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¡Lesión! La palabra maldita en el mundo del deporte

La agonía de Ronaldo, los problemas de Van Nistelrooy, la mala suerte de Rossi... las lesiones son la cara triste del fútbol y dan paso al oscuro trabajo de recuperación.

El fútbol es alegría, entretenimiento y diversión. Con ese fin nació, con ese propósito que, pese a los muchos cambios que ha atravesado en su trayectoria, se ha mantenido inalterable a lo largo de la historia. Sin embargo, el deporte del balón lleva asociado un inevitable elemento que nubla la alegría, difumina el entretenimiento y cercena la diversión: las lesiones de gravedad. 

Una entrada fuerte del rival, un mal apoyo, un inadecuado giro de una articulación provocado por el mal estado del terreno de juego que deja paso a unos meses alejados de los focos, de duro trabajo en dos o tres turnos en el gimnasio, sin el gusanillo de la competición y con el lastre psicológico de cuando podrás regresar y en qué condiciones. 

Lesiones han existido siempre, pero quizás en los últimos tiempos, por lo apretado del calendario y la exigencia física de partidos y entrenamientos, el historial está lleno de jugadores que han tenido que conocer una de las caras más amargas de su trabajo: la de permanecer en el dique seco.

Si hay una frase maldita que en los equipos de fútbol no se quiere escuchar bajo ningún concepto es la de rotura del ligamento cruzado. Y más si la lesión de un jugador torna en epidemia. Es lo que le ocurrió al Barcelona de Rijkaard, en la temporada 2004-05. Como si de un efecto dominó se tratara, fueron cayendo Larsson, Motta, Edmilson, Gabri y cerró la nefasta racha Xavi, unos meses más tarde.

Semejante mala suerte también atravesó el Valencia de la temporada 2006-07. Por la enfermería de la capital del Turia, con rotura del ligamento cruzado, pasaron Marchena, Gavilán y Moretti. El colmo del mal fario le correspondió a Edu, que enlazó dos roturas prácticamente consecutivas. Esa misma temporada y por esa misma lesión, el Atlético de Madrid se quedó sin sus dos bandas: Petrov y Maxi tuvieron que pasar por el quirófano y debilitaron el primer proyecto de Aguirre en el banquillo rojiblanco. La temporada pasada también tuvo un comienzo que hizo disparar las alarmas en todos los servicios médicos de Primera División. Dos de los jugadores de más calidad de la Liga, Rossi y Canales, se lesionaron en el mes de octubre y dejaron huérfanos de su talento a Villarreal y Valencia. En parecidas fechas y por rotura del ligamento cruzado, también fue baja para muchos meses Gurpegui. 

Una escasa preparación física en la pretemporada, reapariciones recipitadas o lesiones mal curadas, sobrecarga del calendario o un entrenamiento excesivo suelen ser la causa que está detrás de esta grave lesión. El tiempo de recuperación depende del propio futbolista, de la evolución de la lesión y de que no surjan complicaciones. Aún así, los cuatro meses de baja son innegociables y el tiempo medio suele estar en torno a los seis. Marcarse precipitados plazos de recuperación puede desencadenar en frustación. Es lo que le ocurrió a toda España, que se sumió en el desasosiego al enterarse de que Villa no llegaría a la Eurocopa, pese a que las previsiones sí indicaba que podría estar en la cita de Polonia y Ucrania. En el caso del goleador español, la lesión fue de tibia. El delantero asturiano se rompió en el Mundialito de Clubes de la FIFA, en el par tido de semifinales ante el Al Sadd catarí. No pudo reaparecer en el resto de la temporada y tuvo que telefonear a Del Bosque para comunicarle que, pese a todo el esfuerzo realizado, no estaba en condiciones de participar en la Eurocopa. Por suerte, la Selección se supo sobreponer a la baja de su goleador.

Uno de los jugadores por los que más tiene que llorar el fútbol a nivel mundial es Ronaldo. Sus
sucesivos percances físicos limitaron una trayectoria futbolística que se quedó en sobresaliente, pero que amenazaba con destrozar todos los récords del balompié internacional. Pero su enemigo estaba en su propio cuerpo: su tendón rotuliano le impidió que su estrella brillara todavía más. Primeros percances físicos en el PSV con el tendón rotuliano que le alejaron dos meses, cinco semanas inactivo por el ataque de epilepsia en la final del Mundial de 1998, roturas del tendón rotuliano en 1999 y 2000, ya en el Inter. Dos años de ausencia para volver por todo lo alto en el Mundial de 2002 y fichar por el Madrid. Los percances provocaron su salida del club blanco hacia el Milán, donde los problemas de rodilla tampoco le abandonaron. Un cúmulo de desgraciados accidentes físicos que impidió disfrutar a pleno rendimiento de uno de los mejores jugadores de la historia.

No siempre una grave lesión supone el principio del fin de una carrera futbolística. Son muchos los jugadores que han superado una complicada lesión y a su regreso recuperaron su más alto nivel futbolístico. Le pasó a Eto’o en el Barcelona (rotura del menisco externo), a Del Piero en la Juventus (cruzado anterior y posterior), o a Filipe Luis en el Deportivo (rotura de tobillo y peroné), entre otros muchos. El trabajo del futbolista para superar sus problemas de lesiones es admirable. Van Nistelrooy siempre peleó porque su voracidad goleadora se impusiera a sus problemas de rodilla. Y lo logró. El ariete holandés se lesionó los ligamentos cruzados de la rodilla días después de firmar por el Manchester United, al que llegaría un año más tarde. Sus problemas con las lesiones también salpicarían su trayectoria en el club inglés, pero eso no lo impedirían fichar por el Real Madrid. En todos los equipos se lesionó, pero en todos es recordado por su capacidad goleadora.


La otra cara de las lesiones es la del infractor. La explosión de las redes sociales y el éxito internacional de Youtube hace que con una sencilla búsqueda puedas acceder a las entradas más escalofriantes del fútbol en los últimos tiempos. Entre ellas está la de Míchel Salgado a Juninho que le destrozó el tobillo, la durísima entrada de Diaby a Sneijder que afectó a su rodilla, o la de Goikoetxea a Maradona. Escalofriantes imágenes de tobillos retorcidos, piernas dobladas y todo tipo de par tes del cuerpo humano que desafían las leyes de la gravedad han quedado para la posteridad en las conocidas lesiones de Manuel Pablo, Djibril Cissé, Díaz de Cerio, Totti o Eduardo da Silva. Durísimas secuencias que hieren la sensibilidad del espectador.

El peor resultado posible es el que obliga al futbolista a abandonar el deporte. Es lo que le sucedió a César Jiménez, jugador del Zaragoza que, pese a sus intentos de regresar, tuvo que dejar el fútbol por una dura entrada de Figo en el Bernabéu. O la consecuencia del brutal choque que protagonizaron en el derbi de Manchester David Busst y Denis Irwin, en 1996. El jugador del City sufrió una fractura de tibia y peroné de tal magnitud que el hueso rompió la piel. No pudo volver a jugar. Sólo quienes han presenciado una de estas desgracias en directo conocen el silencio sepulcral que invade el estadio de repente, que da paso a los gritos de horror de los espectadores. En ocasiones, el sonido del golpe o de un hueso que se fractura es capaz de elevarse por encima del sonido ambiente del estadio y recibirse nítidamente en las televisiones por los micrófonos de ambiente de los estadios.

Las lesiones son consustanciales al fútbol, pero siempre se podrá mejorar en el trabajo conjunto de todas las instancias futbolísticas para intentar reducir la frecuencia de una de las caras más oscuras del fútbol. La mejor prueba es la unión que las dos aficiones escenifican para despedir con una ovación conjunta al jugador que se retira lesionado en camilla de un estadio. Entonces, empieza su calvario, pero también la oportunidad de regresar y vencer a la desgracia, como hicieron tantos grandes jugadores del fútbol a lo largo de la historia.

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