mundial 2010 | grupo a | sudáfrica 1 - méxico 1

Rafa Márquez saca a México de un buen lío

La selección anfitriona se adelantó con un soberbio tanto de Tshabalala -primer goleador del Mundial- en la segunda parte, tras una primera en la que México pudo firma la goleada. Los de Aguirre empataron por medio del barcelonista Rafa Márquez cuando más sufrían. En el último minuto, el palo evitó la victoria de Sudáfrica.

MANUEL SALINERO
Márquez celebra el gol del empate ante Sudáfrica.Reuters

Sudáfrica puede cargar a sus espaldas con la ilusión de toda una nación, puede correr más que sus rivales alentado por sus vuvuzelas, puede aferrarse a la fe y al orgullo para sobrevivir en su Mundial, puede hacer cualquier cosa que se proponga con independencia de su fútbol, algo de lo que no anda muy sobrada pero tampoco escasa.

Puede hacerlo porque se siente empujada por el viento de la historia, por una fuerza sobrenatural que acude en su ayuda en uno de los momentos estelares de su historia, con los focos del mundo entero apuntando sobre sus tierras. Sólo así se explica que con un simple cambio de ritmo le llegara a Sudáfrica, sometida en la primera parte hasta niveles insufribles, para desperezarze y sacar un laborioso y merecido empate ante México en el partido que abría el telón mundialista, un encuentro tan disputado como entretenido que fue justo con los méritos y errores de ambos contrincantes, pero que pudo ganar cualquiera..

Sorprendió Javier Aguirre sentando a Guardado de inicio, pero el plan estaba bien diseñado. Conducidos por Vela y Torrado, los mexicanos se sintieron cómodos desde el arranque y reclamaron la posesión de la pelota. Tampoco Sudáfrica se la discutió, y pronto llegaron las ocasiones, todas desde una banda derecha muy potable, precisamente la más floja, a priori, de México.

Giovani Dos Santos y Guille Franco descubrieron la veta y comenzaron a explotarla. Gio, aquel chico que no se lo creyó -o se lo creyó demasiado- en el Barcelona, avisó ya en el minuto dos, y Juárez le imitó con un centro al área despejado por Khune, un portero más que solvente, al estilo de los mejores cancerberos africanos; inquieto, saltarín y hábil de reflejos, pero que tendente a despejar antes que a blocar, lo que le puede traer más de un susto.

Tardó casi un cuarto de hora en despertar Sudáfrica, muy atenazada por los nervios y demasiado lastrada por la suplencia del idolatrado Booth, lo que no desanimó a la entregada hinchada local. Fue un inocente acercamiento al área, que tan sólo sirvió para descubrir sus carencias al mundo. México tomó nota y se lanzó a un ataque desmedido que debió abocar la primera parte a una goleada tan cómoda como justa, pero los caprichos del fútbol volvieron a reclamar su protagonismo.

El primer demonio se le cruzó al Guille en el minuto 13 -todo un presagio-. Envío fuera un lanzamiento que sólo podía ir entre los tres palos. Cinco minutos después es Giovani el que desperdicia su momento de gloria en una jugada individual en la que se precipita para definir.

Luego Franci se asustó ante la salida de Khune, que sacó una prodigiosa mano para arrebatar la pelota a la red en una ocasión extraordinaria. Puede que ahí empezara a deprimirse el conjunto de Aguirre, que protestó un gol bien anulado por fuera de juego de Vela.

La reacción final de Sudáfrica en la recta final del primer acto avisó lo que vendría en el segundo. En apenas cinco minutos botó cuatro saques de esquina, dos consecutivos, que hicieron rugir las vuvuzelas, aunque estas no explotarían hasta la reanudación.

México se fue al descanso con gesto incrédulo, mientras sus hinchas se frotaban los ojos ante tanto desatino, y con la incertidumbre de si lo acabarían lamentando. Y lo hcieron. Los 'bafana' salieron transformados, como guiados por una energía superior que les empujaba hacia la gloria y bloqueaba a su rival.

La clave estaba en el cambio de Parreira y en la mente de los mexicanos. Los primeros se olvidaron de defender y se entregaron al placer de jugar al fútbol, su fútbol. Sin la pelota su juego es pobre, simple y ramplón, de acuerdo, y conduce al equipo a un sufrimiento digno de lástima. En cambio, con el balón en los pies son hábiles, pueden y saben correr, y si a todo ello unen un cierto rigor y organización de líneas que trata de inculcarles Parreira, son un grupo capaz de hacer sufrir a cualquiera, a cualquiera, claro, que no sepa jugar al fútbol.

Eso es lo que le ocurrió precisamente a México, que se olvidó del toque y empezó a notar el lastre de los años de algunos de sus futbolistas. Fue el momento que aprovechó Parreira para soltar los grilletes a sus chicos y dejarles hacer lo que saben, correr libres por el verde como gacelas, pero con el balón en los pies, bien para pasarlo, bien para romperlo.

La última opción es la que eligió Tshabalala para culminar una contra en el minuto 55. Un pase de Modise -uno de los más activos de su equipo- Thsabalala lo transformó en un zurdazo formidable que limpió la escuadra de Óscar Pérez.

La alegría en su sentido más espiritual se apoderó del Soccer City de Johannesburgo, que parecía revivir aquella tarde de 1995 en la que Nelson Mandela entregó a Francois Pienaar el trofeo que acreditaba a la nueva Sudáfrica renacida de las cenizas del 'apartheid' como campeona mundial de Rugby.

De ahí hasta el final el fútbol se volvió una fiesta, entregado a la maravillosa locura que a veces ofrecen los partidos descontrolados y sin gobierno. Tal era el caso. Giovani, autor de un portentoso derroche, respondió al duro golpe con otro zurdazo, que encontró respuesta en Khune junto a la cruceta (el agente del portero tendrá trabajo a partir de ahora).

Sudáfrica no se asustó y fue tan valiente que lo terminó pagando. La factura se la cobraría México tras resistir otra embestida africana que desperdició Modise; sólo en el segundo palo remató fuera un pase en largo. Y acto seguido, Pérez sacó con los pies otro remate de Modise en el mano a mano, aunque el delantero reclamó penalti de Rodríguez, que le incomoda lo suficiente para facilitar el error.

Con los locales desatados, Guardado vislumbró el hueco en la defensa sudafricana para colgar un pase largo desde la banda izquierda que cazó Rafa Márquez en el segundo palo. El barcelonista remató sin oposición en un error mayúsculo de la zaga rival, en la que el capitán Mokoema no se atrevió a dar el pasito y habilitó hasta a tres oponentes. Una muestra de las carencias de este equipo aderezada con su inexeperiencia, que a veces produce un resultado mortal.

Fue demasiado para Sudáfrica, que pudo sobrevivir milagrosamente a sus desajustes defensivos gracias al desatino mexicano, un equipo que tendrá que afinar su punto de mira si quiere disfrutar del Mundial al menos hasta la segunda fase.

En el último minuto, un tiro al poste de Mphela pudo estropear el plan trazado por Aguirre. Hubiera sido un gol merecido por el despliegue y el atrevimiento sudafricano, pero tan justo como los que desperdició México en la primera parte, donde su superioridad llegó a resultar humillante para los anfitriones.

El sentir de esta primera prueba lo definió Aguirre: "Pudimos ganar, empatar y perder, y nos vamos con sabor amargo". Lo bueno para México es que aún hay tiempo para endulzarse; para Sudáfrica, el sueño ha comenzado.

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