Mazzola
"Di Stéfano era mejor que Messi. Era único"
Dos Copas de Europa, dos Intercontinentales, cuatro 'scudetti', una Eurocopa y tres participaciones en Mundiales. Es el palmarés de Sandro Mazzola, historia viva del Inter de Milán.
¿Da miedo el Barça en el entorno del Inter?
Tiene un juego perfecto, preciso y precioso.
Me da que usted aún no vio al Barça esta temporada...
Lo vi ante Sporting y Getafe, y me convenció.
¿Cómo valora el duelo entre Samuel Etoo y Zlatan Ibrahimovic?
Veremos, aunque se presente realmente apasionante.
¿Aplaudió la compra del camerunés por parte de Massimo Moratti?
Él mira siempre por el bien de la sociedad. Etoo quedaba libre el próximo verano, y estará con ganas de jugar ante su ex equipo. El pasado domingo hizo un golazo, ¿lo vio?
Sí, claro.
Fue sensacional. En cambio, pese a que Ibra también lleva dos goles en tantos partidos, no está jugando como él puede. Le costará aclimatarse, pero cuando lo haga...
¿Qué?
Será sensacional.
¿Algo que ver con su época?
Nada.
¿Qué haría Helenio Herrera con los egos de los futbolistas?
Plancharlos. Era un fenómeno. Tenía una manera de trabajar novedosa para la época e incomprensible en aquel momento.
¿Por?
Muy sencillo. Era un maestro de la psicología, aunque algunos lo tachaban de loco. Mientras todos se dedicaban a correr y a correr, él tuvo la capacidad de sentarse y hablar.
¿Y qué les decía?
Si creía que el equipo estaba muy crecido ante el rival, te hundía, te ponía los pies en el suelo en dos minutos. En cambio, si creía que estábamos derrotados de antemano, tenía las palabras justas para que al salir al campo nos comiéramos a los rivales. ¡Era increíble!
Lástima de que inventara el 'catenaccio'.
Se quedó con eso, pero el primero que trabajó con un líbero en Italia fue Nereo Rocco, técnico del Milán.
Explican que usted pensó en abandonar el fútbol.
Bueno, algo de eso hay.
¿Qué pasó?
Participaba con mi hermano en un equipo de baloncesto en Milán. Se me daba bien. Dicen, incluso, que inventé el túnel sobre el cemento de la pista de baloncesto.
¿Le vino bien para desconectar del fútbol?
Nunca lo dejé, pese a que estaba cansado de las comparaciones que siempre hacían con Valentino, mi padre.
Que, lamentablemente, falleció cuando usted era un crío.
Jugaba en el gran Torino que se estrelló en Superga en 1949. De mi papá recuerdo su gran mano, la protección que me daba, y pocas cosas más.
¿Es Leo Messi el mejor jugador del mundo?
¿Ahora? Puede ser.
¿Se le podrá considerar el más grande la historia?
No. Di Stéfano era mejor que él: Alfredo era único en su especie. Y el que no piense así, no sabe de fútbol. Lo vi agarrar una bola en un partido, irse de todos, encarar y regalar el gol. Llegaban pocas imágenes por televisión y fue mágico medirme a él en la final de la Copa de Europa de 1964, en Viena.
Que ganó el Inter por 3-1.
Y en la que hice un par de goles. Antes de entrar al campo vi a don Alfredo. Estaba tranquilísimo, mientras yo alucinaba. Tuvo que venir Luis Suárez para tensionarme. Entonces me pareció muy grande y alto, aunque cuando acabó el partido me di cuenta de que no medía dos metros.
¿Lo saludó?
Lo busqué para cambiarle la camiseta.
¿Y?
Vino corriendo desde la otra punta del campo Ferenc Puskas. Me dijo, triste por la derrota, que él había jugado con mi padre, y eso me llegó muy hondo. No lo dudé. Quería la de Di Stéfano, pero el húngaro me ganó. Me emocionó y nos abrazamos. Guardo esa camiseta como un tesoro.
¿Está bien guardada?
Bajo llave.