El Mallorca emite señales

Un jugador con la clase de Arango no lo tienen todos los equipos. El Numancia es uno de ellos. Ahí radicó la diferencia entre sorianos y mallorquines en un duelo parejo y fundamental para los intereses de ambos. El zurdo venezolano se inventó un par de acciones talentosas en el primer tiempo y una de ellas la aprovechó Aduriz, el mejor socio posible para un asistente como él. Gran pase, buen remate y soberbio bagaje si se atiende a la clasificación. El Mallorca respira y deja de ser el farolillo rojo.

El conjunto que dirige Manzano salió desde el principio decidido a mandar. Lo consiguió, sobre todo porque sus jugadores de creación -Arango, Jurado, Mario Suárez- estuvieron demasiado sueltos y sin contrarios cerca. El primer aviso lo mandó alto Aduriz, el siguiente lo estrelló Jurado en las piernas de Juan Pablo y en el tercero, ubicado sobre la espalda de los centrales, lo convirtió el delantero vasco ante la escasa oposición de la defensa soriana.

Se esperaba mayor cuerpo a cuerpo de entrada por parte del Numancia, que sin embargo vio cómo las ocasiones bermellonas se sucedían. No apareció lo suficiente Barkero y eso hizo más difícil sus conexiones con Goiria y Aranda, éste último el único argumento ofensivo de ciertas garantías. Suyo precisamente fue el solitario y centrado lanzamiento desde fuera del área que acabó siendo la ocasión más clara de los numantinos en un flojo primer tiempo. El Mallorca tenía el mando y seguía bastante cómodo, aunque con el paso de los minutos fue plegando velas hasta verse casi arrinconado. Razonable respuesta a la vista de la importancia de los puntos y su situación en la tabla.

El que sí que cambió de cara fue el Numancia. Y para bien. La entrada de Quero y Brit por los costados le hizo abrir más su juego y esto se fue traduciendo en ocasiones más o menos claras de gol. Sin ser una avalancha, el cuadro de Kresic rozó el empate varias veces y en casi todas las acciones estuvo presente Aranda, buen recurso sacado de la manga en este mercado invernal. La más clara, sin embargo, fue de Del Pino, que estrelló el balón en el larguero con un poderoso cabezazo que bien pudo significar el empate. No había para entonces mayor noticia del Mallorca que su defensa. El ingeniero Arango dejó su papel de protagonista principal y llegó el turno de las excavadoras y las tuneladoras.

Pero, con todos sus cuchillos afilados en el campo, el Numancia se estrelló contra la bien plantada zaga balear. Faltó calidad y sobraron revoluciones en el ataque de los de Kresic, que necesitan demasiada aritmética para fabricar un gol. Problema. Y problema grave. Sobre todo porque hay jugadores como Arango que son precisamente lo contrario. El Mallorca lo fía todo a él. El Numancia debería buscar alternativas.