“Los niños demuestran más cordura que los adultos”

¿Cómo surge la idea?

Enseñar a los más pequeños, los prebenjamines, tiene magia. Es para grabarlos: pasan de ir todos corriendo detrás del balón a adquirir destreza. En ese contexto nos planteamos que los padres pasaran por unas sesiones para explicarles lo que queríamos. Desde entonces, nos fuimos sentando con ellos para que ayudasen a sus hijos a gestionar la presión de la competición. Los padres confían más en los adultos que trabajan con sus pequeños cuando les escuchan.

¿Qué más objetivos busca?

Transmitir a los padres los valores que el club quiere para sus jugadores: la disciplina, el esfuerzo, la solidaridad... ¿Están reñidos con la intensidad de la competición? Está reñido con la violencia, no con la competitividad. También les pedimos que sean ejemplo y su colaboración con los entrenadores. Me tuve que sentar con dos madres de porteros que no se podían ni ver porque los críos luchaban por ser titulares y llegamos a decirles que o se solucionaba o no se jugaba y se retiraba el equipo.

¿Cómo son sus sesiones?

Interviene Pachón: No es una charla, es interactivo, como una tertulia de colegas.

Son mensajes claros, concisos y fáciles de entender. Se basan en ejemplos y experiencias que a los padres les llegan y si tienes al lado a un profesional de fútbol, siempre con una sonrisa en el boca, cala aún más. Por ejemplo, ¿cómo se reacciona si el árbitro te pita una falta que crees que no es? Tenemos que ser inteligentes y ganárnoslo. Y si Sergio cuenta una anécdota, la idea llega.

Pachón: Yo era muy pelota con los árbitros (risas).

¿Y son buenos alumnos los padres?

Sí, interactúan mucho. Lo ven ameno y además son agradecidos. Es más, hasta se nos quejan cuando no tienen la charla.

¿Son frecuentes episodios como los de Mallorca?

Tan violentos son mucho menos frecuentes de lo que se piensa. Aquí el nivel de conflictividad entre padres es bajísimo. Se ve al padre entrenador, al pesado, al que tiene al árbitro frito... y también lo trabajamos.

Pachón: Un día vino Velasco Carballo. Puso diapositivas y los padres gritaban: ‘Fuera de juego’. Ponía otra perspectiva y se habían equivocado. Eso les ayuda.

¿Les ponen esas imágenes de agresiones y peleas?

Sí y más de uno se ha tenido que ver retratado y se ha callado. El Getafe no es violento.

¿Cómo se afrontaría algo así?

En las normas del club se establecen sanciones duras, como que un niño deje de estar con nosotros por el comportamiento de los padres. Puede parecer injusto, pero si un padre te monta un lío a diario hay que actuar. Aquí no hemos tenido que hacerlo nunca. Tuvimos el caso de un padre que se autoexpulsó. Fue una medida curiosa, pero muy constructiva porque entendió que estaba perjudicando a su hijo.

¿Se puede erradicar la violencia con la Escuela de Padres?

Es importante diferenciar los conflictos de la violencia. A veces hay conflictos en el campo entre los chavales o de un padre que dice algo y otro le contesta. Enseñamos a los entrenadores a resolverlos mediando. La violencia tiene ingredientes como la intencionalidad y la reiteración. Aquí no se da porque transmitimos el mensaje cada día.

En muchas peleas son los niños quienes dan ejemplo...

Tienen más cordura que los adultos. A los técnicos les decimos que cuando un niño marque no debería quitarse la camiseta o ir a celebrarlo con la familia en la grada. Buscamos que lo haga con sus compañeros, eso también es educar.

Los entrenadores son clave.

Hay vínculos muy estrechos, tanto como para echarles un rapapolvo si algo no está bien y el entrenador lo acepta. Su conducta debe ser ejemplar. Forma parte de esta filosofía.

¿Ha notado una evolución en estos ocho años?

A pesar de que parece que la violencia en el fútbol es cada vez más visible, en el Getafe hay un entorno adecuado.