Milán - Barcelona | La intrahistoria

"Zlatan ya era un poco arrogante de pequeño"

Viaje a Rosengard, el barrio donde creció el sueco.

Guillermo G. Uzquiano

Elvir Hamzic regenta una tienda de alimentación. Ha hecho amistad con algunos jugadores del Malmoe, a los que prepara batidos de frutas naturales después de los entrenamientos. No había vuelto a Rosengard desde hacía varios años. En este barrio de Malmoe, el 70% de la población es inmigrante, sobre todo balcánicos y magrebíes. "Aquí han obligado a convivir a gente de países que poco antes estaban en guerra. Nuestra infancia no fue fácil. Y Zlatan sufrió además la separación de sus padres".

"Zlatan era igual que ahora: bromista, siempre un poco crecido", cuenta Elvir junto a la pista de fútbol-sala construida por Nike con el nombre y las huellas de Ibrahimovic. Una de sus profesoras en el colegio recuerda que "tenía mucho sentido del humor pero a veces se reía de los otros alumnos". Su agresividad la canalizaba con el taekwondo. Según el director del gimnasio Enighet, "Zlatan hubiera podido llegar lejos, pero eligió el fútbol. Quería ser el mejor del mundo". Empezó a jugar de forma más seria en el FBK Balkans. Allí le vio por primera vez un ojeador del Malmoe en un partido muy especial. Iban perdiendo 0-3 y Zlatan estaba en el banquillo. Salió, ganaron 8-3 y él marcó todos los goles. Ola Gallstad, entrenador de la cantera, recuerda que Ibra llegó al club con 12 años. "Tenía técnica pero era muy bajito. El gran estirón lo dio el verano que cumplió 16 años. Poco antes había querido dejar el fútbol para irse a trabajar a los muelles".

Debutó con el primer equipo con 18 años pero tuvo encontronazos con los compañeros. "Es un chico problemático. Todavía no es una estrella", decía Hans Mattison, el capitán. La estrella, Niclas Kindvall, acusaba a Zlatan de ser "tremendamente egoísta". "Sé que soy difícil. Pero el fútbol tiene que ser divertido. Si no lo es, no vale la pena jugar", respondía Ibra.

Sus exhibiciones en el campo pronto llamaron la atención del exterior. Rechazó ofertas, entre ellas del Arsenal. Hasta que un día Beenhakker le vio jugar y ofreció 9 millones para llevárselo al Ajax. Zlatan aceptó, cumplió su sueño de comprarse un Lamborghini Diablo lila metalizado y a partir de ahí la historia es de sobra conocida.

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