Liga BBVA | Zaragoza 1 - Espanyol o

Permanencia con polémica

El Zaragoza roza la salvación de penalti. El Espanyol acusó a Iturralde. Decidió con frialdad Colunga, otra vez. Pareja y Luis García fueron expulsados

<b>CHOQUE FORTUITO. </b>Kameni y Eliseu caen doloridos sobre el césped tras chocar bruscamente al buscar un balón dividido. No hubo falta y ambos se recuperaron.
Mario Ornat
Actualizado a

Uno puede casarse de penalti y ser feliz. Ese era anoche el Zaragoza, virtualmente salvado sobre el cómodo poyete de una pena máxima resuelta por Colunga con frialdad inconsciente. Enfrente estaba el Espanyol, cuya opinión será que al Zaragoza lo redimió Iturralde González, al considerar falta un opaco forcejeo de Nico Pareja con Ander. Después, además, expulsó al central argentino. El ruido de la protesta le importó poco a La Romareda, donde sólo se escuchaban vítores. Al Espanyol le salió de dentro un antiguo volcán dormido. Iturralde también chifló aquel penalti de Baena a Xavi en el derbi catalán. El fútbol no tiene memoria, dicen. Salvo para lo que quiere. El precedente inflamó las suspicacias y el Espanyol se sintió atropellado. Peor aún, sintió que no ha resuelto la amenaza, aunque una mirada al fondo del agujero le indique que el peligro sólo existe en su miedo. Tiene poco de real.

El partido tuvo ese capítulo exagerado y, por lo demás, resultó escaso, en fútbol y en ocasiones. Crepuscular. La falta de sustancia estaba metaforizada de antemano por los gorros de lana que vestía el público de La Romareda. Gorros de lana en mayo. Era un síntoma. Un signo. Como partido de fútbol, lo de anoche admite cualquier tipo de conclusión y defiende aquel adagio según el cual en este deporte todo el mundo acaba por tener razón alguna vez. Moisés, Osvaldo y Verdú aproximaron al Espanyol al gol en el tramo inicial de la noche. El Zaragoza tiró mucho menos fútbol, pero Adrián Colunga y Eliseu, ya avanzado el encuentro, contaron dos oportunidades irrefutables.

El primer tiempo subrayó la impresión de las últimas semanas: el Zaragoza ha llegado al término de la campaña con el mínimo hilo de fútbol necesario para sobrevivir, vacío ya no de retórica, sino de la mínima expresividad. Su conveniente obsesión defensiva es la que lo va a salvar, contra cualquier opinión. La tensión ha deconstruido su juego, al punto de que la única expectativa consiste en una aceleración de Colunga: ocurrió en el alargue de la primera mitad, cuando el asturiano encontró la espalda de Pareja a pase de Eliseu. Pero Kameni tapó el ángulo cruzado, Colunga le pegó con la izquierda y la mandó fuera.

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Buen arranque. Al margen de ese instante, el juego aragonés lo armó Roberto a base de pelotazos. Sin Ander ni Lafita, la fluidez o la repentización constituyen quimeras. La diferencia quedaría explicada cuando los dos zaragozanos aparecieron en la segunda parte. Si no es de penalti, uno se atreve a considerar que el Zaragoza nunca habría ganado. Otra cosa es si lo hubiera hecho el Espanyol... Tampoco podría afirmarse con seguridad. Frente a un Zaragoza tartamudo el Espanyol, lo quisiera o no, tuvo que asumir la iniciativa. Su relativo plan admitió apariciones iniciales con cierto brillo vacuo de Callejón, la insistencia de Luis García y un par de avisos de Verdú y Osvaldo. Todo eso en el primer tiempo. Roberto negó la mejor, un pase arrastrado de Callejón a Moisés que, desde la frontal del área pequeña, no pudo definir. Le pegó hacia arriba y, en altura, Roberto manoteó con su solvencia habitual.

Luego, el Espanyol adelgazaría frente a la convicción local, más visceral que ordenada. Inexplicable, porque había más juego en un detalle del Espanyol que en tres días de fútbol de la línea de mediapuntas aragoneses. En la leve caída del Espanyol se levantó Víctor Ruiz, que fue el mejor libra por libra. A Eliseu le negó un gol ya en la segunda mitad, apretándole el remate. Y tuvo rasgos imperiales en la posición, el manejo y las medidas. Pochettino buscó en Iván Alonso y en Coro lo que Osvaldo anunció pero no dio. Y en el Zaragoza, entre Ander y Lafita le devolvieron cierto color al fútbol local. En una falta cruzada de Gabi al segundo palo, Ander fue al remate trenzado un brazo con el de Nico Pareja. Cayó y fue penalti. O eso dijo Iturralde. El Zaragoza cantó su júbilo. El Espanyol gritó adjetivos irreproducibles.

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