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REAL MADRID

Javier Berasaluce: “Se la dabas a Di Stéfano y no la perdía”

El Madrid sólo ha ganado dos veces Liga y Copa de Europa. Javier Berasaluce (Deba, Gipúzcoa, 1931) los vivió en primera persona como portero.

Javier Berasaluce jugó de portero en el Madrid de 1955 a 1960
Paulino Oribe

¿Cuáles son sus primeros recuerdos del fútbol?

¡Hablamos de los años 30! Empecé a jugar en mi pueblo, Deba, que tenía un campazo para la época, con 3.000 vecinos. Tenía hasta un drenaje especial. Estaba yo interno en los Salesianos de Deusto, y cuando llevaba como cuatro años jugando me fichó la Real. Pero allí no jugué ni un partido porque estaba un tal Don Ignacio Eizaguirre (risas). Un fenómeno. Luego me llamó el Alavés.

¿Tiene algún recuerdo de la guerra?

Sí, sí… Bombardeaban Deba con frecuencia. Nosotros teníamos una cueva cerca del pueblo, y como los aviones no podían volar de noche, cuando amanecía, nos íbamos para allá con la comida y pasábamos allí el día. Y luego volvíamos a casa para dormir.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Mi padre era marino. Y mi abuelo y tatarabuelo lo fueron también. Yo cambié el paso con el fútbol (risas). Mi padre llegó a ser inspector de una compañía de barcos. Entonces, la navegación era distinta. Me contaba que de Barcelona a Galveston (EE UU) tardaban 40 días. Luego estaban dos meses haciendo la Costa Este y volvían a Barcelona una semana. Y no le daba tiempo ni a venir a Deba. Lo veía poco. Mi padre llevó a Madrid, por ejemplo, las piezas del templo de Debod que reconstruyeron en la capital.

¿Cómo recuerda su fichaje por el Madrid?

Yo no tenía pretensión de fichar por un grande. Jugaba por afición. Hace muy poco me enteré de que a mí el Madrid siempre me tuvo muy vigilado.

¿En qué sentido?

Había un fotógrafo que siempre se ponía aquí en Vitoria detrás de la portería. Y cuando nos cambiábamos de campo él se cambiaba conmigo, otra vez, detrás de la portería. ¿Pero qué haces tú aquí otra vez? Y se reía, no me decía nada…

¿Quién era?

Pues me he enterado hace poco que estaba contratado por el Madrid. Y estuvo así años…

¿Cómo le contactaron?

A mí me extrañaba que fuéramos constantemente a jugar amistosos a Madrid. En uno de esos andaba yo paseando por la calle y salió de un bar el señor Ipiña, que entonces era secretario técnico. “¿Usted es Javier Berasaluce?”. “Sí”. “¿Le gustaría a usted jugar en el Real Madrid?”. Y le dije que a quién no le gustaría. Me presenté a la semana siguiente en la calle Valenzuela 2, donde tenían las oficinas. Y no hicimos ni contrato ni nada. Todos confiábamos en el Madrid.

¿Cómo era el puesto de portero en su época?

Para empezar, no nos poníamos guantes, así tengo todos los dedos. O rotos o luxados. Mis manos parecen las de un boxeador (risas).

¿Lo tuvo difícil en el Madrid?

Estaba Juanito Alonso, porterazo, y por allí anduvo Domínguez. Fue Alonso quien jugó más. Cuando no estaba él me tocaba a mí. Yo estuve, por ejemplo, ante el Santos de Pelé y Pepe en el homenaje a Muñoz.

No me diga…

Pepe metió un penalti con una fuerza impresionante. Yo no había visto pegarle a alguien tan fuerte en mi vida.

¿Cómo fue de especial ganar aquellos dos dobletes?

Hombre, en aquella época se ganaron cinco Copas de Europa seguidas y dos Ligas. Aquel Madrid era un equipazo…

¿Qué tenía de especial?

Había un ambiente bueno, de amistad, de compañerismo… Y luego la calidad. Di Stéfano era el jefe total.

¿En qué se notaba?

Siempre pedía el balón. A mí me ha ocurrido tenerlo a mi lado defendiendo un córner, coger yo el balón, dársela para que iniciara la jugada y ver cómo la terminaba. Y yo decía: “¡Pero si este tío estaba aquí hace un momento!”. Tú le echabas el balón a Di Stéfano y había la seguridad de que no lo iba a perder. Aparte de tener una clase extraordinaria, era un trabajador nato.

¿Y fuera del campo?

Tenía mucho carácter. Pero él mismo era el Madrid. Cuando fuimos a Belgrado, por ejemplo, al único que conocían era a Di Stefanan (risas).

¿Cuál es su mejor recuerdo en el Madrid?

Una eliminatoria ante el Rapid (octavos de la 56-57). Hubo sus más y sus menos. Habíamos ganado 4-2 en Chamartín y perdimos allí 3-1. El partido de Viena fue tremendo. A Oliva lo lesionaron de gravedad. Le hicieron una entrada que se le veía hasta el hueso y quería seguir jugando. Terminó en la clínica. Y Alonso se rompió una mano y, como no había cambios, tuvo que seguir jugando. Cuando despejaba me dolía hasta a mí. Por eso jugué yo el desempate…

¿Cómo fue?

Don Santiago logró que se jugara en Madrid, ofreciendo un dinero para ello. Quizá por eso hubo mucha presión: “Mañana hay que ganar como sea, nos jugamos muchísimo dinero”, nos dijo. Yo no pegué ojo. Y hasta al mismo Di Stéfano, que tenía más categoría y responsabilidad, también le pasó. El Rapid salió enrabietado por tener que jugar en Madrid. Y ganamos 2-0. Ese fue el partido más difícil que jugué en mi vida...