Liga Adelante | Las Palmas 1 - Nàstic 0

Expediente cumplido

La Unión Deportiva gana sin sobresaltos y sella su salvación

Ignacio S. Acedo
LA CELEBRACIÓN DEFINITIVA. Guerrero abrazado a Jorge y Rondón a Guayre. Alegría justificada. Valía la permanencia.carlos díaz-recio

No merecían menos las casi treinta mil almas que ayer colmaron el Gran Canaria. Tampoco todos los que sufrieron desde la distancia, número ingente también. La Unión Deportiva puso fin ayer a su penitencia con un triunfo ante el Nàstic que trasciende el valor funcionarial de los tres puntos. Ganar significó, además, garantizar su permanencia en la categoría, conquista menor pero convertida en celebración después de una temporada infame. A los dieciséis minutos Rondón (indultado por Apelación) se encargó de inyectar vida a la grada con un gol que resultaría providencial. Se respiraba cierto pánico al patinazo con todo a favor y el acierto del ariete contribuyó a una anestesia general que también barnizó al rival, condescendiente hasta el final. Bastó el 1-0 sin que necesitaran alardes de ningún tipo. Las Palmas supo manejar situaciones y riesgos, protegió su renta y consumió el tiempo a ritmo cansino, buscando las esquinas, con la pelota muy lejos de Pindado y alrededores. Como estipulaba el manual de supervivencia para la ocasión.

El partido en sí reunió poca historia. La emoción duraría lo que la resistencia del Nàstic, en el que nunca se adivinó intención alguna de reventarle el día a todo el gentío que se acercó al estadio. Paco Jémez, rosario en mano, remó a favor con una alineación valiente en la que Guayre fue novedad y se justificó hasta que le duró la musculatura. Desde el arranque se apreció la determinación de erradicar todos los peligros. Las Palmas salió mandando, con mirada al frente y paso eléctrico. El área de Felip centralizó todas las operaciones hasta que Rondón atinó a meter la pierna y exprimir un centro de Beranger que tropezó en un rival. La celebración fue coral. Jugadores, público, palco, banquillo, espontáneos a pie de césped... Se trataba de un gol superlativo en todos sus extremos y requería tal escenificación.

Hecho lo más difícil, lo que vino a continuación fue una prueba de madurez, de resistencia al tembleque con el drama que llegaba reverberado de otros estadios. pero esta vez no hubo naufragio ni nada que lo anticipara. Cierto es que Pindado tuvo que emplearse en un tiro con veneno de Álex Cruz. Y que no ampliar el marcador mantenía las incertidumbres, porque el empate no valía. Pero el Nàstic no estaba para más. Mucho hizo con disimular bien sus vacaciones anticipadas. Ante semejante docilidad, corrió el reloj y volaron los miedos. El pitido final trajo estampas emotivas, lágrimas y puños en alto.

La Unión Deportiva salió del ataúd en el último momento. No acostumbra el fútbol a beneficiar reiteradamente al que no lo merece. En este caso, ya se suman dos años de una suerte casi metafísica. Que sirva de lección.

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