A ellos les encanta hablar de su pasado en el Madrid. La mayoría vive en casas humildes, no tiene nada que ver con las cantidades de dinero en las que se mueven ahora las estrellas.

¿Qué le llamó más la atención?

Recuerdo a José María Zárraga, que fue el gran capitán del Madrid que levantó las dos últimas Copas de Europa de aquellas cinco seguidas, y el hombre, por su enfermedad, llevaba ya más de 18 años sin poder andar, ni hablar, ni nada. Tenía los sentidos bien, pero no podía expresarse. Pues cuando vio que yo había ido para que me enseñara los objetos que tenía, se emocionó mucho porque se acordaban de él y se puso a llorar. Y ese día me dijo su hija que le di mucha vida. Y eso son cosas que se quedan para mí.

¿Qué más vivencias le marcaron?

Siempre hablando de los menos recordados, pienso en Ángel Atienza. Muchos le habían perdido la pista, incluso la Asociación de Veteranos, y yo di con él. Vivía en Barcelona. Me desplacé, estuve en su casa… Es un gran artista. A este hombre Santiago Bernabéu, en la final del 59, le dijo ya en el vestuario tras ganar la Copa de Europa: “Angelito, o fútbol o arte”. Porque es un artista muy consagrado. No en vano, aquí en Málaga, el Mercado de Atarazanas, la cristalera es de él. Y cada vez que iban a una concentración se escapaba del hotel e iba a ver las galerías de arte. Y Bernabéu estaba con la mosca detrás de la oreja, habló con él y lo puso entre la espada y la pared. Y tras aquel partido de la cuarta Copa de Europa, Atienza le dijo, sin pensárselo, “Arte, arte…”.

¿Y dejó el fútbol?

Totalmente. Se fue a Venezuela, regresó a finales de los 90, vivió en Barcelona y en Madrid. Como él se había desligado tanto del fútbol, nadie lo sabía.

¿Con quién más tiene buena relación?

¡Canario! Tras jugar con el Madrid fichó por el Zaragoza de Los Magníficos. Y luego tuvo que trabajar. Y el hombre, también muy humilde, cuenta miles de historias… Luis del Sol tiene más de 80 años y está en plena forma. Lo ves y es increíble la agilidad que tiene. Vive en Sevilla…

¿Qué le contaba él?

Pues una anécdota buena de la final de la Eurocopa de 1964. Él no iba a ser titular. Se lo dijo Villalonga. Se enfadó tanto que no quería estar en la concentración y fingió que estaba lesionado y lo sacaron de allí en una camilla. Y regresó a Italia. Y todo fue simulado, para quitarse de en medio.

¿Y Di Stéfano?

Para mí lo es todo. Y me quedo con que una de las pocas personas que le hizo llorar fui yo, y fue simplemente enseñándole todas las fotografías y recuerdos que tenía de él. Mi mujer estaba delante y fue ella quien me alertó de que La Saeta estaba llorando viendo todo aquello...