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Liga BBVA | Valencia 1 - Málaga 1

Empate decadente

Un Valencia triste y sin ideas fue despedido con pitos

Miguel Á. Vara
<b>ATAQUE EMBARULLADO. </b>Las llegadas del Valencia no tuvieron frescura, ni ideas. En la imagen Albelda pugna con Salva y Goitia.
alberto iranzo / david gonzález

El Valencia está en crisis y el Málaga se confirma como la auténtica revelación de esta Liga. La sonora pitada del público de Mestalla corroboró ambas sentencias, pues el empate no hizo justicia ya que los andaluces fueron mejores que un cuadro local que anda atascado, perdido y se muestra muy vulnerable atrás, anoche especialmente tras la entrada de Carleto, cuyo fichaje despertaba dudas y cuyo debut corroboró que, cuando menos, está verde. Pero muy verde. Eliseu martilleó por su costado y cocinó una victoria que no se cenaron los de Tapia por su falta de pegada y el acierto de César. Con esto, los malagueños no adelantan a los chés, un consuelo tan pobre que sonroja al valencianismo, que ayer volvió a deprimirse con los suyos, que dan síntomas de fin de ciclo, de nobleza decadente y necesitada de revolución.

A los de Emery les quedan ya pocas excusas, fueron superados en llegadas e ideas y dieron muestras de estar en caída libre hacia un futuro poco halagüeño. Por su parte, los visitantes siguen con su magnífica racha (una derrota en nueve jornadas) y volvieron a estar magistralmente dirigidos por Apoño. También lució la zaga, las subidas de Jesús Gámez y la segunda juventud de Luque, pero todos empequeñecieron ante el partidazo de Eliseu, que hizo lo que quiso por su banda.

Por contra, en el otro bando ni el bloque fue tal ni las individualidades acudieron al rescate. Los jugones blanquinegros se perdieron en la espesa mezcolanza que es el juego valencianista. No hay criterio, ni velocidad, ni elaboración. Silva volvió a estar intermitente, desaparecido a ratos, como Villa, que se desesperaba pues convierte en gol lo que toca. Ayer tocó una y premio, pero él solo no puede tirar del carro.

El Málaga se llevó el primer round pero, incomprensiblemente, se fue de vacío al vestuario porque César estuvo felino. Los chés eran un lento acorazado, que lucía galas pasadas pero no era efectivo para la batalla presente. Lento y sin capacidad de maniobra era fácil de desarbolar y ahí el Málaga le sorprendía con rápidas incursiones comandadas por Luque. Al tiempo, Duda y Villa igualaron en disparos a la madera.

Los chés se fueron al descanso acompañados de una pitada recriminatoria y eso debió espabilarles porque retornaron más enchufados y eso, en el Valencia, es sinónimo de un tanto de Villa. Fue un espejismo porque Raúl Albiol se hizo un autogol tras la enésima entrada de Eliseu, que encontró en la banda de Carleto el mayor agujero negro de la vía láctea.

De ahí hasta el final, festival malaguista e impotencia en los chés, que se aferraron al empate como síntoma de su decadencia, de que no están para más logros y eso, sin dinero en la caja, es todavía más preocupante.