Liga de Campeones | Real Madrid - Barcelona

Psicoclásico: guerra de fútbol y declaraciones

Ataque verbal de Guardiola. Iniesta, baja. Albiol y Lass, titulares.

jesús aguilera

Otra guerra, otra fiesta, otro acertijo. Tercer partido entre Madrid y Barcelona en doce días, ida de Champions, semifinales. Quien diga que esto no tiene nada que ver con lo anterior tendrá razón. Quien argumente lo contrario, también. La competición es distinta y el planteamiento abarca 180 minutos que serían 210 en caso de prórroga. Menos urgencias, en teoría. A no ser que la sorpresa que nos reserven sea justo esa: resolver hoy. Intentarlo, al menos.

Cabe cualquier posibilidad, hasta la más insospechada. Nadie imaginó un Madrid atrincherado en el primer asalto. Nadie fue capaz de suponer que Pepe y Khedira avanzarían su posición en la Copa, convirtiendo la presión defensiva en presión atacante. Sólo el Barcelona ha permanecido inalterable. Hasta el sábado. Ese día, después de ganar penosamente a Osasuna, Guardiola decidió jugar otro tipo de partido, el "psicoclásico". Su lenguaje de hierba alta fue sólo un anticipo. Ayer soltó sapos y culebras, provocador, mourinhizado. Esta noche sabremos si existe traslación al campo, si el Barça sale más agresivo o si, remodelado por la baja de Iniesta, entrega el balón al Madrid: en ese caso el riesgo será que la pelota quede abandonada en el mediocampo, usted primero, mejor usted.

Fisura. El dilema es filosófico porque cada estrategia presenta una debilidad demostrada. La presión del Madrid en Copa le dejó agotado en la segunda mitad, hasta su asombrosa resurrección en los últimos minutos. El repliegue en Liga le obligó a reponerse de un gol en contra con un jugador menos. Para el Barcelona la cuestión es cómo liberarse del pressing, cómo anular los contragolpes del enemigo y cómo activar el juego de desmarque y profundidad. De los 210 minutos jugados hasta ahora, el Barcelona sólo se ha expresado con comodidad durante la segunda parte en Mestalla, y no en toda. En el resto del tiempo sucedió lo que quiso el Madrid.

En principio, parece que Mourinho jugará con la base del equipo de la Copa, con las novedades obligadas de Albiol y Lass, por Carvalho (sancionado) y Khedira (lesionado). Dos retoques que no tendrían por qué alterar la esencia de ningún esquema. En lo demás, el juego de ataque estaría entregado a la creatividad de Özil, pieza clave en la primera parte de la final, a la velocidad de Di María y a la contundencia de Cristiano, falso delantero centro (o no tan falso).

La mención a Cristiano nos da pie para considerar el siguiente partido a jugar, el de los cracks. Después del duelo entre los entrenadores, o incluso antes, Cristiano y Messi libran una batalla colectiva que es una pelea personal. De momento, gana el portugués, mejor futbolista del mundo si se juzgara por los dos últimos partidos.

Messi, entretanto, ha encontrado problemas tácticos que no ha sabido resolver. Si actuar consiste en saberse el papel y no tropezar con los muebles (lo dijo Spencer Tracy, un respeto), Messi se ha enredado con el texto y con las sillas. Quitarle espacio ha sido quitarle aire, pero es deber de quien busca piso en el Olimpo superar estos obstáculos. Otros lo hicieron.

El físico es la última clave. El planteamiento del Madrid explica muchas cosas, pero el Barcelona ha llegado a esta parte de la temporada sin frescura y sin recambios. Hagan memoria: el Barça de hace meses no hubiera dejado escapar una ventaja ni perdonado a un enemigo contra las cuerdas. La posición de Mascherano en el centro de la defensa señala un problema de planificación, de plantilla, quizá de soberbia. En ese puesto repetirá el argentino mientras Puyol se desplazará a la izquierda para cubrir la baja de Maxwell.

Banquillo. El Madrid no sólo es más fuerte físicamente: muchos de sus titulares descansaron el sábado. Lo hicieron mientras los suplentes marcaban seis goles al Valencia. Así de grande es el banquillo y tantas posibilidades ofrece. Calculen: introducir, de un golpe, y si fuera menester, a Kaká, Higuaín y Benzema.

La Champions tampoco miente: la igualdad es cierta, aunque el Madrid viene con mejor aire. Ocho victorias y dos empates. Ningún gol encajado en casa. El Barcelona ha ganado siete partidos, empatado dos y perdido uno, en el Emirates, ante el Arsenal. Veinticuatro goles marcados por cada equipo, pero el Madrid con menos tantos recibidos, tres, por siete el Barça.

Qué más decir. Será un gran espectáculo, otro, el tercero de la tacada. Bendito empacho.

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