Liga BBVA | Zaragoza
Una pretemporada con la Liga en plena marcha
El Zaragoza equipo ya es fiel reflejo del club. No sólo por su decreciente calidad y la pobreza de objetivos. También por la programación: el verano ha sido un desastre. Pocos partidos y muchos cambios tardíos. El resultado es un equipo con mucho por hacer. Y la Liga en funcionamiento...
La política deportiva de Agapito Iglesias -es decir, su modo de atender a las necesidades deportivas de la plantilla, fijar objetivos en el mercado y concluir las operaciones- ha conducido al Real Zaragoza a una incertidumbre crónica que ahora llega al césped. Hasta el entrenador admite públicamente las consecuencias: "Los de arriba tienen que empezar a conocerse", dijo Javier Aguirre el domingo sobre las incorporaciones de Hélder Postiga y Luis García. La confesión tiene un fondo gravísimo: la pretemporada carece de significado en este Zaragoza. No sirve ni para construir la plantilla ni para preparar al equipo. El impacto de la frase de Aguirre sólo lo mitiga el hecho de que todo el mundo acepta ya como algo normal que el Zaragoza sea un desastre. Agapito no sólo hace malos equipos; ahora además los hace tarde.
El resultado es un conjunto que arranca la competición lastrado, pendiente de que los jugadores "se conozcan", corto de preparación, de entrenamiento y de partidos. Así, después de tres jornadas (dos encuentros jugados, más el periodo de huelga) y dos semanas más de demora por la Selección, está haciendo la pretemporada en medio de la Liga. Primero porque el club armó un programa insuficiente de encuentros veraniegos: sólo cinco partidos, el que menos disputó de Primera. Y después, porque Aguirre estaba preparando y dispuso ante el Madrid a un equipo claramente falso. Algunos de los hombres que más importantes en el once (Hélder Postiga, Luis García y Rubén Micael) llegaron tan al final del mercado que se perdieron el primer partido. Como Juan Carlos, víctima de la trama del Sporting de Braga. Mientras otros que ya estaban (Laguardia, Toni Doblas y Uche) dejaron el club. Por no hablar de la indefinición en la que vivieron Lafita u Obradovic; la amenaza de la salida de Ponzio; el infructuoso intento hasta cuatro días antes del final del mercado de rescindir a Leo Franco; el patético culebrón para sacar del West Ham a un Barrera que no jugaba en Inglaterra; el fracaso de los verdaderos objetivos (Milito, Hugo Almeida, Jara o Jonathan dos Santos) y su relevo por futbolistas de la cuadra Mendes (Meira, Rubén Micael, Hélder Postiga); para rematar con el sainete de Miguel Lopes, al que no dio tiempo a cerrar: "Hemos llegado cinco minutos tarde", fue la explicación.
Ridículo.
Como los perros que terminan por parecerse a sus dueños, sobre el terreno de juego el Zaragoza ya es la viva imagen del estado del club. Para asegurarse la supervivencia en Primera (la permanencia jamás fue un baremo de éxito en el Zaragoza), primero le hizo falta ir a dos mercados: el veraniego y la revolución invernal. Después, el stock de jugadores en paro: lo que se llama el outlet de la Liga. Este año también el verano se le ha quedado corto para preparar al equipo. Ahora resulta que necesita dos pretemporadas. La tradicional y esta otra con los puntos ya en juego.
Tiene un punto, pero pesa muy poco comparada con la sensación de escasez competitiva que transmite el bloque. Contra el Madrid fueron los seis goles. En el campo del Rayo, la temerosa alineación de Aguirre: seis jugadores defensivos, con los laterales atornillados en su banda. Ambos días, un fútbol paupérrimo de elaboración y rigor táctico. Y la nítida impresión de que el punto cayó del cielo, gracias a los aciertos de Roberto y a los errores del colegiado. Por ahora, nadie le ha visto al Zaragoza un solo detalle que alimente la esperanza. El único argumento es la paciencia. Y que aún es muy pronto.