Liga BBVA | Zaragoza 0 - Valencia 1
El pánico va por barrios
El Valencia gana un partido horrible. Jordi Alba y Banega lo ponen en Champions. El Zaragoza ni tiró a puerta. Lleva cinco puntos de los últimos 18.
El Valencia se sacó el pánico de Unai Emery y lo dejó en La Romareda. El triunfo le pone un dique a la impaciencia: son efectos no cuantificables, pero vitales antes de que todo se enquiste. La derrota compromete toda la confianza que el Zaragoza había reunido de manera tan trabajosa en las últimas jornadas. A Aguirre se le ha extraviado el equipo justo cuando parecía ir en alguna dirección plausible. Hizo el ridículo en Pamplona y ayer insistió en el encefalograma plano: tuvo ritmo, si acaso, en la primera parte, pero su manejo de la pelota y el flujo de juego resultaron lastimosos. No atacó. El Valencia ganó bien, aunque sin exhibir gran cosa, como declara el resultado. Una paradoja de esas que había anticipado Emery: a esto debía referirse con lo de "evolucionar piano, piano... pero a toda leche". El triunfo lo resolvió un gol medio contrahecho: una imprevisible cucharita de Bruno por encima de la zaga, en la que Juárez demostró su escasa importancia como defensa dejando solo a Jordi Alba, que finalizó a Roberto en posición incómoda pero ventajosa.
Escarmentado como un gato por la recia goleada de Osasuna, el Zaragoza puso tanto celo en quitarle el enchufe al Valencia que descuidó todo lo que tenía que ver con la pelota. Hizo dos tiros, los dos de Ponzio y los dos fuera, en todo el partido. Y sacó su primer córner a cinco minutos del final. En dos encuentros, ha tirado una vez entre los tres palos. Así no se puede... El ejemplo más evidente de su confusión fue el libre indirecto dentro del área que entre Paredes y Juárez convirtieron en un esperpento. O la enérgica vigilancia inicial que Fernando Meira ejerció sobre Parejo, el hombre alrededor del cual trató de jugar el Valencia. El portugués subió su cotización con cada balón cortado, para a continuación dar un pase insustancial o deficiente que le retiraba todo el crédito. Luego acabaría rendido contra la defensa. Emery había hecho de trilero poniendo a los de fuera a banda cambiada, pero el embuste no le salió. Parejo ideó asociaciones sin profundidad. Feghouli dejó casi todo a medio hacer. Piatti tiró diagonales voluntaristas, pero vacías. El único pasaje sustancial de la primera parte fue una pisada de área del media punta, que remató contra la red lateral de Roberto.
Aburrido. Por eso el técnico del Valencia retiró al madrileño en el descanso y buscó llegar más lejos con Jordi Alba por afuera y Jonas por dentro. El Valencia tuvo más pelota y ocupó con mayor frecuencia el territorio rival, pero tampoco se le ocurrió gran cosa. Ni siquiera a balón parado, aspecto en el que el Zaragoza puso toda la atención. Residuos del síndrome navarro. En el partido hubo más restas que sumas. O sea, más celo en quitar la pelota que en jugarla. Mateos y Da Silva le negaron mucho aire a Soldado, incómodo en la espesura. Tuvo una muy bien puesta de Feghouli y recreó una gran chilena que Roberto contuvo bien plantado. En la izquierda, Paredes le hacía body-check a Piatti y acabó por cortarle la cara con los tacos en un juego peligroso. Jonas entró por él y dejó un detalle soberbio en el área, cuando crecía el Valencia. Luis García, sujeto en la banda izquierda, no encontró su sitio ni la pelota. Postiga anduvo tieso y desconectado. Rúben Micael apareció en la alineación y desapareció en el campo. Y Barrera perdió todos los duelos que le planteó a Jordi Alba, que primero le quitaba la pelota y luego le hacía bicicletas burlonas. El Zaragoza no pudo sumar ni con los cambios. Ni Lafita, ni Juan Carlos ni Ortí, en su debut, pudieron variar la inercia.
Al Valencia sólo se le aclaró la tarde cuando Unai adelanto a Jordi Alba, con Mathieu por detrás, y Banega reclamó el centro de la escena. Entonces fue subiendo el diapasón conforme el partido se deshilachaba. Acabó ganando y metido en el área rival con el remate de Soldado, otra que no terminó Feghouli, un par que no pudo definir Aduriz... y el golito de Jordi Alba. Ese tanto pone al Valencia en territorio Champions y deja al Zaragoza expuesto al huracán. De momento, el viento ya hizo música en La Romareda. O sea, pitos.