GRUPO C | ATLÉTICO 1-CHELSEA 2
Batshuayi silencia el Wanda
Un gol del belga en el 93' provoca la derrota del Atleti en el estreno de su estadio en Europa. El Chelsea gozó de más ocasiones. Los rojiblancos, terceros en el grupo.
Parecía que sería otro día en el que quedarse a vivir. Día de fotos, de estreno en Europa, de Atleti presumiendo de Wanda Metropolitano. Parecía pero acabó en lo contrario: un olvidar rápido. Olvidar al Chelsea y esta derrota que empañó las fotos y dio la vuelta, en el 94’, a un partido que se empezó ganando. El estadio ha dejado de oler a lo que huelen los libros en septiembre, aún vacíos, aún por llenarse de subrayados, fluorescentes o tachones.
Ante el Chelsea, todo comenzó torcido. Lo emborronaba Hazard, una pistola. En el 12’ ya había estampado un balón en el palo que hizo temblar, por vez primera, los cimientos del estadio mientras el Atleti se enfrentaba a la pizarra de Conte y sus tres centrales como si jugara con antifaz. Daba igual que la grada, con su garganta, tratara de indicar los caminos: Griezmann, Carrasco y Correa siempre se estampaban contra Azpilicueta, David Luiz o Cahill, como lo hace un insecto en la luz.
No salía nada. Ni los centros de Grizi, demasiado largos, ni los pases filtrados de Saúl, a nadie, ni uno atrás de Godín a Filipe que casi se convierte en regalo a Kanté. Y el Metropolitano (para la UEFA no existe Wanda) alzaba la voz como hacía el Calderón. Ese Ale, ale, aleee, lo único a subrayar. El Chelsea llegaba tan fácil que parecía jugar solo. Courtois seguía inédito, Oblak debía sacar otro balón que olía a red de Morata y Bakayoko cada vez ocupaba más campo. Fábregas lanzaba balones arriba, Morata y Hazard se movían rapidísimos y cada minuto era una arruga en frente rojiblanca. Así se sufría, sí. Con el Atleti aguantando como sólo se puede ante la lluvia, resguardado, esperando un claro. O un paraguas. Se lo tendió David Luiz. Penalti, tras derribar a Lucas.
Lo lanzó Griezmann. Por el centro, fortísimo, como si empujara el propio Simeone y esa frase, “dale, dale, dale”. La respuesta del Chelsea fue un balón que se envenenó de Marcos Alonso. La réplica del Atleti pudo ser el 2-0. Jugada Correa-Koke-Saúl y disparo a puerta vacía del último. Se fue fuera. Coincidió con el pitido a descanso.
Y el respiro de 68.000 pulmones a la vez que encogería de nuevo el Chelsea nada más regresar de la caseta: la cabeza de Morata, al fin, encontraría el gol y Fábregas lo perdonaría, en una jugada en la que el Atleti no supo despejar un balón que se convirtió en bomba. El Atleti no es que se resguardara, es que no estaba. Ni Griezmann ni Correa ni Carrasco. Todo tachones. Cada vez que Morata corría hacia Oblak eran dos años menos de vida.
Cruzó demasiado el balón en mano a mano cuando Torres ya estaba en el campo, tratando de equilibrar del juego. En el 82’ saldría Morata y entraría Batshuayi, la cuchillada final. Porque suyo sería el gol en el 94’. Él terminaría de volcar un partido en el marcador que el Atleti nunca tuvo en el juego. Batshuayi. Primera derrota del Wanda, primer dolor en Europa, como aquella lejana Vojvodina del Calderón.
Fue marcar y pitar el árbitro. Después sólo hubo un infinito silencio. Un silencio que no podían mitigar casi setenta mil gargantas a la vez. Un silencio que pesaba entre el ruido. Dos partidos, un punto de seis, lo que queda de fase de grupos convertido en un Angliru interminable.
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