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Bale y Mayoral celebran el segundo gol del Madrid.
Bale y Mayoral celebran el segundo gol del Madrid.RAFA APARICIO
ASTV

Fue un Fuenlabrazo en grado de tentativa. Bale, para quien el partido se servía como un chequeo médico, acabó de bombero, cuando al Madrid le rondaba una vergüenza histórica. Regaló un gol, estuvo en otro y recibió un empujón anímico. Antes de su llegada, el Fuenlabrada se adelantó y se apuntó un larguero, dos cicatrices para el banquillo del Madrid. El empate le sacó a hombros de la eliminatoria.

Hay que tener hambre de león para emocionarse en un partido así, duelo de gorro y bufanda, estadio semivacío, pánico al resfriado, rival menor y eliminatoria casi lista de papeles en la ida. Pero al pelotón de suplentes del Madrid, mezclados con canteranos y convalecientes, se le fue la mano hasta acercarse a la chirigota de Cádiz o el supergatillazo de Alcorcón.

Vaya por delante que el Fuenlabrada jugó a tumba abierta y que la Segunda B se le queda pequeña, pero se trataba de que la segunda unidad pusiese en evidencia a la primera, sacando a flote el enchufismo subyacente que se adivina con algunos titulares. Los que quedaron en evidencia, hasta el sonrojo, fueron los aspirantes, sometidos durante un tiempo por el entusiasmo de un adversario encomiable, que disfrutó y compitió, que quiso alargar la fiesta hasta el final legítima y admirablemente.

Una atmósfera depresiva envuelve al madridismo, que el curso pasado presumió de plantilla y esta vez salió aterrorizado por falta de plan B. Achraf echa a perder sus virtudes de llegador con sus carencias como pasador. Theo no compareció. Marcos Llorente fue un jugador plano. Kovacic sale lentamente del túnel. Ceballos se vio arrastrado por la radiación cósmica que paralizó al equipo y Keylor volvió con aceite en los guantes. Mayoral, al menos, le mandó a Benzema el recado de que no vale todo. Lo que comenzó con pinchazos accidentales en la Liga ha acabado en metástasis general, de los intocables a los meritorios.

La novillada se abrió con dos ocasiones clarísimas del Fuenlabrada, mensajes que no cogió el Madrid. El tercero le pilló a Keylor en Babia: trallazo del magnífico Milla al centro de la portería y mano tonta del meta (¿por qué no metió las dos?) que golpeó el larguero y acabó dentro. Antes del descanso, Pol sólo tuvo que hacer una parada, a Franchu, que al menos puso interés (otro tiro suyo lo interceptó con la mano Juanma sin que se señalara penalti). El Bernabéu se avergonzó y pitó.

Antes de que entrara Bale, jugador con tantos goles como resonancias, Matheus y Cata rozaron el bombazo. El argentino remató al larguero ante un público atónito. Pero un pase de seda con el exterior del galés que cabeceó Mayoral aflojó la soga del Madrid. El cable que tantas veces lanzan los jugadores de talla mundial. También estuvo Bale en el segundo, aunque con menos terciopelo. Arrancó en fuera de juego y estrelló su tiro en Pol antes de que Mayoral volviese a aparecer para liquidar al Fuenlabrada, que acabó firmando el empate de castigo que mereció esta versión de bolsillo del Madrid.