Supercopa | Real Madrid 2 - Barcelona 2

Fútbol blanco, marcador culé

El Madrid jugó mejor, pero dos zarpazos del Barça dejan en vilo la Supercopa. Valdés hizo penalti a Cristiano. Pedro reclamó otro de Marcelo.

UNA DEFENSA QUE HIZO AGUAS. Abidal y Mascherano fueron los centrales del Barcelona en el Bernabéu, pero su actuación no convenció. El Barça echó mucho de menos a Piqué, especialmente cuando tuvo que sacar el balón jugado desde atrás. En esas ocasiones, Abidal era un flan, asedidado por la presión de los atacantes del Madrid. La defensa barcelonista mejoró cuando Piqué entró por Adriano y Abidal se desplazó al lateral zurdo, su lugar natural.

Escribo rápido, las horas, así que ustedes sabrán disculparme el desorden, el fluir de conciencia, las inconsciencias, el miedo irracional de quien escribe perseguido por un reloj: nos vemos abocados a una prórroga y penaltis del mismo modo que quienes padecen vértigo se aproximan al vacío. Y la vuelta de la Supercopa, lo recuerdo, se jugará el miércoles a las once de la noche...

Esa es la primera impresión, la obvia, que no ganó nadie, y más allá aún, que nadie salió ganando, ni siquiera con ventaja, resultaría una vulgaridad mencionar ahora los goles en campo contrario. Es verdad que el resultado del Barcelona se antoja más lustroso, pero el fútbol del Madrid pesó más, lo que nos vuelve a dejar en el punto de partida y a las once de la noche, quizá a la una de la madrugada, medias bajas, la prórroga por delante y los lobos por detrás.

En resumen: cada cual tiene motivos para sentirse optimista, para insistir en los momentos en que se creyó ganador, muchos del Madrid, algunos del Barça. Por una vez, sirva de consuelo, la Supercopa no tiene un nombre exagerado.

El primer impacto llegó con las alineaciones. El Barça salía sin Puyol, Piqué, Xavi y Busquets. Pero con Alexis. Y Thiago. Equipo experimental con defensa de circunstancias: Alves, Mascherano, Abidal y Adriano. El Madrid, por su parte, repetía el once que fue goleado en el Camp Nou, casualidad o exorcismo, quién conoce a Mourinho.

Pasada la marea, la impresión es que el meollo se concentró el primer tiempo, lo cual es de agradecer porque se resume fácilmente. El Barça, dos tiros a puerta. El Madrid, cien (no hablo de grados, sino de la sensación térmica). Conclusión: tras 45 minutos de sofocos y penurias, el Barcelona se marchaba al banquillo por delante: 1-2. Es asombroso porque lo hizo casi todo mal y su adversario casi todo bien.

Sí, créanme si no lo vieron. El Barcelona se empeñó en jugar como siempre, tocando desde atrás, pero eso, ayer, no era fidelidad a un estilo, sino torpeza flagrante. Semejante plan resulta imposible sin Piqué, para empezar, y sin Xavi, en la continuación. Más imposible aún con Abidal en la posición teórica de Beckenbauer. Él no es Kaiser, sólo el soldado Hans. Cada una de sus salidas fue un infarto para su portero y una oportunidad para el Madrid. Y el Madrid presionaba muy arriba, brioso, agresivo dentro de la ley. Dicho esto, resulta poco edificante ver a un caballero como Xabi Alonso convertido en vaquilla. Cierro el paréntesis.

Estilo. Entretanto, el Madrid era fiel a su historia y prestigio, lo que ya supone una estimable reconquista. Jugaba de cara, buscando dominar, con un delantero centro, con alas, bien compuesto, ambicioso. Sin tretas ni escondites, ustedes me entenderán. Al minuto ya había disparado Benzema. A los tres, el anfitrión lanzó su segundo córner. A los ocho Valdés palmeó un cabezazo a bocajarro del motivadísimo Benzema, que esta vez remató blandito, quizá con la espinilla del parietal, y eso duele.

Y antes de cumplirse el primer cuarto de hora, el gol. La jugada fue magnífica y convirtió en navaja la banda izquierda. Robó Sergio Ramos, lanzó Di María y Benzema fue Gento. También colaboró Abidal, muy amable. Özil hizo el resto con un disparo sin contestación. Cantaba el Bernabéu. Aleluya, concretamente. El Madrid estaba en tiempos y maneras de golear al Barcelona. Minuto 12.

La razón de cuanto sucedía no era sólo una cuestión física. El Barça pagaba, básicamente, su mala colocación sobre el campo. Messi se movía como un nueve de dos metros, enredado entre los centrales y sin participación en el juego. Y Thiago, que es excelente, no es Xavi. Diríamos que es una cocina con microondas, pero que carece de congelador. Me refiero a esos pases de Xavi que enfrían, que retienen los ímpetus del adversario. Es un hecho: la hipnosis que practica el Barcelona sólo es posible con Xavi sobre el campo. El médium es él. El médiumcampista, si me lo permiten.

Pasada media hora, el partido comenzó a tener lagunas que parecieron turnos de réplica para Barcelona. Sin embargo, nunca tomó el micrófono. En esas, el estadio reclamó mano de Abidal dentro del área (la hubo, conste, manita) y algunos otros, más distraídos, reclamamos justicia para Botía, ese imponente central de la Sub-21 que ha sido incomprensiblemente despreciado por el Barcelona, club de origen; siempre podrá volver por 40 millones.

La siguiente escena nos llevó a una esquina del área madridista, lugar puntiagudo donde es raro que ocurra algo. Pero ocurrió. Villa apuntó a la escuadra más improbable y allí colocó la pelota, con un tiro en hipotenusa.

Todo el temor al Barça regresó de golpe. No te puedes fiar, se oyó mascullar a noventa mil personas. Y suerte que Messi todavía no la ha tocado, trataron de consolar otros. Acto seguido se los tragó la tierra. Pepe resbaló, Khedira no acertó a despejar y Messi se plantó frente a Casillas, al que batió por donde se aplica el desodorante. Increíble. No el gol, no Messi; el marcador, el 1-2.

Dudas. Lo más grave es que de infortunios semejantes se alimentan los defensores del lado oscuro. Según ellos -lo expusieron mientras deglutían rabiosamente sus bocadillos- el resultado demostraba la inutilidad de jugar al fútbol, de dominar, de tomar el camino correcto. Mejor la guerra.

El segundo triunfo moral del Madrid, y por extensión de Mourinho (le siguen sobrando los aspavientos) fue insistir en el juego y en el balón. Coentrao y Callejón entraron por Di María y Khedira y el equipo recuperó el fuego y la iniciativa. El Barça dio entrada a Xavi y Piqué y recuperó la forma.

Xabi logró el empate de disparo raso y el anfitrión dio la sensación de rehacerse. El mundo parecía más justo y volvió a rugir el Bernabéu. Pero ya no había tácticas que distinguir. Lo que siguió fue un intercambio de golpes que confundió a algunos. Pepe, por ejemplo, se aproximó maléficamente a Alves. Y Valdés se acercó de la misma forma a Cristiano, al que hizo un penalti sin señalar. Penalti absurdo, pecar por pecar.

Marcelo derribó a Pedro en la siguiente jugada y hasta en esa estadística empató el Barça. Lo demás fue del Madrid y el resto, lo que queda, se dirime el miércoles a partir de las once, quizá de la una, apuesten algo.

Lo más visto

Más noticias