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Liga BBVA | Decimonovena jornada

Multifútbol

No hay quien tosa a este Barça, campeón de invierno repleto de flores. Sólo Madrid y Sevilla son capaces de seguirle las huellas, y lo hacen con mucho sudor. Valencia y Atlético pincharon y pierden fuelle. Coge aire europeo el Málaga tras derrotar al Espanyol. Y respiran, bastante más abajo, el Recre y el Betis.

Juanfran
chema díaz

Las segundas partes de Tapia y Alcaraz

Victoria de Tapia: el Málaga se asoma a Europa tras su sereno bigote. Victoria de Alcaraz, que ha rescatado al Recre del abismo con ese aire suyo, tan granaíno, de no haber roto nunca un plato pero estar a punto de romper tres vajillas enteras. Tapia y Alcaraz regresan con éxito a los lugares donde triunfaron una vez, pero de los que el destino les separó algún día. ¿Segundas partes nunca fueron buenas? No. Eso, para las películas. Antonio y Lucas viven de la pura y dura realidad, sin histrionismo. Técnicos de perfil bajo que trabajan bien y, sobre todo, en silencio. Dos andaluces que ayudan, además, a derrumbar el tópico: ¿quién dijo que allí abajo se curra menos?

Villa y el 'Moro' no sirven de excusa

Sinuosa es la vida deportiva de los delanteros: jugadores de rachas, mártires de la grada y coartadas perfectas para el entrenador antes y también después de los partidos. Pocos técnicos no justifican con ellos un planteamiento rácano: "No se marcan más goles por poner más arietes". Pocos no se amparan en su falta de puntería para explicar una derrota: "Acabé con cuatro puntas, pero ninguno marcó". Emery no suele echar la culpa al empedrado... Y de nada le serviría, ahora. Porque Villa y Morientes cuando la tienen, la convierten. Los dos anotaron en San Mamés pero el Valencia perdió. Con ellos arriba, las excusas hay que buscarlas en otros sitios.

Los gestos de Pep

Etoo marcó de penalti el 5-0 y, antes de congratularse con ningún compañero, corrió a abrazar a Juan Rodríguez, portero espontáneo. La escena, tan inaudita, nos permite reflexionar acerca de este Barça de los 50 puntos y los 59 goles. Por muchos récords que supere, no son los números ni el gran fútbol los que explican la resurrección de un club que, casi con los mismos futbolistas, ha pasado de apestado a ejemplo en apenas siete meses. Un gran equipo se dibuja, sobre todo, desde los gestos: como la valentía de convertir a un desconocido, Busquets, en eje del mediocampo; la mano izquierda para dejar a Messi ir a los Juegos; la confianza en Puyol, que se va al área y provoca un penalti; o la humildad �"no hemos ganado nada"� que se transmite a gente como Etoo, antes un dios, ahora psicólogo para los contrarios. Son esos gestos, hijos de Guardiola, los que tienen al Barça en lo más alto.

El gol redime a Xisco y la victoria, a Chaparro

Xisco cayó en desgracia para Chaparro hace apenas una semana, ante el Málaga, cuando una mezcla de incapacidad e indolencia le mandó del banquillo al césped y del césped a la ducha tras 20 minutos de criticada actividad. Siete días después, Xisco hizo gol en Valladolid y hoy no es mucho más, ni mucho menos, que el chico "que metió el 0-1 en Zorrilla" para los béticos. Un aspirante a héroe. Fútbol es religión y el gol, su profeta. Cuando el balón entra en la red, las penas se olvidan, los pecados se redimen. Chaparro llevaba seis partidos sin sumar tres puntos, pero el beticismo sólo se acuerda esta mañana de la reciente victoria. Fútbol es religión y la victoria, su dogma. No hay réplica posible ante un buen resultado. Cualquier triunfo vale más, en la memoria y el olvido, que las tres derrotas anteriores.

El personaje: Juanfran

Más que ilustrar, algunas fotografías nos hablan: "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", parece mascullar Juanfran en la imagen de arriba. Como tantos en ese ejército de canteranos que el Madrid tiene repartidos por media Liga, Juanfran desembarcó en el Bernabéu con la ilusión de reivindicarse, de mostrarle a los técnicos de Chamartín que se equivocaron y a la grada, que se lo perdió. Juanfran llegó para formar un lío y le dio la tarde a Heinze, a Pepe, a Cannavaro... Pero al final el que formó el lío, el que le dio la tarde a él, fue Pérez Burrull. Burrull y Juanfran hicieron de verdugo y víctima no sólo en los errores, también en las formas. El árbitro dejó sin sanción dos penaltis y luego, chulesco, le mostró dos amarillas al damnificado. El extremo se quedó sin premio y en la calle pero, lejos de armar escándalo, se marchó del césped tragándose la indignación. Será que aún le late el corazón en blanco. Igual que al pobre Camacho.