Vuela Godín… y el Atleti
Godín en jugada de estrategia, abrió el marcador. Luego el Atlético dominó hasta el descanso y sesteó después. Griezmann puso la puntilla.
El primer gol llegó en el 20’. Siete del Granada defendían un córner, pero andaban más a estorbarse entre ellos que en vigilar a los de azul (ayer el Atleti). Centró Koke (exquisito) y, claro, saltó Giménez solo y saltó Godín solísimo. Lo metió el segundo. Un cabezazo marca de la casa que deja tres certezas. La primera es que Koke vuelve a tener guantes por botas y no hay mayor evidencia que ésta: los córner son de nuevo (casi) penaltis. La segunda es Godín. Aún no había marcado un defensa del Atlético esta temporada y tenía que ser él. Y de cabeza, a lo 2013. A este chico, por si acaso, deberían clonarle. La tercera es que Tiago no está y la vida sigue, pero qué importante es en el césped y, sobre todo, para el vestuario. Fue marcar Godín e irse disparado al banquillo, donde Gámez le dio una camiseta de Tiago que, el uruguayo, mostró a la grada, y a las cámaras, y al mundo, para dedicarle su gol al portugués.
Hasta aquí, el Atlético daba miedo. Simeone ha encontrado su once y cómo encajarlo, con ese 4-3-3 a la hora de atacar y el 4-1-4-1 al defender. Así manda y domina. Así hizo con el Granada. Y eso que Sandoval se había puesto valiente y había salido con dos puntas (Peñaranda y El Arabi). Pero asomó la nariz, intuyó lluvia y los mandó a todos atrás. Y es que la banda izquierda del Atlético era como esa tortura, la gota china: plic, plic, plic, una en la frente cada cinco segundos. Y eso vuelve loco a cualquiera. Como Filipe y Carrasco ayer a Foulquier y Success: se despistaban un segundo y ahí estaban, el brasileño y el belga, pim-pam-pum, cogiendo pasillo al área.
Pero marcó Godín y el Atleti dio un paso atrás. O dos. Como siempre.
De eso intentó aprovecharse el Granada para asomarse al área de Oblak, hasta el momento un territorio virgen. Estuvo a punto de poner la bandera Fran Rico, en el 41’, al sacar rápido una falta que pilló despistados a todos menos a uno, ese que piensa aún más veloz que el revolver de Lucky Luke: Oblak. En la segunda parte, quien intentó marcarle fue Success, pero su remate, que buscaba la escuadra, volvió a toparse, cómo no, con la mano del bueno de Jan.
Había vuelto el Atlético raro de la caseta. Los pasos atrás ya eran tres. Simeone intentó solucionarlo quitando a Saúl (ni fú ni fa) para meter a Óliver y, cuando Óliver encontró a Griezmann, llegó el 0-2. Pase brillante del primero y disparo, al primer toque, fuerte y arriba del segundo. Gol difícil. Un golazo que devolvió la paz a un Atlético que llegó al final con Thomas sobre el campo y otra evidencia. El chaval no tiene miedo (ni gota) y apunta alto (mucho): fue salir e intentar un remate desde fuera del área que (casi) besó el palo.
El partido murió con Óliver, y Griezmann, y Filipe, a los pies de Andrés buscando a Torres para que éste hiciera el cien. Mira que lo intentó El Niño. En el 6’ (tras jugadón de Carrasco), en el 10’ (tras jugadón de Griezmann) o en el 64’ tras jugadón suyo. Pero ayer tampoco fue el día. Ayer el gol fue cosa de Godín y Griezmann. Y de Tiago. Porque marcó el francés y hubo un déjá vu: éste corrió al banquillo, buscó a Gámez y cogió la camiseta del portugués para mostrarle a la grada, a las cámaras y al mundo por quien marcaba ayer el Atlético. Por el ‘5’, por Tiago. Ya queda otro partido menos para que vuelva.