Sí, huelen a Primera

Claves para lograr un ascenso: dominar el balón parado, disponer de delanteros que trabajen bastante y acierten más, espolear a la afición para que acuda el estadio en masa y, sobre todo, tener o llamar a la suerte con gestos, con juego o luchando hasta el final. De mucho tuvo el Valladolid pero le fallaron los puntas, y de todo el Betis, al que le ha dado por ganar, ganar, ganar y ganar, multiplicado por cuatro. El póker lo predijo Pepe Mel en la previa y lo cumplieron sus futbolistas a pesar de verse obligados a remontar, de parecer desorientados en muchas fases y de que el Valladolid, que juega bien al fútbol, no mereciera tanto castigo.

Juegan florido y sobre todo coherente los pucelanos, ordenados por un sistema clásico al que cada día buscan más mutaciones raras los entrenadores, pero que no suele decepcionar cuando se alterna con extremos tan buenos y tan profundos como Sisi y Nauzet: el 4-4-2. Ambos le dieron la mañana a Fernando Vega, que entró en el once por la sanción de Nacho pero que nos tememos regresará al banquillo ya.

Fue el Betis sin embargo quien comenzó adueñándose de la pelota. Inició las hostilidades la pareja Emaná-Rubén, parece que llevaran jugando juntos toda la vida. Se entienden de maravilla. Fruto de la sociedad aparecieron dos, tres acercamientos y una ocasión clarísima que Caffa mandó a la madera. Hasta entonces, el Valladolid sólo amagaba sin dar, y al final dio. Saque de esquina en la izquierda pucelana botado al primer palo, defensas dormidos, Goitia temeroso y Valiente, de cabeza, a la red (37'). Pero dos minutos después de volver del vestuario, en una falta botada desde y hacia el mismo lugar, Rubén se introducía entre los centrales para empatar el encuentro.

"Cada partido descubro a un nuevo futbolista bueno", aseguró Mel tras la victoria en Elche, muchos creímos que contagiado por una euforia excesiva. De momento, la frase se hace carne. El descubrimiento de ayer se llama Miguel Lopes, capaz de domar él solito la banda derecha. Por delante se le alternaron Caffa, desatinado, y Momo, sin fondo físico, y fue precisamente cuando no convivía con ninguno de los dos cuando el portugués resolvió el partido, en una carrera de costa a costa que recordó al mejor Cafú. Israel cabeceó como mandan los cánones (2-1, 63'). Bien el canterano verdiblanco, que además del tanto aportó el resto del peligro que creó el Betis después, aculado en tablas hasta que Guilherme vio su segunda tarjeta amarilla. Calle, que ayer trabajó mucho pero no acertó nada, falló a puerta vacía cuando el Valladolid más merecía empatar. No lo hizo, pero al griterío alegre que abandonaba La Palmera le quedó el mismo hedor, la misma sensación agradable: los dos equipos huelen a Primera.