Su camiseta cuesta 125 euros

Hace un año pagué en Kioto 17.000 yenes (125 euros) por una camiseta de la selección japonesa con el nombre de Nakamura y el número 10 en la espalda. Fue un ataque de turista. Merecía la pena llevarse un recuerdo de aquel futbolista tirando a flaco, venerado en todo el país, cuya zamarra azul con adornos horteras costaba un 30 por ciento más que la flamante roja de Cristiano Ronaldo, entonces en el notablemente admirado en Oriente Manchester United. También respondió a un arrebato futbolero, al verme rodeado, parque tras parque, de Tokio a Osaka, de campos de béisbol (yakyu lo llaman allí), el auténtico deporte de masas en Japón y que ya ha dado para unos cuantos gasoles: Matsuzaka, Suzuki, Matsui, Taguchi, Nomo, grandes estrellas de la liga profesional estadounidense.

En ese momento no se hablaba de fútbol, sino del bronce conquistado por el relevo nipón de 4x100 en los Juegos de Pek de Kitajima, doble campeón olímpico en 100 y 200 braza, y de la invasión de extranjeros que estaba contaminando el sumo y, por extensión, el grueso orgullo nacional. Pero en el podio también está el fútbol, que se ha instalado en el manga y en la admiración popular por los grandes clubes europeos y por los jugadores mediáticos. Y también el país está detrás de sus pioneros: Miura, Nakata, Ono y hoy Nakamura. El día que metan a alguno entre los 50 candidatos al Balón de Oro empezarán a temblar los bates.

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