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Mundial Sub-20 | Visita a los suburbios

Fútbol sin delincuencia en San José

Una iniciativa invita a los niños a practicarlo para evitar los problemas de la comuna más dura de Manizales.

<b>FÚTBOL CALLEJERO. </b>los niños de la comuna San José se divierten jugando al fútbol en medio de su pobre entorno. Es la mejor forma de evitar los problemas que les rodean: drogadicción, prostitución infantil, violencia...

Seguro que esa dirección que me dicen es la correcta? Es un lugar muy peligroso", confiesa el taxista que nos conduce al Polideportivo San José, en Manizales. Allí esperan una patrulla de la Policía que hará de escolta y Juan Alberto, el contacto con el que recorreremos la comuna San José, una de las más pobres y peligrosas de Manizales. Desde 2003, la Fundación Luker, en colaboración con la Alcaldía de la ciudad y el club Once Caldas, se encarga de que sus niños se alejen de su problemático presente jugando al fútbol.

Organiza para ello dentro del barrio entrenamientos diarios, campeonatos y mundialitos. Participan 800 niños entre los 4 y los 18 años. Todo estímulo para la integración de los jóvenes de la comuna es bienvenido. El 31% de ellos está sin escolarizar, el 23% sufre de desnutrición y a diario les rodean problemas como la violencia, la prostitución infantil o la drogadicción. La marihuana y el pegante (pegamento) son fácilmente accesibles. La primera causa de muerte entre estas calles es el homicidio. Una vida apenas cuesta dinero.

Entramos por la Calle 27 y atravesamos la Carrera 17, la 16, la 15. Uno de los policías nos abre el paso en moto. El otro blinda el vehículo por detrás. Enseguida se descubre la cancha La Pelusa. La atmósfera allí dentro es otra. Juan Diego, Óscar, Johann, Jorge, Sebastián, Kevin y otros chicos se divierten persiguiendo una pelota como lo harían en cualquier rincón del mundo. "Si ahora hay 20 ladrones, sin este proyecto de fútbol habría 60", reconoce Juan Alberto, coordinador del programa. "En la comuna viven 23.000 personas, de las cuales 9.000 son niños. Es fundamental enseñarles la vida".

Sueños. "¿De dónde son ustedes", preguntan los chavales nada más terminar su entrenamiento. Y se ríen entre ellos al escuchar nuestro acento, tan diferente y peculiar para sus oídos. De hecho, los hay que jamás han salido del barrio, pese a que se encuentran a sólo cinco cuadras de la Plaza Bolívar, el casco histórico de Manizales. Este es otro de los problemas, la cercanía entre comuna y centro, y la solución ha sido un proyecto de renovación urbana que implicará un éxodo de la gente del barrio en unos años.

Aún así, el fútbol es lo que les preocupa. "Messi". "Cristiano". "Messi". "Cristiano". Enseguida hay debate entre ellos sobre quién es el mejor jugador del mundo. "Yo quiero ser futbolista", dice David Alejandro con una frialdad que asusta. "Acá gastamos el tiempo jugando al fútbol. Nos sirve a todos los pelados de la comuna para no meternos en vicios", se sincera. Tiene sólo 11 años.

Y el sueño puede ser realidad. Que se lo digan a Ramiro Sánchez, que salió de este programa para jugar como portero en la primera división con el Santa Fe. Los que no tienen esa suerte deciden ayudar como monitores cuando terminan su ciclo. Es el caso de Germán Vanegas: "Me sirvió para poner los pies en la tierra. Los niños me enseñan con su entusiasmo más cosas de la vida que yo a ellos", comenta emocionado al recordar que permaneció desde los 16 años rehabilitándose contra la droga. Hoy estudia para ser entrenador.

Decidimos que la mejor forma de despedirnos es mediante una foto de familia. La ruta sigue por la 31. La gente deambula sin rumbo. Hay quien se sienta en la puerta de su casa a ver pasar el día. Otro día. Nuestra presencia no gusta. Nos lo hacen notar unos adolescentes al recoger unos palos del suelo como elemento de autodefensa. Enseguida bajan la guardia al ver que la Policía nos acompaña. Y pocos metros después, al cruzar el punte sobre el río Guacaica, se sale de un plumazo a la total civilización. El estómago sigue hecho un nudo. Y los seguirá un tiempo. El fútbol consigue lo que ninguna otra cosa. Hacernos felices a todos por igual.