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Liga BBVA | Espanyol 0 - Málaga 0

Las tablas de Cristian

La mano del meta evitó el 0-1 en el 91'. El Málaga acusó el 'virus Champions'. El Espanyol, imbatido seis meses después. Oda de ambos al balón parado

<b>PROTAGONISTA. </b>Cristian Álvarez, ayer, en uno de los múltiples saques de esquina que sacaron los malacitanos. El meta hizo la última parada del encuentro.
PROTAGONISTA. Cristian Álvarez, ayer, en uno de los múltiples saques de esquina que sacaron los malacitanos. El meta hizo la última parada del encuentro.

No es casualidad que Espanyol y Málaga firmasen ayer tablas en Cornellà-El Prat. Ya de entrada se presumía algo así, sin Joaquín ni Saviola y con Isco inicialmente relegado a una banda, efectos secundarios de una batalla dos días y medio antes en la Champions, contra el Milán. Mal síntoma que uno de los contrincantes se presente descafeinado cuando el partido se debe librar en la sobremesa . Por otro lado estaba un Espanyol con ímpetu pero con carencias, como esa sociedad ilimitada Verdú-Sergio García a la que aún le falta engrase tras meses sin actuar juntos -lo opuesto a la dupla Joaquín-Isco, que ayer apenas coincidió 18 minutos sobre el césped-,pero también dotado de una solidez atrás inusitada sin Colotto.

Y, precisamente, ello sucedía el día en que Pochettino retornaba a la idea de un doble pivote mixto: Forlín (más destructivo) y Cristian Gómez (creativo). Sin el punch necesario en ambos casos para regalar al fútbol su salsa, el gol, se impusieron las defensas. La del Málaga, de brutal jerarquía, que por algo es la menos goleada de Primera; y la perica, en la que pese a la reconstrucción obligada, Raúl Rodríguez brilló en su retorno al eje de la zaga y Víctor Álvarez deslumbró como si en lugar de 19 años y ficha de filial tuviera 30 y media vida en Primera. Como resultado, el Espanyol cerró un partido sin recibir goles por vez primera desde el pasado 15 de abril, para lo que han tenido que pasar 13 jornadas y una intervención redentora de Cristian Álvarez, en el 91'. Un 0-0 estéril, al fin, más para un Espanyol todavía en zona de descenso que para un Málaga de Champions y con suficiente colchón.

A falta de la magia que deslumbra en toda Europa, y precisamente a consecuencia de haberla desplegado el pasado miércoles, el Málaga se encomendó en la primera mitad a la pausa, al refugio de las ocasiones a balón parado. Y el Espanyol se contagió. Todas las ocasiones hasta el descanso arribaron o de córner o de falta, la mayoría laterales. Perdonó Demichelis en dos tiempos, especialmente en un cabeceo en ventaja franca que le salió demasiado perpendicular a la portería, y también Raúl Rodríguez al filo del descanso. Los pericos sí intentaron alguna contra, pero se perdieron en los tres cuartos, en el momento decisivo de dar un pase o probar suerte con un tiro lejano; siempre eligieron lo segundo.

Al descanso, y más aún al iniciarse el segundo acto, no se apreciaba en exceso esa distancia de 15 puntos en la tabla. Sí se podía intuir, sin embargo, que al Málaga le costaría menos marcar la diferencia. El conjunto boquerón es como esa chica imponente, exuberante, que se sitúa al pie de la barra con tranquilidad a sabiendas de que lo tiene todo hecho a la que dé un pasito hacia la pista de baile. El Espanyol, por contra, es ese chaval del montón, no excesivamente agraciado, pero que puede triunfar por el descaro que desplega no ya en el local, sino ya desde la cola de taquillas.

112 aniversario. Y ese atrevimiento perico se constató en los primeros instantes de la reanudación, en los que se lanzó al ataque. Pero no fructificaron ni las acciones de peligro ni el cambio de Longo por Stuani. El Málaga aguardaba sin prisas su turno, en lo que la entrada de Joaquín significó toda una declaración de intenciones. Su aportación de gasolina tuvo correspondencia por instantes en Isco (sustituido en el 78'), no tanto en un Iturra que fue de más a menos. Desborde sin éxito en los metros finales, como tampoco lo tuvo el Espanyol en un contragolpe que Wakaso desperdició, envuelto en individualismo, ni un cabezazo de Albín que Willy Caballero atajó suavemente.

Más problemas pudo haber tenido Cristian Álvarez en el añadido, cuando Santa Cruz le envió un testarazo. Sacó el meta argentino una mano aferrada a su palo izquierdo que para los pericos valió un punto y la posibilidad de celebrar hoy los 112 años del Espanyol sin nervios añadidos; el capitán perico hizo que el pastel de aniversario no acabase chafado. Los de Pellegrini, por contra, siguen instalados en Champions. Y ambos se centran desde ya en la Copa.

Normalidad en la grada

Tras la polémica suscitada por la aparición de banderas y cánticos políticos en el partido de hace siete días, contra el Rayo, parte de la atención estaba pendiente ayer en la grada de Cornellà-El Prat. Algunas banderas se repitieron, pero en general hubo buen ambiente. La Curva desplegó una enorme lona en la que se leía el lema No nos rendiremos jamás.