Barcelona - Real Madrid | El clásico al microscopio
El carrusel
Baño histórico para unos, sólo tres puntos más para los otros. El Barça-Madrid deparó uno de los mayores varapalos que se recuerden entre los dos grandes del país. El cuadro de Pep desplegó su mejor juego para desquiciar a un Madrid sin el aliento de Mourinho. Nuevo líder. Nueva Liga. Pero, ojo, el fútbol es cambiante.
El puntero láser ya es un componente más
Uno imagina a la mujer de quien va al fútbol recordándole a su marido que no olvide el bocadillo que con amor le ha preparado o que coja un paraguas por si la lluvia le sorprende. Y que nadie se enfade. No es un comentario machista. Seguro que son más casos que los que sucedan entre sexos contrarios. Es más difícil pensar que nadie le coloque un puntero láser sobre la mesa, junto a las llaves y el teléfono móvil. Pero hay quien va al fútbol con uno de ellos, empeñado en acertar en la cara de algún jugador rival, si es la de Cristiano mejor, para poder llamar la atención que de otra manera no podría. Al parecer, la victoria de tu equipo no reconforta lo suficiente.
Benzema rememoró la soledad del interno
No fue el mejor día para que Benzema obtuviese el premio de la titularidad en la delantera del Madrid. La lesión de Higuaín lo propició y el francés ocupó la posición más adelantada de un equipo tremendamente echado atrás. Fue un islote. Una mancha lejana. Siempre se le ha achacado al francés ser un tipo solitario y poco comunicativo. Su vida le ha forjado ese peculiar carácter. De hecho, con 15 años quedó interno en la ciudad deportiva del Lyon, Tola Volage. Allí, en la habitación número cinco de la residencia, con vistas al estadio Gerland, pasó horas y horas de soledad que ayer rememoró con un partido marginal. Sin conexión o fuera de cobertura.
Xavi da cuerda a la caja de ritmo culé
No hay futbolista más armónico que Xavi, perfecto delineante sobre el que se apoya el inesperable juego del Barça. Inesperable porque el de Terrassa actúa como un metrónomo, siempre frecuente y constante en el ritmo, combinativo y eficaz, pero también variable en la velocidad con la que ejecuta sus acciones. Cuando sube de intensidad es capaz de aparecer por sorpresa como en el primer gol. O de trazar un pase largo con el que descuadrar la defensa del Madrid como en el origen del segundo. Xavi es capaz de convertir el fútbol en algo tan fácil de controlar como los latidos de un corazón. Un marcapasos perfecto para el Barça que, como los trileros, sabe cuándo acelerar y cuándo frenar. Acelerar. Frenar. Esos cambios de ritmo le hacen el director perfecto.
Y la cantera como dolorosa guinda
Todo el mundo entiende al Barça y al Madrid como dos mundos antagónicos. Uno de esos puntos de desunión está en la política que cada uno tiene con sus canteras. El primero la considera fundamental para seguir surtiendo del mismo estilo al equipo; el segundo, como arma de financiación a base de pequeñas pero repetidas ventas de jugadores creados en su fábrica. Guardiola celebró por ello con más ilusión que ningún otro el quinto gol, manufacturado por Bojan en la banda derecha y certificado por Jeffren por el centro. Dos chicos de 20 y 22 años que se apuntaron a la fiesta y cuyo protagonismo no sólo es futuro, sino también presente.
La vergüenza es la peor herida de uno
Perder los nervios es factible. También reaccionar como Ramos en una situación tensa, aunque pudo hacer más por moderar su enfado. Pero sentirse avergonzado es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Y eso es lo que seguro corroe por dentro al de Camas, que hoy no dejará de darle vueltas a su tangana callejera con varios rivales anoche pero amigos en definitiva: Xavi, Iniesta, Puyol... Los futbolistas son gente sometida a una intensidad de foco diferente. Cualquier acción suya se mide con lupa. Por eso fuera del campo se comportan casi como robots. Pero lo de ayer abrirá telediarios y periódicos. Y entonces volverá el arrepentimiento de Sergio. Ese no era yo, pensará.
El personaje: Mourinho
Mourinho es una de esas personas a las que reconforta ganar. Su carácter competitivo insufla nuevos bríos a los equipos a los que dirige, pero también motiva a rivales de toda índole y clase, de un simple Sporting a un gran Barça. Sus declaraciones contra viento y marea tampoco ayudan, más bien al contrario. Es tan buen entrenador que sabe salir airoso de la mayoría de sus desatinos, pero a veces eso no es posible. Como ayer. El Barça ya es lo suficientemente peligroso de por sí a nivel futbolístico como para que durante toda la temporada se le vaya enfureciendo con mensajes indirectos. De este modo, embravecido por su afición y por su propio orgullo, el cuadro de Pep salió decidido a cerrar muchas bocas. Entre ellas la de Mou. Y lo hizo, desde luego. El técnico portugués se refugió en la comodidad del banquillo cuando la goleada ya era un hecho y sus futbolistas soportaban la vergüenza del resultado. La grada del Camp Nou, lejos de disfrutar con su equipo, se acordó de él para mandarle al teatro, para llamarle traductor, para invitarle a asomar la cabeza. Fue síntoma de que superar a un ganador fortalece el doble.