Real Madrid-Athletic | El colegiado

El cojonudito español

José Ignacio Wert es un reputado sociólogo y presidente de Inspire Consultores que nos da su visión de la polémica entre Mourinho y Preciado.

José Ignacio Wert
Actualizado a

Un buen amigo -cuyo nombre no desvelaré para preservar su integridad física- tiene acuñado el concepto de cojonudito español: el cojonudito no debe ser muy alto, puede -o no- gastar bigote, pero lo que ha de gastar necesariamente es mala leche o cierta chulería castiza (majeza, si queremos darle un tono más positivo). Ahora, eso sí, el cojonudito, para serlo en puridad, tiene que pegarse hasta con su padre, si fuera menester, pero, por supuesto, sólo de boquilla.

En el biotipo del cojonudito encajan personajes públicos bien apreciados como el eximio ex seleccionador, Javier Clemente, actores como Alfredo Landa, entrenadores de baloncesto (Manel Comas es un cojonudito de libro) o, a lo que voy, de fútbol. Pues sí, les estoy hablando de Manolo Preciado. Le sigo desde hace tiempo y, como en general me pasa con la mayoría de los cojonuditos, tiende a caerme bien. Pero su warholiano cuarto de hora de fama no lo ha alcanzado de una forma precisamente gloriosa. Su querella con Mourinho saca a la luz los peores rasgos del cojonudismo hispano: la desenvuelta chulería es una forma de sublimar el complejo de inferioridad, alimentada de un falso apego a lo propio y rechazo de lo foráneo que es, en realidad, apenas la máscara que esconde la envidia de lo ajeno.

Todo esto viene de que Mou, al ver que el Sporting alineaba ocho no habituales en el Camp Nou, comenta que si muchos equipos hacen lo mismo -tirar el partido con antelación- cuando vayan a visitar al Barça, ganar la Liga va a ser muy complicado para el Madrid.

Se puede discrepar de la oportunidad del comentario, pero sus fundamentos objetivos son incuestionables. Y, si no lo son, lo que puede hacer Preciado es sacar en el Bernabéu el equipo que sacó en Barcelona.

En lugar de ello, la forma cojonudita que encontró Preciado de responder a ese análisis más bien técnico fue a su vez muy técnica: "Mou es un canalla" (sic) "y quién coño" (sic otra vez) "se ha creído que es para decir que he tirado el partido". Ni una línea de protesta en sitio alguno y, al contrario, algunos entrenadores de Primera -por compañerismo, eso sí-avalan las palabras de Preciado. ¿Por qué es más compañero Preciado que Mou? ¿Será por cojonudito? ¿Por qué uno no tiene derecho a opinar sobre la estrategia de otro y el otro tiene derecho a injuriarle?

No creo que me ciegue la pasión al encontrar en todo este lío algunas claves muy poco sanas del comportamiento de Preciado y la emulación negativa que ha despertado. La actitud rencorosa ante el éxito, claramente, es la que domina. Pero hay otra en el trasfondo -que se aplica no sólo a este incidente, como es sabido, sino a todo lo que rodea a Cristiano Ronaldo, eso que ha convertido el "ese portugués qué hijoputa es" en himno oficial de los equipos que son visitados por el Madrid- y que es una mezcla de xenofobia y ese absurdo sentido de superioridad con el que tantos españoles se enfrentan a nuestros vecinos del Oeste.

Y la combinatoria de ese rencor y esa superioridad ignorante puede ser explosiva. Llevamos cuatro días exhibiendo comprensión y simpatía hacia el cojonudito y, de no ser por sus reflejos casi milagrosos, en este momento Cristiano, ese portugués, estaría en la cama de una clínica con la pierna colgada. No he oído a nadie decir que Botía es un canalla

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